Ecosistema

La pasada temporada el cineasta asiático Hamaguchi nos deleitó con dos obras de bastante calado y densidad dramática, 'Drive my car' y 'La ruleta de la fortuna y la fantasía', ambas del 2022 y estrenadas en nuestro país, que sirvieron para testar a un realizador dotado de una habilidad elegante para diseñar metodologías narrativas y sentidos visuales en varías direcciones de una sutileza hermosa.

Mucha parte de esas imágenes incisivas y sensoriales apuntadas se encuentran también en el discurso y trazo fílmico de 'El mal no existe'. El autor nipón plantea una historia en clave de denuncia para hablar, desde la calma y un flujo espiritual, de la armonía existente desde que el mundo es mundo entre el hombre y la naturaleza.

Yamaguchi retrata una comunidad rural apacible recelosa del progreso. Aquí llegan los hombres de negocios de la ciudad para sondear la posibilidad de implantar en terrenos virginales un imperio de ocio y recreo para turistas. Esta iniciativa devastaría el entorno medioambiental. Una zona primorosa de bosques y riachuelos que transmite paz y relajación. Los urbanitas destrozarían la armonía ancestral.

Esta sencilla trama, reposada y sutil, se canaliza a través del lugareño Takumi, que conoce el secreto de los bosques y el lenguaje del agua. Su figura, de sencilla composición, alberga, no obstante, un conocimiento del ecosistema y se afana en defender y proteger el área con un aliento rústico cargado de virtuosismo y magnetismo. Las cifras de margen comercial se las trae al pairo y su bondadosa inteligencia no exenta de carisma volteará cualquier iniciativa facinerosa.