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La artista Liza Ambrossio posa junto a dos de sus fotografías, en la Sala Amós Salvador de Logroño. JUAN MARÍN
La inquietante y lúcida mirada de Liza

La inquietante y lúcida mirada de Liza

La artista mexicana Liza Ambrossio expone en la Amos Salvador 'Toda devoción causa ira', hasta el 19 de noviembre

Jueves, 14 de septiembre 2023, 20:14

En un primer golpe de vista, la obra de Liza Ambrossio (Ciudad de México, 1993) se antoja un ensayo sobre la ceguera, «porque todos vemos y, al mismo, tiempo queremos estar ciegos; no queremos ver lo que nos duele», comenta. Ya de niña, la artista mexicana acusó la 'ceguera' de su madre, la persona más complicada con la que dice haberse cruzado en la vida. «Ella podía mirarme y no mirarme por meses; estar en la misma habitación y no dirigirme la palabra ni la mirada». Con apenas 16 años, Liza abandona la casa familiar, dejando atrás una cultura profundamente conservadora, religiosa, elitista, desestructurada y machista. Pronto comprobará, sin embargo, que aquella ceguera familiar también es una ceguera cultural. «Me doy cuenta de que el mexicano se niega a ver la violencia devoradora en la que vive (el narcoestado) y esa no reflexión impide límites y, cuando no hay límites, hay una anarquía de locura absoluta».

El violento exilio de Ambrossio dispara sus investigaciones y marca un trabajo maduro (a pesar de su juventud), complejo y muy íntimo; «muy de generar el conflicto entre lo que puede ser lo real, lo imaginario, lo fantasioso o lo deseado». Así se expresaba ayer en Logroño la propia artista, en la presentación de 'Toda devoción causa ira', retrospectiva producida por Cultural Rioja e instalada en la Sala Amós Salvador hasta el 19 de noviembre.

ACTIVIDADES PARALELAS

  • Miércoles 4 de octubre 'Ver tanto y estar ciego', con Aurora Intxausti, Patricia Sorroche y Liza Ambrossio.

  • 25 octubre 'Conversación en torno al fotolibro', con Victoria del Val, Arianna Rinaldo y Javier Martín-Jiménez.

  • 9 noviembre 'Escribiendo imágenes', con Miguel Ángel Hernández y Liza Ambrossio.

  • 10 noviembre 'Todos los niños huelen a lápiz', video-performance con Javi Álvarez.

El comisario de la muestra, Javier Martín-Jiménez, equipara la obra de Liza con una fábula con muchas capas, donde el espectador puede rascar lo que quiera. Eso sí, ahondar en sus numerosos estratos no es un ejercicio amable, porque su visión fotográfica nos sitúa ante temas incómodos e imágenes inquietantes y perturbadoras, surrealistas y absurdas, explícitas, oníricas, violentas, delirantes... Ante imágenes que son fotos propias y ajenas, originales y modificadas, distorsionadas, recortadas, invertidas o duplicadas, que en ocasiones se convierten en esculturas o ganan tridimensionalidad con el juego de espejos.

Juan Marin
Imagen secundaria 1 - La inquietante y lúcida mirada de Liza
Imagen secundaria 2 - La inquietante y lúcida mirada de Liza

La exposición se estructura en cuatro series ordenadas cronológicamente. Se abre con 'La ira de la devoción', «una carta de amor y de profundo odio a mi madre donde hablo de la cultura misógina de México, de la violencia de mujeres contra mujeres, de la educación machista que creo que tiene mucha relación con culturas muy religiosas», explica la artista. Le sigue 'Naranja de sangre', una sala de fotoescultura en la que descompone la mirada e investiga acerca del terror individual y la hipótesis de sufrir un trastorno psicológico hereditario. Su tercera gran serie, 'La etapa bruja', poblada de objetos de coleccionista, profundiza en la terrible violencia contra las mujeres y propone una magia ampliada y compartida como posible defensa universal contra el machismo.

La muestra se cierra con un proyecto específico para esta exposición, titulado 'Traiciones no aguanto, para buenos los santos' y fruto de una reciente residencia artística en la capital riojana. Se prolongó durante un mes y medio, tiempo en el que «siento que por primera vez conecto profundamente con España tras muchos años de haber vivido aquí, porque llego a lo que imaginaba de este país, a la cultura de la calle, de la marcha, de la tapa, del vino... Y también me encuentro gente absolutamente auténtica y apasionada por cosas extrañas». Su discurso aquí es más político.

Reconoce Liza Ambrossio que su pieza favorita es la que recibe al espectador, una virgen maldita adquirida en un anticuario de México que ella coloca sobre una tina de sangre, con el cabello revuelto y sujetando una bala, para hablar de la excesiva violencia y el dolor innecesario. Con ella reflexiona, además, sobre quién es la virgen. ¿La máxima bruja? ¿Una mujer empoderada capaz de volar y de hacer cosas que los mortales no podemos?

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