Reservoir dogs

La obra supone el debut detrás de la cámara del realizador marroquí Kamal Lazraq. El realizador se lanza a mostrar con estilo brioso y penetrante el submundo criminal de Casablanca. Un atrevimiento que supone una mirada oscura y violenta de los bajos fondos.

Una ópera prima severa y contundente, de tono angustioso, repleta de escenas vertiginosas y al límite. Una de sus principales bazas es su escarpado guion. Planteado en una estructura articulada a través de la acción que transcurre en unas 24 horas tensionadas con pulso firme cuyas situaciones más desesperadas ocurren por la noche.

Hassan (Ayoub Elaid), un traficante de poca monta y siervo de un rufián de la zona, pide colaboración a su hijo Issam (Abdelatif El Mausouri) para que le eche una mano en un incómodo encargo: hacer desaparecer el cuerpo de un tipo cuyo perro de pelea le ganó al animal de su jefe.

Una tarea liosa y desagradable, que supera en exigencia los habituales chanchullos de pacotilla en los que Hassan suele colaborar. Tiene que obedecer, no le queda otra, y debe cumplir la misión encomendada si no quiere sufrir el peor destino.

Un punto de partida habitual de la temática que gira alrededor del crimen organizado, desarrollado como una road movie nocturna, que pone en aprietos a padre e hijo. Un enredo con entramado peliagudo que cumple su función. Que no es otro que tejer un asunto turbio para unir afectos. Dos antihéroes que les pasa de todo entregados a una causa innoble que destapa la sordidez de las mafias. Pura adrenalina.