Álvarez presume de mantener «intacta» su «honradez intelectual». Enrique Martínez Bueso

«No me interesan los problemas de los imbéciles»

José María Álvarez | Poeta ·

Radical, libre, viajero, cultísimo, castigado por la crítica literaria, apasionado y nada políticamente correcto. Su 'Museo de Cera' reúne 63 años de poesía y placeres incendiarios. Extremo en todo

Sábado, 6 de enero 2024, 13:22

«El sexo es puro y duro o no es sexo», dice José María Álvarez (Cartagena, 1942), cuya existencia ha estado dedicada por entero a la literatura y al arte. Ha viajado por todo el mundo dando conferencias y lecturas de sus poemas. Formó parte ... de la histórica antología 'Nueve Novísimos', y su obra poética ha ido componiendo, edición tras edición, su monumental 'Museo de Cera', que ha sido editado completo por la editorial Balduque. Está traducido a numerosos idiomas, y a él se le deben traducciones en español de Kavafis, Robert Louis Stevenson, Shakespeare, Villon, Hölderlin y T. S. Eliot, entre otros.

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También novelista y ensayista, 'La corona de arena (Lawrence de Arabia)' figura entre sus obras más célebres, sus textos eróticos echan fuego y sus memorias son tan jugosas como no aptas para mentes estrechas. Doctor 'Honoris causa' por Dowling (Nueva York), puede ser tan fiero como angelical.

- Un día me dijo usted: 'Lo siento por aquellos a quienes les fastidia mi buena suerte'

- Qué le vamos a hacer, me limito a decir la verdad. Dicen que mis ojos azules son irresistibles.

José María Álvarez, amado u odiado, viajero eterno, es un hombre consagrado al placer y a la escritura que convierte esta en un auténtico regalo. Una especie de fuente de vino excelente, una invitación a cabalgar libre sobre los sentidos y la sabiduría. Es oro envuelto en una gota de veneno. Ahora, su 'Museo de Cera' condensa 63 años de poemas y placeres.

- ¿Cómo se encuentra?

- Muy bien, pero cada vez más solo. El ochenta por ciento de mis verdaderos amigos han muerto, el último de ellos Milan Kundera. El mundo sin ellos es mucho peor.

- ¿Qué supo siempre?

- Que leer a los grandes poetas y narradores es de las cosas más importantes que puedes hacer en esta vida; lo supe desde niño.

- ¿Algún trauma de infancia?

- Mis padres se separaron cuando era niño y yo no recuerdo que eso me causase trastornos. Creo muy poco en toda esta historia que hay ahora de los trastornos por todo y de los psicólogos para todo. Pienso que cuando eres niño todo se arregla jugando, y que, de mayor todo se arregla con un buen whisky y un buen puro.

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- ¿Fundamental qué ha sido?

- Encontrarme con Homero, con Virgilio, con Montiagne, con Dante, con Shakespeare, con Cervantes... Fui inteligente, una vez encontrados, jamás me separe ya de ellos.

- ¿Qué se siente usted?

- Hijo del Mediterráneo; todos somos hijos de esa luz que encuentras también en Túnez, en Italia, en Grecia...; mi mar es el Mediterráneo. Junto al Báltico, por ejemplo, me siento extraño, es otro mundo. Mi casa, mi hogar, está igualmente en Cartagena que en Alejandría, ciudad a la que voy mucho, que en Sicilia o en Roma.

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- ¿De qué no se olvida?

- De la primera vez que llegué a París, tenía 19 años. Le debo muchísimo a París, a Venecia, a Budapest... En París tengo casa, pero ahora París está muerta culturalmente, se ha convertido en un cadáver cultural. Una tragedia.

- ¿Qué necesita?

- El mar. Y no solo su contemplación, necesito su brisa y su olor.

- ¿Sigue siendo un pesimista?

- ¿Qué quiere que sea, un estúpido? Muy pesimista, pero no con respecto a España o a Europa, soy muy pesimista con respecto al mundo, da igual que hablemos de Estados Unidos que de China. La verdadera cultura y la gran civilización ya no son valoradas, ya no importan, ahora lo que se valora es poder consumir, consumir lo que sea, pero consumir cuanto más, mejor, y normalmente basura. Y que conste que yo creo que la sociedad mejora con el desarrollo capitalista o como se le quiera llamar. Lo que las aniquila es el comunismo, no el libre mercado.

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- España.

- Está hundida y perdida con esta cosa de Pedro Sánchez que dicen que es un gobierno; de serlo, sería un gobierno maldito.

- Su familia tuvo una librería en Cartagena, 'La isla del Tesoro'.

- Mi madre amaba los libros, estaba sola y no tenía nada que hacer; montamos aquel experimento y estuvo bien. No se ganaba una peseta, pero le rendimos un hermoso homenaje a Robert L. Estevenson.

- ¿Lo mejor que le ha pasado en la vida?

- He sido afortunado en muchos sentidos, empezando por la salud y continuando con la situación económica y la libertad con la que he podido vivir. Y algo muy importante: puedo mirarme al espejo sin avergonzarme de mí mismo. Mantengo intacta mi honradez intelectual.

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- ¿Qué tal persona es?

- Soy buena persona. Tender a serlo, como lo fue San Francisco de Asís, es una de las cosas principales a las que debemos aspirar. Pero San Francisco solo hubo uno.

- ¿Contento frente al espejo?

- No, me gustaría ser más alto, mucho más guapo, y bronceado como cuando era joven, porque ahora ya no tomo el sol; y más inteligente, generoso y cordial..., pero no puede ser.

- ¿Qué hacer para llevar una buena vida?

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- Para mí, y ya lo habían visto muy claramente Cicerón y los viejos clásicos, carecer de ambiciones sociales y tener una profunda ambición cultural, ambición de saber; eso es algo fundamental.

- ¿Alguna fórmula?

- Sí, darte cuenta cada día de que eres más tonto, de que sabes menos, de que te queda mucho por comprender, por leer, y tender a superarte. Se trata de tender a lo excelente y de ir despreciando lo que no lo es.

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Vileza

- ¿A qué aspira?

- A seguir alimentando mi mundo el tiempo que pueda. Y, por supuesto, a no callarme nunca; a decir siempre lo que pienso si me lo preguntan. A seguir con mi forma de vida. A disfrutar siempre que pueda de los placeres que hacen más llevadera la vida. Y a si alguna vez vienen por mí, intentar llevarme alguno por delante.

- ¿Qué tiempos vivimos?

- Sin sentido, muy mediocres, de una vileza aplastante.

- ¿Qué ha aprendido en estos últimos años?

- A seguir resistiendo. Conseguí llegar a los 80 años con la misma lucidez y capacidad de desprecio de esa vileza que le digo. No he envilecido mi vida, sigo amando Grecia, el coñac, a Mozart, el vino..., y felicitándose porque las mujeres, ¡oh!, aún están ahí.

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- La política.

- No soy persona partidista. Mi simpatía va a aquellos que, sean del credo que sean, están dispuestos a abolir toda legislación destructiva, como ideologías de género, falsificación de la Historia, multiculturalismos, pensamientos 'correctos', ecologismos delirantes… etcétera, etcétera, etcétera. Y endurecer las leyes en defensa de la propiedad y las libertades, impidiendo que los gobiernos puedan hacer lo que quieran.

- ¿Qué aconseja a la gente joven?

- Que se proteja de todo el desvarío con que intentan controlarlos, y que se esfuercen en razonar por sí mismos, y que lean, sobre todo a los que llamamos clásicos.

- ¿Defiende usted una sexualidad sin límites?

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- Sí, la sexualidad es como el arte, no tiene moral, aunque tiene otras cosas que hemos aceptado para poder vivir en sociedad.

- ¿Qué no ha tenido usted?

- Penas de amor.

- En alguna ocasión ha escrito que le gustaría vivir la experiencia de ser un árbol. ¿Para qué?

- Para crecer y envejecer mientras los pájaros anidan, cantan en mis ramas, y ver cómo a mi sombra se suceden amantes, niños jugando, ancianos que descansan...

- ¿Sería así más feliz?

- Vería la alegría y el deseo y, en algunos momentos, una angustia que yo consolaría.

- ¿Le gusta consolar?

- Al fin y al cabo es lo que uno sueña con su arte: dar a todos amparo, dicha, sombra, paz.

- La vejez.

- Es una etapa más de la vida y, como siempre, el problema no es el paso de los años, sino la invasión del desasimiento y de la desesperanza.

- ¿Qué espera?

- No tengo ninguna esperanza en que vaya a pasar algo que merezca verdaderamente la pena.

- La curiosidad, sin embargo, sigue acompañándole.

- Sí, nunca la he perdido, ni en los peores momentos. La curiosidad me ha llevado a las cosas amadas, el arte, la belleza, la música, algunas ciudades, algunas páginas de la literatura...

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Cretinos

- Me imagino que seguirá usted sin hacerle caso a esos críticos que le echan en cara que llene sus libros de citas en otros idiomas y que exhiba orgulloso su amplia cultura.

- ¿Cómo no les va a repatear? Yo hablo de Dante y de Homero y ellos ni los han leído ni saben nada de nada. Por mí, a todos esos críticos y a muchos profesores de Universidad que son unos analfabetos, como si los ponen a todos en fila y los sodomizan. No se perdería nada, pero desde luego no sería nada agradable para quienes tuvieran que sodomizarlos.

- ¿Por qué hay personas que le detestan?

- ¿Se refiere a los cretinos? Porque son unos necios y no soportan que yo no lo sea. No me importa, las personas verdaderamente considerables con las que he tratado, como Stephen Spender o Emilio García Gómez, han tenido la mejor opinión de mí.

- ¿Es cierto que le importan a usted un bledo los problemas ajenos?

- No me interesan los problemas de los imbéciles, pero los de la gente normal me interesan y me preocupan mucho. A los imbéciles los doy por perdidos, y cuanto antes desaparezcan mucho mejor.

Álvarez escribió su autorretrato en el poema titulado, ¡cómo no!, 'La isla del Tesoro': «Navegar con los hombres / Sin Dios ni patria/ Ni ley. / Haber sentido /La cubierta y el aire del mar / Como última tierra. / Asaltar Maracaibo / Reír ante la horca / Y sobre las cenizas / De todo un mundo / izar / La seda negra de los perdedores».

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En 'Una desamparada hermosura', el poeta también tiene tiempo para «este whisky que me calienta el alma» y para refugiarse en «el paisaje excelente de mi biblioteca». Provocador apasionado y sin límites, hace tiempo que a través de internet acercó al mundo entero toda su producción poética: www.josemaria- alvarez.com. En 'Sobre la delicadeza de gusto y pasión', por ejemplo, se lanza a la aventura de la carne perfumada de deseo. Es un libro cargado de sexo duro -«el sexo es puro y duro o no es sexo»-, de amor al arte, al placer y a los viajes (del cuerpo y el alma).

- ¿A qué no está dispuesto?

- A que nos roben la alegría. Y a no renunciar al coraje y al honor, lo que antes se llamaba hombría de bien. Y a dejar de vivir entregado al arte, ese misterio, el más misterioso, que de vez en cuando habita entre nosotros.

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