Los 'bouquinistes', los vendedores de libros antiguos y de ocasión a orillas del Sena, mantienen un pulso con la prefectura de París, que pretende, por motivos de seguridad, quitar más de la mitad de sus puestos el próximo verano, coincidiendo con la apertura de los ... Juegos Olímpicos de París 2024. Los organizadores quieren revolucionar la ceremonia inaugural, que tendrá lugar el 26 de julio de 2024. En vez del tradicional desfile de las delegaciones dentro de un estadio olímpico, los 10.500 atletas bajarán por el río a bordo de 160 barcos.
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Esta espectacular apuesta supone un quebradero de cabeza desde el punto de vista de la seguridad. Los atletas realizarán un recorrido de seis kilómetros y pasarán ante de la catedral de Notre-Dame, el museo del Louvre, el Obelisco de la plaza de la Concordia, el puente Alejandro III, los Inválidos y la Torre Eiffel. La prefectura de París ha advertido por carta a los 'bouquinistes' que «por razones de seguridad» era «indispensable» retirar 570 «cajas verdes» que están en el perímetro de protección para la ceremonia de apertura de los Juegos.
Los vendedores, cuyos pintorescos puestos forman parte del paisaje de postal de París, están indignados porque se haya tomado la decisión sin consultarles antes. «Enviaron la carta y fin de la discusión», se lamenta Jérôme Callais, presidente de la Asociación Cultural de Bouquinistes de París. Su nombre viene de la palabra 'bouquin' (libro en argot) y presumen de ser la mayor librería a cielo abierto del mundo con un recorrido de más de 3 kilómetros entre libros. Actualmente hay unos 240 'bouquinistes' en París con unas 1.000 cajas verdes que contienen 300.000 libros.
Ellos se niegan a ser los que paguen el pato de los Juegos Olímpicos. «No tenemos ninguna intención de movernos. Si nos trasladan, nos fragilizan», explica Callais mientras abre su puesto en el Quai de Conti, cerca del Pont Neuf. «Hace 450 años que estamos aquí. Somos un símbolo importante de París. Muchos turistas vienen a vernos, como van a visitar la Torre Eiffel, el Louvre o Notre-Dame. Querer borrarnos sencillamente del paisaje para Juegos Olímpicos, es algo que no tiene sentido», argumenta. «Algunos están dispuestos a encadenarse a sus cajas si es necesario» para evitar su traslado temporal, cuenta Corinne, 'bouquiniste' de la rive gauche (margen izquierda) desde hace 27 años.
Estos embajadores de París y de la cultura francesa no creen que la principal razón de su obligado traslado sea la seguridad. Temen que quieren echarlos porque «estropean la vista». Está previsto que se instalen gradas en los márgenes del río y sobre los puentes para que 600.000 espectadores puedan ver en directo la ceremonia de inauguración.
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De momento, a diferencia del primer confinamiento por el Covid, no hay prevista ninguna indemnización para los afectados por la medida. «De todas formas, la indemnización va a ser pequeña comparado con lo que hubiéramos podido ganar durante los Juegos Olímpicos», se queja Iris Mönch-Hahn, una antigua librera alemana que desde el pasado junio tiene un puesto en el Quai Voltaire. Si hubiera sabido que no podría trabajar el próximo verano, con lo que contaba para amortizar su inversión inicial, habría esperado a que acabaran los Juegos para pedir el puesto.
Callais asegura que la mayoría de ellos estarían dispuestos a cerrar, si es necesario, mientras duren las Olimpiadas, pero sin tener que mover las cajas de su sitio. Muchas no se han movido de su sitio en 20, 30, o 50 años y temen que se rompan en el traslado y al final las remplacen por modelos estándar «sin encanto».
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Ante las quejas, el Ayuntamiento ha prometido que se hará cargo del coste de la retirada y colocación de las cajas, y de su reparación. Pero los vendedores advierten que la operación de desmontaje y montaje es delicada y llevará mucho tiempo, pues «no hay dos cajas iguales». Además, los parapetos sobre los que están instaladas las cajas tienen diferentes alturas y hay que adaptarlas al muro.
La socialista Anne Hidalgo promete que los «bouquinistes» retomarán una actividad normal «lo más rápido posible» tras la ceremonia de apertura. Pero, de momento, no está claro cuánto tiempo tendrán que cerrar ni cuándo regresarán al Sena.
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Entre ellos hay familias que se dedican a esto desde hace varias generaciones. «La práctica totalidad han tenido uno o varios oficios antes, pero cuando uno se hace 'bouquiniste', no hay vuelta atrás, muere 'bouquiniste'», cuenta Jêrome Calais, a quien le gusta «la poesía» y «el encanto» de trabajar a orillas del Sena.
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