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Jorge Edwards era chileno, chilenísimo. Pero también tenía una parte del corazón en La Rioja. Una parte fundamental y necesaria, una esencia pura y vital: la lengua. El escritor amaba y admiraba San Millán de la Cogolla, ese cenobio donde un balbuceante español pasaba de ... la boca de un monje a convertirse en glosa e historia.
Edwards consideraba La Rioja como la cuna de su lengua, de ese idioma que cruzó un mar y se alzó como cemento de un imperio y, posteriormente, vínculo de hermandad entre países y personas. Y así lo explicaba, en 2007, en las páginas de Diario LA RIOJA en el artículo Monasterios riojanos.
En ese viaje descubrió literatura, vida y gastronomía, ya que en aquella visitaba iniciática glosaba su visita a la Venta de Moncalvillo regentada en ese momento por los «jóvenes hermanos» Echapresto, donde descubría borrajas y pochas, alimentos pero también palabras.
De ese primer viaje a la región para encabezar el jurado del recién estrenado 'Premio Logroño de Novela' nació una relación de amor y admiración que se mantendría en el tiempo. Por eso, el premio Cervantes no dudó cuando recibió la llamada para ser el padrino y cerrar las primeras jornadas de 'Futuro en Español', la iniciativa de Diario LA RIOJA y Vocento que situaba al idioma como motor de cambio, pero sin olvidar su rico pasado. En esa inolvidable velada, la conferencia de Edwards se tituló «Español, cultura y patrimonio».
El escritor y diplomático acudió a esa primera llamada en 2011, y volvió a repetir en 2015 deleitando al público con 'El periodismo y la creación literaria en español', una muestra de erudición y facundia.
Fue su última visita y también la disfrutó como siempre, mostrando su lado divertido, socarrón y sensible. Y su genialidad. Una genialidad que se ha ido y que deja a las letras castellanas huérfanas y compungida a la región que tan bien le recibió y de la que tantó disfrutó.
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