La belleza de la tristeza

Esta pieza, inédita en las pantallas comerciales, supone el debut detrás de la cámara de Aylin. Para su ópera prima se decanta por explorar los vaivenes en una relación de pareja. Partiendo del típico encuentro de dos jóvenes –Kira (Aylin Tezel) y Ian (Chris Fulton)– en un pub de una pequeña población de Escocia, se narra la separación de los amantes por un conflicto familiar y el reencuentro tiempo más tarde en un escenario urbano como Londres. Un esquema básico filmado con naturalidad, elegancia y sensibilidad.

Los personajes del relato son un hombre y una mujer con edades cercanas a los treinta años, camino de responsabilidades mayores, que viven y sufren una serie de relaciones amorosas sin cuajar mientras buscan su sitio en el mundo en el terreno profesional. Kira, de origen alemán, es una artista, le gusta dibujar, trabaja como escenógrafa teatral y sus pinturas son objeto de atención de una galerista. Ian es músico, todavía no ha fraguado su estilo, preocupado por unos padres mayores y traumatizado por la inestabilidad mental de su hermana que ha intentado suicidarse.

Son dos criaturas que, tras su primer chispazo, sus caminos se bifurcan y de manera paralela y de forma alternativa el espectador es testigo de sus andanzas. No se buscan, no saben que están en la misma ciudad, uno cerca del otro, hasta que el azar los coloca en el mismo sitio.

La película teje con destreza temas de amor, destino y encuentros casuales. Habla de que todo es reemplazable. Pero cuando sientes algo verdadero y profundo por la otra persona es muy difícil dejar que otro u otra ocupe ese lugar.