Hubo un tiempo en que los mapas eran de papel y se doblaban. No hace mucho, cuando el fotógrafo Juan Valbuena comenzó su trayectoria, en los noventa, decidió explorar, como si fueran territorios del azar, aquellos espacios que parecían delimitados por el desgaste de estas ... cartografías. Una vez señalado el punto en el planisferio, Valbuena se trasladaba hasta allí, a veces durante años, para buscar a sus habitantes y escuchar sus historias. «Me acerco al otro muy despacio», reflexiona Valbuena, que ahora expone la retrospectiva 'Donde doblan los mapas', en la Sala Canal Isabel II de Madrid. «Quiero comprender, e ir de igual a igual. Considero fundamental pasar tiempo sobre el terreno. Ir y volver. Estar presente».
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Durante más de dos décadas, Valbuena ha desarrollado cinco proyectos de largo aliento, en los que ha mostrado distintas perspectivas de España y sus fronteras. Ha viajado al pueblo de sus abuelos en Castilla; al corazón de Madrid; a la última colonia española, Guinea Ecuatorial, y al Campo de Gibraltar. «Trabajo con gente que muchas veces no cuadra con la definición de español, según la concepción imperial de lengua y religión», mantiene Valbuena, que de niño iba de la mano de su abuelo por las calles de Fuente de Pedro Naharro, y él le iba diciendo quién votaba a qué. «Por ejemplo, mi abuelo de izquierdas, al que no le dejaban tener escopeta porque era un rojo que había salido de la cárcel. Esto de excluir es también muy español y sigue una idea de pureza. Ésa es la gran revelación que articula mis trabajos».
Celebrada dentro del marco de Photoespaña y organizada por la Comunidad de Madrid, el enorme y antiguo depósito de agua del centro de la capital alberga 'Noray' y 'Un lugar de la Mancha', series que reflejan la influencia del fotógrafo viajero, mientras que en la coral 'Lavapiés' el autor descubre la vida en un piso patera. En 'Ojos que no ven...' investiga la relación histórica entre España y Guinea, y en 'Dalind' se sumerge en la «triple frontera» del sur de Europa.
En el fondo, la trayectoria de Valbuena, y por tanto esta revisión de su obra, significa un retrato, a la vez que consagración, de una generación que vivió el boom internacional de los colectivos, se volcó a la efímera fiebre de los fotolibros, vio menguar a la prensa y se refugió en el sector cultural. «Ha llegado el turno a una generación intermedia de fotógrafos, que tenemos más de 40 años y hemos sobrevivido a todas las crisis y la precariedad», sostiene Valbuena. «Es un privilegio ver todo lo que has hecho en un solo edificio y pasearte por tu propia vida. El sentido de estas historias está en mostrarlas».
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