La magia del cine

El cine español juega sus cartas mostrando todos sus lados y posturas heterogéneas que no dejan a nadie indiferente. Desde el tratamiento y planteamiento a contracorriente es de justicia empezar la reseña destacando la idea y el trabajo de Javier Rebollo con su insólita, algo extravagante, paródica, pero sutil y original 'En la alcaba del sultán' (2024).

A esta película habría que dedicarle un capítulo aparte por su osadía, por su atrevimiento al dialogar, salvando las distancias, con 'Tren de sombras' (1997), de José Luis Guerin, en su reflexión sobre la materia cinematográfica. El largometraje de Rebollo habla de los pioneros del arte cinematográfico, anterior a George Méliès, y sus posibilidades de trucajes y fantasía.

Narra la historia de Gabriel Veyre (Félix Moati), un camarógrafo formado por los hermanos Lumiere que acepta el contrato del sultán del país de Nour para desarrollar conceptos visuales con la cámara de fotos y otros artilugios.

En un paraje de las mil y una noches pero al estilo Pasolini Rebollo cuenta una fábula sobre la posibilidad de captar el alma de las cosas. Para ello emplea todo un arsenal de recursos metalinguísticos, como la voz en off, el metacine, el metalenguaje, la metaficción, los personajes hablando a la cámara, que si bien no inventa nada nuevo logra explotar todas las posibilidades en un ejercicio lleno de riesgo como de talento.

'Tres kilómetros al fin del mundo' (2024), de Emanuel Pârvu, es el filme que Rumanía envía a los Oscars. Una furibunda denuncia contra la xenofobia, los prejuicios, la religión más cavernaria y la corrupción. Un cine de colmillo afilado que a dentelladas carga contra una comunidad devastada porque uno de sus jóvenes vecinos es homosexual y ha recibido una brutal paliza homófoba propinada por los hijos del cacique local. Apuntada queda para el palmarés.