Hoy es una jornada cinematográfica para salir a hombros por la puerta grande, con dos títulos de diferente signo. El del pase matinal de alto coraje y emotivo en la cita de la tarde. La sala Gonzalo de Berceo acoge a las 11.30 la ... proyección de la película de no ficción 'Tardes de soledad' (2024), escrita y dirigida por el cineasta Albert Serra. El autor de 'Pacifiction' traza un penetrante retrato expresionista a modo de duelo entre el matador de toros peruano Andrés Roca Rey y su rival, el astado. Este pormenorizado y exultante documental ganó la Concha de Oro a la mejor película. Un palmarés nada discutido pese a la polémica que su presentación había levantado.

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Serra es un director personal, a contracorriente, artífice de rebeldes e iconoclastas obras. Artísticamente controvertido y en la distancia corta engreído y pomposo. Su materia fílmica y licencias narrativas lo llevan a forjar estilizaciones al límite. Más vale muerto que sencillo. Alabado u odiado.

El reto de 'Tardes de soledad' es bravo y forja una provocativa apología de la tauromaquia. El debate está servido. El invasivo enfoque de Serra sitúa al espectador en el epicentro de las faenas del toreo. Emplea varias cámaras situadas estratégicamente entre el ruedo y las gradas. El sutil montaje, obra maestra, acota el foco en el hombre y el bicho. Establece un juego visual de factura brillante, con planos puntillosos y escenas impactantes.

La lidia, empleando un eufemismo, no me chifla. Pero nunca había sido testigo de momentos taurinos fascinantes como los captados por Serra. Su inteligente mirada se ciñe al duelo. El matador triunfa y el morlaco agoniza. La visión es cruda, la imagen elocuente y el sonido sobrecogedor. Los animalistas sufren y el riguroso cinéfilo asiste a un espectáculo de arte visual. De lo mejor que he visto en mucho tiempo.

Un poquito de amor

Como agridulce se puede definir la bonita película iraní en coproducción con otros países 'My favorite cake' (2024), escrita y realizada por el tándem creativo formado por Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha. Dos cineastas que tienen prohibida su salida de Irán por denunciar en sus trabajos la opresión y la falta de libertad de expresión del régimen teocrático.

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El largometraje es cariñoso y enternecedor y pone el foco en mostrar las limitaciones de la mujer en una sociedad opaca y patriarcal. Mahin (Lili Farhadpour) es una viuda de 70 años residente en Teherán. Un día conoce a un taxista, Faramarz (Esmaeel Mehrabi), y mantienen una relación. La esperanza y la ilusión vuelven a la vida de la protagonista pero deberá tener mucho cuidado en sus encuentros furtivos.

Ser rebelde y contestatario en un país como Irán acarrea consecuencias. Los autores de esta obra no se callan y tampoco se esconden. Dibujan un panorama moral asfixiante y un clima desolador para las mujeres. Éstas no pueden tener una segunda oportunidad y cualquier desacato a las reglas es perseguido. Razón por la cual el deseo carnal renacido en Mahin es toda una afrenta llena de indisciplina que, en el desenlace, acarrea tomar decisiones poco menos que temerarias.

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