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No deja de sorprender que con apenas dos días de competición uno de los temas estrella de la programación sea la muerte y las contrariedades que causa entre la gente que rodea al finado. La película de nacionalidad iraní con apoyo de otros países, 'My ... favourite cake' (2024) de las cineastas persas Maryam Moghddam y Behtash Sanaeeha, se lanzan de cabeza, sin la protección de una red, a cuestionar la figura de la mujer en la sociedad teocrática. Con mucha osadía no exenta de temeridad (a las autoras la autoridad les confiscó los pasaportes) trazan un alegato a favor de un comportamiento laico e insumiso con las reglas morales del régimen islamista. Las voces disonantes y rebeldes son las de un puñado de mujeres que se reúnen en casa de Mahin con la excusa de celebrar acontecimientos culinarios pero con el propósito de dar rienda suelta a comportamientos y diálogos descarados. Citas que de conocerse por la policía moral les causarían graves inconvenientes. Mahin, viuda y con una hija en el extranjero se da una segunda oportunidad sentimental invitando a su casa a un taxista con el que planea mantener relaciones. Solo estropeada al sobrevenir un accidente inesperado. Aunque de tono jocoso, cínico contra el orden moral, se ven y se escuchan conversaciones atrevidas que dibujan un panorama más halagüeño destrozado por el azar y el destino.
El toque característico e impresionista de trazo en blanco y negro del realizador mexicano Alonso Ruiz Palacios se aprecia en toda su dimensión en 'La cocina' (2024), un inquietante drama que gira alrededor del hervidero humano entre los fogones de un restaurante de Manhattan. Visualmente potente, con una estética realista y sucia, donde bullen con precisión milimétrica los vertiginosos planos secuencias coreografiados con un punto de vista coral. Por ahora una de la sensaciones de la 69 Seminci.
La buena marcha se quebró con la pieza irlandesa 'Septiembre dice' (2024) de Ariane Labed. Un desnortado y rudo drama sobre dos hermanas. La mayor se llama Septiembre y la pequeña Julio. La primera protege en exceso a la segunda que padece un trastorno emocional. La supeditación no es aconsejable y los peores presagios sobrevendrán.
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