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Encarando la recta final de esta 68 Seminci y en su línea continuista con el cine de autor irrumpe en la sección a concurso el nombre del comprometido cineasta italiano, Marco Bellocchio (1939). Solo su nombre, longeva carrera y sus títulos emblemáticos constituyen todo un ... aval de jerarquía y distinción que se dimensiona más si cabe con el pase de su último trabajo, El rapto (2023), que se presentó en el pasado festival de Cannes y antes de ayer cautivó al público vallisoletano.
Esta pieza, inspirada en eventos reales acaecidos que comienzan en 1861 entre Bolonia y Roma y narra, con la pericia y profundidad que caracteriza al maestro de Bobbio, una historia de infamia e injusticia. Un niño judío de ocho años, Edgardo, es captado por las fuerzas del Santo Oficio por considerar que recibió bautismo. Entregado por el inquisidor jefe a la curia romana cercana al Papa Pío IX para ser sometido a la doctrina católica. Su rapto y proceso de reconversión a la fe cristiana fue un acto de infame pillaje por parte del poder eclesiástico que aprovecha el autor de El traidor (2019), para despellejar todo un orden de poder que asestó un golpe de autoridad frente a la reducida comunidad judía en Roma.
Bellocchio ironiza un atropello demencial. Arrebatar a sus padres una criatura inocente y vulnerable para lavarle el cerebro e inculcarle el miedo al desacato. Sobriedad y rigor fundamentan un drama sobre un niño que más tarde creció desunido de su familia y rechazando el abrazo de su religión. Me la apunto como una de las favoritas para estar en el palmarés.
La buena racha de cine de combate se mantuvo firme con el filme tunecino, Las cuatro hermanas (2023), de Kaouther Ben Hania. Una propuesta muy elaborada desde el guion que propone un drama en clave de metacine (cine dentro del cine) para hablar de la desolación de una madre cuyas dos hijas mayores fueron captadas por el Isis y abrazaron la Sharia, la ley islámica. Un equipo de rodaje se encarga de contar este desgarrador relato que utiliza a la misma madre, Olfa, como asesora de la versión.
A última hora el cine español volvió a mostrar su garra más radical con La imagen permanente, de la cineasta Laura Ferrés, en otro ejercicio experimental, seco y árido, sobre la soledad, la amistad, la maternidad, la familia, la vida y la muerte. Todo esto con un minimalismo atrevido pero con un estilo estricto.
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