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Pieza de Luigi Russolo, una de las doscientas que el Reina Sofía exhibe hasta marzo en 'Disonata' R.C.
Una jungla sonora invade el Reina Sofía

Una jungla sonora invade el Reina Sofía

El museo repasa casi un siglo de osadía creativa para reivindicar el ruido y la sonoridad como materias plásticas | 'Disonata' reúne obras de iconoclastas creadores de esculturas sonoras e instrumentos imposibles que muestran otra cara del arte

Miércoles, 23 de septiembre 2020, 00:11

El sonido y el ruido son materias plásticas. Arte puro. Tanto como la pintura, la escultura, la música o el cine. Esta es la tesis de la exposición 'Disonata', una densa y rica jungla sonora que invade el Museo Reina Sofía hasta marzo. Repasa casi un siglo de retos sonoros y artísticos de los más diversos orígenes, ambiciones y texturas. Comisariada por Maike Aden, reivindica el ruido y el sonido como materia artística y analiza su desconocido desarrollo como campo creativo diferenciado de la música.

La muestra se inicia con osadías como las de Erik Satie, genial introductor de ruidos en sus composiciones musicales de finales del XIX y principios del XX. Prosigue con los desafíos de los dadaístas y los futuristas italianos y soviéticos que abrieron nuevos horizontes plásticos, y llega hasta los años 80, cuando la incipiente revolución electrónica marcó un punto de inflexión en la construcción del arte sonoro que sigue sin conocer sus límites.

'Disonata' reúne casi doscientas piezas sonoras y materiales, entre dibujos, partituras, esculturas, películas o fotografías «que descubren una cara diferente del arte», y entre las que destacan obras pioneras de Marcel Duchamp, Jean Tinguely, Elena Asins, Ulises Carrión, Hanne Darboven, Esther Ferrer, John Cage y George Maciunas, -puntales del movimiento Fluxus- o un concierto de Andy Warhol y The Velvet Underground.

«Está exposición es un ensayo, y no un todo», reconoce Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, museo que trata de recuperar la normalidad en los malhadados tiempos del covid y que dedicará tres propuestas al arte sonoro y a los pioneros «que se adentraron en terrenos inexplorados de los fenómenos y procesos sonoros, antaño de dominio exclusivo de los músicos». Agentes de una transformación en la que hubo poetas, músicos visionarios, ingenieros o arquitectos como Le Corbusier. «Todos favorecieron experimentos acústicos revolucionarios que desbordaron las categorías predefinidas del arte moderno y contemporáneo», dice Borja-Villel de unos iconoclastas que introducen en el arte ruidos, sonidos, ecos, ritmos y cadencias de máquinas e industrias o elementos de la naturaleza.

Negación Purista

'Disonata' se remonta al momento en que los puristas negaban que el ruido tuviera nada que decir en el mundo del arte. «Poco antes de que los surrealistas y parte de las vanguardias declararan su odio a la música, considerada elitista por su normativa casi matemática, y pidieran que cayera definitivamente el telón», rememora Borja-Villel. «Es una exposición para todos los sentidos, excluido el tacto por razones obvias, con esculturas sonoras para ser oídas e instrumentos que son objetos; con ruidos y composiciones y en la que cabe la poesía visual, la música electrónica y la arquitectura sonora y sensorial», ilustra el director del Reina Sofía. «Hay una hibridación que define bien lo que ocurrió en el siglo XX con artistas como Tinguely o Robert Morris, que crea con el sonido de una sierra», dice.

Se exhiben esculturas e instrumentos imposibles, como 'Red Disc and Gong' (1940), un móvil de Alexander Calder que oscila entre el silencio y los sonidos aleatorios; 'Cristal' (1952/1980), un escultórico instrumento musical de los hermanos Bernard y François Baschet, o el artefacto de Nicolas Schöffer, padre del arte cibernético, que proyecta una seductora combinación de luz, sonido y movimiento.

El magnetófono y los albores de la electrónica juegan un papel central, ya que su aparición, a mediados del siglo pasado, permitió grabar, registrar, mezclar y manipular todos los sonidos que antes se movían en el éter creativo, y abrir una galaxia sonora impensable, incluso, para los creadores más osados.

La exposición se concibió originalmente como una ruidosa sinfonía a cuyos movimientos el espectador debía acceder a través de auriculares. Las normas anticovid lo impidieron y se optó por altavoces, lo que ha convertido las salas del Reina Sofía en una jungla sonora y cacofónica en la que se entremezclan ruidos, melodías y ecos de las más insólitas procedencias.

«Muchos de los artistas sonoros no sabían leer música», recuerda Borja-Villel, que destaca la aportación de John Gage, autor de una partitura accesible para iletrados musicales «y que permitiría el desarrollo del movimiento Fluxus, que eleva los sonidos y el ruido a otra dimensión y cambia la relación entre arte y vida». En el polo opuesto, artistas conceptuales como Elena Asins, que «hacen del arte una partitura».

'Disonata' se integra en un proyecto mayor del Reina Sofía sobre la interconexión entre arte y sonido que se completa en octubre con 'Audiosfera. Experimentación sonora 1980-2020', y la representación sonora de El Niño de Elche a partir de la obra de Val del Omar.

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