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Cuando esta reseña se publique la sección oficial de largometrajes en español habrá concluido y el jurado formado, entre otras personalidades, por Pilar Palomera, Irene ... Escolar y Mercedes Morán, tendrán decidido el palmarés de la decimoctava edición del festival de Málaga.
Un nivel medio más que aceptable, con algunos títulos rotundos acogidos con entusiasmo y fervor, que definen una cita marcada por las penetrantes y agudas propuestas implementadas en imágenes por las cineastas de nuestro cine.
Películas abrumadoramente destacables como 'Sorda' de Eva Libertad, 'La furia' de Gemma Blasco, 'Lo que queda de ti' de Gala Gracia, 'La buena letra' de Cecilia Rico y las dirigidas por hombres como 'El cielo de los animales' de Santi Amodeo y 'La deuda' de Daniel Guzmán deberían estar, por sus méritos y por su andamiaje estructural y visual construido, en el reparto de premios. 'Sorda' está de moda y se encuentra surfeando la cresta de la ola. Su valentía inclusiva y su facultad de convertir el lenguaje de signos en una emoción solidaria han calado en el público. Para este cronista la película que mostró energía y fuerza expresiva arrebatada es 'La furia', que la considero, a mi juicio, favorita.
Los dos largometrajes que ayer cerraron el bloque competitivo dejaron sensaciones dispares. La producción mexicana 'El diablo en el camino' (2024) de Carlos Armelia es una tristísima historia sobre los devastadores rescoldos de la guerra civil Cristera (entre 1926 y 1929), en la que el ejército federal se empeñó en diezmar a los milicianos aldeanos de Cristo Rey. Un soldado desertor viudo carga con el féretro de su hijo recorriendo un vasto y paupérrimo territorio para enterrarlo junto a la tumba de su madre. Un relato sobre la culpa y la redención, de carácter simbólico pero estirado su metraje en exceso.
Más interés tuvo 'Ravens' (2024) de Mark Gill. Libremente inspirada en hechos reales, retrata, desde una óptica poética y de realismo turbio, los claroscuros emocionales de un fotógrafo de arte japonés a quien le traumatiza el consejo de su padre: «Si a los 40 años no eres nadie, lo más honorable es el suicidio». Sobre esta premisa revolotea una reflexión muy dolorosa sobre el proceso creativo de un artista que tiene en la figura de un cuervo su alter ego con el que compartir sus motivos de euforia como las dudas y desdichas.
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