Cine radical

Su propuesta, en el campo del corto, apuntaba maneras, formas y un estilo que dejaban traslucir que en el guion y tras la cámara había una directora fuera de lo común, que apostaba por desmenuzar la realidad con una transparencia tangible y humana.

Algunos de esos ecos de un calado cercano, de raíz sociológica, se dejan notar y sentir en el debut de Laura Ferrés en el largometraje. Su radical puesta en escena, los matices singulares y cotidianos de su historia y su osadía en el dispositivo visual que emplea, convierten a 'La imatge permanent' en una de las apuestas más libres y arriesgadas que se podrán ver en la pantalla de la sala Gonzalo de Berceo.

Su peculiar y atrevida voz narrativa y el riesgo en conformar un relato a contracorriente y ubicado en los márgenes, sitio de buen y osado cine artístico, la catapultó en la última edición del festival de Valladolid al obtener la Espiga de Oro al mejor largometraje.

Y eso que esta película no empieza con buen pie en un prólogo cuya acción se sitúa en un paraje de la España profunda cincuenta años atrás. Un tono impostado que por corte desaparece pronto para ubicar el leve argumento en Barcelona y narrar el surrealista encuentro entre Carmen (María Luengo), una directora de casting y publicidad, y Antonia (Rosario Ortega), una vendedora ambulante de perfumes.

Dos mujeres diferentes, solitarias, que estrechan lazos para articular reflexiones acerca de la vida. Un enfoque cuyas situaciones y diálogos recuerdan al cine del autor finlandés Aki Kaurismäki. Ternura y humanismo se dan la mano acompasados de un sentido del humor sui géneris e irónico apunte político sobre la izquierda no practicante.