El desencanto

Todavía sigue siendo un episodio feliz asistir a las citas cinematográficas que cada cinco años aproximadamente propone el lúcido y ácrata cineasta Nanni Moretti. Una de las voces del cine internacional más sugerentes, atractivas y díscolas. Vigente todavía su indomable ímpetu por ofrecer a sus incondicionales discursos amargos y descreídos tratados a través de una incisiva ironía no exenta de un demoledor malestar.

La película se presentó a concurso en el festival de cine de Cannes y aún se recuerda con una viveza inolvidable el momento apoteósico en el que el equipo artístico del largometraje sube las escaleras adornadas con la alfombra roja que llevan al palacio de proyecciones, se detienen y se ponen a bailar la canción 'Voglio vederti danzare' de Franco Battiato. Un tema que se escucha en un momento del filme. Moretti y su gente invitaron a unirse a la danza al mismísimo Thierry Frémaux, delegado general del certamen. Un gesto festivo y sorprendente que se convirtió en viral.

El autor de 'Caro diario' (1993) retoma sus ejercicios desmoralizantes sobre el ocaso de los sueños y la deriva del paisaje artístico/político en la globoesfera, hasta llegar a la desilusión actual. Su propuesta se articula en una estructura en dos tiempos. El pasado, nostálgico, lleno de guerrera esperanza y convicción en los ideales, construido como un relato de metacine (cine dentro del cine) donde sintetiza el ardor ético del progreso intelectual.

El presente, en cambio, fatuo, decadente y mercantil, orbita en un sentimiento de desencanto y crisis que Moretti expresa con socarronería y humor agudo. Como digo, un placer.