Secciones
Servicios
Destacamos
Eclipsado por la brillante carrera política y la arrolladora personalidad de Salustiano, su hermano mayor, siempre se mantuvo José Olózaga en un segundo plano, a pesar de extensa formación, de su valía profesional y humana y de su ingente labor con los menos favorecidos. Además ... de ser ministro y de desempeñar altos cargos del Estado, de su pluma nació el discurso de despedida del rey Amadeo de Saboya antes de abdicar de la Corona y partir de España rumbo a su Italia natal.
José Olózaga vio la luz en Arnedo el 7 de noviembre de 1810, donde aprendió sus primeras letras, al igual que Salustiano. Tras ganar su padre, Celestino Olózaga, una plaza de médico del Hospital general de Madrid, con nueve años se trasladó junto al resto de la familia a la villa y corte, donde cursaría estudios de Derecho en la Universidad Complutense.
Magistrado de la Audiencia Territorial de Madrid, presidente del Consejo de Estado y, tras la Vicalvarada, diputado a Cortes, durante el Bienio Progresista, ocupó la cartera de Gracia y Justicia.
La muerte en duelo de su hijo Celestino, sumió a José Olózaga en una profunda depresión, que lo empujó a redoblar su labor humanitaria. Así fue como se implicó en la promoción de viviendas sociales a través de la Constructora Benéfica, junto a la escritora y activista Concepción Arenal. Entre 1874 hasta su fallecimiento, en 1877, Olózaga presidió el Monte de Piedad, institución madrileña benéfica que se había fusionado en 1869 con la Caja de Madrid, primera entidad de ahorros del país.
Su amistad con el rey Amadeo I de Saboya, del que fue consejero, no sólo le permitió gozar del apoyo de la Corona a sus proyectos sociales sino que, además, tuvo el honor José Olózaga de escribir el discurso de renuncia del monarca, que fue leído en las Cortes el 11 de febrero de 1873.
Aunque la mayor parte de la familia Olózaga residía en Madrid, los vínculos con La Rioja siempre fueron muy estrechos. En el bienio 1843-1844, tras las desamortizaciones de Mendizábal y Espartero, Salustiano se convirtió en uno de los mayores compradores de bienes eclesiásticos de la provincia. El primer año invirtió nada menos que 1.320.292 reales y el siguiente compró el monasterio arnedano de Vico en Arnedo, valorado en 3.771.305 reales. Gestionado por Salustiano hijo, el monasterio franciscano fue transformado en una confortable residencia para la burguesía y en una enorme explotación agraria, donde el vino era el producto más cotizado. También Salustiano padre invirtió en la compañía ferroviaria Tudela-Bilbao en 1857. La mencionada firma llevaría el primer tren a La Rioja en 1863.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.