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Pocos fueron los grandes maestros de la fotografía del siglo XX que compatibilizaron el blanco y negro con el color. Uno de ellos fue el francés Jacques Henri Lartigue (1894-1986), también pintor y diseñador, que desde su más tierna infancia quiso celebrar la vida ... en toda su plenitud y colorido a través de la fotografía. Se conservan más de 200.000 de imágenes de este maestro y precursor de una modernidad que tanto le sedujo, un tercio de los cuales son en color.
Unas obras muy poco conocidas, inéditas en España y que por primera vez muestra aquí la Fundación Canal en la exposición 'Lartigue, el cazador de instantes felices' que reúne 149 originales en sus salas de Madrid hasta el 23 de abril. Es una muestra «científica, pedagógica y atrevida», según sus comisarias, Anne Morin, fundadora de 'diChroma photography', y Marion Peceval, de la Donation Lartigue. «Utiliza el color como la apología de la felicidad», resumen.
«El color es lo mejor para expresar el encanto y la poesía de la vida», decía en 1985 el propio Lartigue, reconocido como un genio de la foto muy tardíamente. Había tomado sus primeras imágenes en color entre 1912 y 1928, con los pioneros fotocromos etereoscópicos inventados por los hermanos Lumière, precursores de la fotografía en color y de las gafas de realidad virtual que hoy usamos, y presentes en la muestra. En los cincuenta y los sesenta practicó con el del Democolor y en los setenta, con la explosión de CibaChrome y las diapositivas, entró en un mundo nuevo de infinitas posibilidades cromáticas.
Hasta mediados del siglo XX la fotografía en color era poco menos que despreciada por los grandes forógrafos, todo lo contrario que el aprecio que desde siempre sintió Lartigue por ella «Dios mío, desde que tenía cinco o seis años vengo pidiéndote: ¡por favor, déjame fotografiarlo todo a color!» escribía Lartigue en sus diarios en 1952.
Hijo de una adineradísima familia francesa, la octava fortuna gala en su gtiempo, Lartigue jamás tuvo un trabajo alimenticio. Cazar «los instantes felices» de los que había sido testigo fue la misión romántica que le encomendó su potentado padre, una celebración de la felicidad a la que se entregó en distintos momentos de su carrera y con distintas herramientas. «Su ocupación fue disfrutar de la vida», ironiza Marion Perceval, que destaca que «reflejar ese feliz paso del tiempo es la espina dorsal de su trayectoria».
El propio Lartigue se definía como «el ojo mecánico» que quiere «capturar todo lo lo que el ojo humano no ve». Gran dibujante y pintor, dandi de la vida y de la imagen, se desenvolvió siempre en los círculo más chics y elegantes, aplicando a la fotografía en color el mismo criterio que a sus diseños. «Estableció un diálogo entre la pintura y la fotografía», según Anne Morín. «Para mí la vida es el color son inseparables. Siempre he sido un pintor, por lo tanto todo lo que veo todo lo veo con y ojo de pintor» decía el también diseñador de tejidos, que entendía el color «como laboratorio de la creación».
Entre las casi ciento cincuenta imágenes de la muestra priman las de tono intimista, muchas de ellas retratos de su segunda mujer, Florette, pero también de grandes figuras de su época como Jean Cocteau, Picasso o John Fitzgerald Kennedy.
Lartigue se tuvo por un gran aficionado de la fotografía hasta que todo cambió en 1963, cuando John Sarkowski, conservador el MoMA neoyorquino, descubre sus imágenes y le dedica la primera gran retrospectiva, de modo que el fotógrafo secreto, el testigo de la 'belle époque' considerado como un precursor de la modernidad, se convierte en un gran figura internacional con 69 años cumplidos. Para Sarkowski el artista francés era un «auténtico primitivo» que inventó la estética de lo instantáneo y dio lugar al género de la fotografía callejera. Ese mismo año la revista Life le dedicó un porfolio que dio la vuelta al mundo e hizo famosas sus obras en blanco y negro, convirtiéndole en uno de los grandes nombres de la fotografía del siglo XX de la noche a la mañana.
Todas las copias exhibidas en la Fundación Canal son nuevos tirajes de los negativos originales. La sucesión Lartigue conserva casi 200.000 fotos. Especialmente valiosos son las 14.000 páginas de álbumes con 4.000 instantáneas en copias 'vintage' de las 20.000 que se conservan. Las 149 obras, presentadas en cuatro ámbitos: tres que se corresponden con los momentos en los que el fotógrafo aborda el color a lo largo de su carrera, y uno dedicado a la experimentación que el artista realizó con el color a lo largo de toda su vida, tanto en la pintura como en la fotografía o el diseño. También se exhiben por primera vez su diseños textiles.
La exposición se cierra contraponiendo una selección de fotografías en blanco y negro realizadas por el joven Lartigue y su reinterpretación posterior en color por el Lartigue maduro «para evidenciar la evolución de un artista que no cesó nunca en su misión de captar el sentimiento de felicidad».
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