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Santa María de la Piscina, uno de los edificios religiosos mejor conservados del Románico en La Rioja, estuvo a punto de desaparecer durante los siglos XIX y XX. De origen templario, la iglesia situada en Peciña, localidad situada en el término municipal de San ... Vicente de la Sonsierra, sufrió graves daños a causa de las numerosas guerras que asolaron la España decimonónica.
Cuando el infante don Ramiro Sánchez de Navarra -hijo del rey Sancho el de Peñalén- regresó de Tierra Santa tras participar en la Primera Cruzada (1096-1099), fundó una orden de caballería a que llamó La Divisa antes de ingresar en el monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña.
En el testamento, firmado el 13 de noviembre de 1110 en Cardeña, dejó el caballero navarro su voluntad de erigir una basílica en tierras de su propiedad, que había heredado de su padre junto al señorío de Peñacerrada y Montoria. Dicho templo custodiaría una astilla del Lignum Crucis, la verdadera cruz de Cristo, y una imagen de la Virgen tallada por el apóstol San Lucas que había traído de Jerusalén, junto a una Divisa de los Reyes de Navarra.
En el mismo documento, nombraba a su hijo Sancho Ramírez como primer patrón de la divisa y encargaba a Pedro Virila, abad de San Pedro de Cardeña, la construcción del templo. El 1 de agosto de 1137 el obispo Sancho de Funes, prelado de la diócesis de Calahorra, consagró Santa María de la Piscina, en honor a la madre de Cristo y de la piscina probática del Templo de Jerusalén.
Tanto fundación como el nombre como la edificación de la iglesia y el nacimiento de la divisa tienen un evidente origen templario. De hecho, quizás sea uno de los pocos vestigios de la orden liderada por Hugo de Payns tras la Primera Cruzada, que aún quedan en la región.
Siglos después, hacia 1530, sobre la puerta sur fue colocado un gran escudo de armas de la divisa. Hasta mediados del siglo XVIII, la Real Divisa de Santa María de la Piscina mantuvo su funcionamiento en la casa-divisa que estaba situada pared con pared con la iglesia.
En 1808, durante los primeros meses de la Guerra de la Independencia, las tropas napoleónicas causaron estragos en el patrimonio de ciudades, villas y pueblos de buena parte de La Rioja. Así, el general francés Jean Antoine Verdier ordenó incendiar la casa-divisa de Santa María de la Piscina, con el objetivo de que el enemigo no pudiera utilizar el edificio ni como cuartel ni como arsenal de municiones. Las llamas también afectaron al templo, sobre todo a su techumbre, cuyo estado de conservación padecía ya la decadencia por la que entonces atravesaba la divisa.
Levantada en la ladera sur de la sierra de Cantabria, sobre una colina que domina el valle del Ebro y la pedanía de Peciña a lo lejos, Santa María de la Piscina irradia magia, misterio y, por lo general, buenas vibraciones. No es de extrañar, pues, que el escritor logroñés Andrés Pascual incluyera esta joya templaria en la trama de su última novela, 'A merced de un dios salvaje'. Tras el éxito del libro, Turismo creó una ruta literaria que recorre San Vicente de la Sonsierra, Peciña, Haro, Briones, Nájera y Logroño.
La estratégica posición del enclave tampoco pasó desapercibida en la I Guerra Carlista, sobre todo porque esa zona de La Rioja Alta jugó un papel decisivo en el teatro de operaciones de ambos ejércitos en combate. Así, el militar logroñés Martín Zurbano, uno de los caudillos más destacados de las filas liberales, ordenó a sus tropas derruir las paredes en 1836. En realidad, toda esa comarca, incluido San Vicente de la Sonsierra o Briones, padeció violentas incursiones a lo largo de la mencionada contienda.
La imagen de la situación en la que se hallaba Santa María de la Piscina tras la primera guerra civil que sufrió España fue inmortalizada en 1849 gracias al libro 'Recuerdos de un viaje por España', editado por Francisco de Paula Mellado, que un lustro antes ya había recorrido la entonces provincia de Logroño.
Se aprecia en el grabado la ausencia de la cubierta, posiblemente a causa del incendio de la Guerra de la Independencia, así como una montonera de piedra. Pero lo más novedoso es el lienzo de pared que se aprecia en la parte izquierda, junto a la torre, que formaba parte de la casa-divisa anexionada al templo y de la que hoy no queda ni rastro.
Por fortuna, el edificio aguantó buena parte de los siglos XIX y XX, hasta que en 1975 fue rehabilitado, al tiempo que se reorganizó la Divisa, el Solar y la Casa Real de la Piscina. Con posterioridad, unas excavaciones sacaron a la luz una necrópolis y otros vestigios de un poblado medieval, existente entre el siglo X y el siglo XIV.
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