La impresión 3D rompe los moldes

La exposición, que se puede ver hasta el 21 de mayo en Madrid, permite al público asombrarse ante una tecnología rápida, sencilla, sostenible, polivalente y con trazas de ser revolucionaria. Por de pronto, abre la vía a desafíos pendientes, como aplicar cambios drásticos en el modelo productivo al hacer factible compartir diseños y personalizar productos. A su vez, el invento de marras tiene aplicaciones tan insospechadas como ilimitadas: la salud, el arte, la arquitectura, el mobiliario, la moda, la construcción, los instrumentos musicales… cualquier campo de la actividad humana es susceptible de aprovecharse de sus ventajas.

«En la muestra podemos comparar cómo es un violín convencional y cómo es uno impreso en 3D. En la misma zona hay un saxofón para que el espectador pueda practicar y colocar los dedos, que están en la misma posición que en un saxofón tradicional; y lo puedes utilizar con tu móvil sin molestar a ningún vecino», cuenta el asesor científico César García Sáez.

Uno de los ámbitos más prometedores es el de la salud. «Los hospitales ya están utilizando estas tecnologías para preparar sus operaciones. Si los cirujanos se encuentran con una malformación cardíaca, por ejemplo, pueden usar las imágenes de los escáneres para fabricar piezas y pergeñar cada intervención quirúrgica. Todos quisiéramos que el médico que nos va a operar haya practicado antes en algo parecido a nosotros. Veremos prótesis de cadera personalizadas, lo que hará que los posoperatorios de los pacientes sean más sencillos», asegura el jefe de Exposiciones de Ciencia de la Fundación 'la Caixa', Javier Hidalgo.

Más de 200 piezas impresas con esta tecnología componen la muestra. Algunas de ellas son tan singulares como el vestido 'kinematics', de Nervous Systems, una pieza emblemática hecha a partir de las medidas reales de una persona y que se imprime de una sola pieza. Por añadidura, los visitantes podrán comprobar 'in situ' cómo les quedaría esta prenda en el probador virtual de la exhibición.

Hay piezas en la muestra estrechamente vinculadas con el coronavirus. Durante el confinamiento, cuando existían restricciones insalvables que reducían la libertad de movimientos, se pudo paliar la falta de suministros con artículos hechos en casa con impresoras 3D. «Se generaron así mascarillas realizadas mediante diseños colaborativos», apunta Hidalgo. Gracias a esas acciones solidarias se pudo disponer de gafas de seguridad, componentes para respiradores y pantallas faciales para el personal sanitario y trabajadores de primera línea que plantaron batalla al virus.

En una vitrina figura una de las soluciones en 3D improvisadas en lo peor de la pandemia: respiradores de urgencia acoplados a una máscara de buceo. Hipocondríacos o devotos de la ciencia médica podrán saber cómo es una farmacia que despacha fármacos a la carta. Todo tiene arreglo y pieza de repuesto, desde el perro que cojea a la mesita de noche que se quiere customizar.

Aunque parezca ciencia ficción, ya hay quien se estruja el cerebro ideando objetos lo suficientemente sólidos y a la vez flexibles para llevar a cabo exploraciones espaciales. ¿Por qué no construir en la Luna o en Marte una vivienda con esta técnica? Quién diría que la aventura espacial se iba a hacer con una impresora bajo el brazo.

Los organizadores de la muestra, que cuenta con el asesoramiento científico de César García Sáez y Gianluca Pugliese, han instalado a lo largo del recorrido elementos audiovisuales y múltiples módulos didácticos para que los visitantes descubran este mundo y profundicen en él.

La exposición incluye una nueva área que tiene que ver con la zona de reciclaje, «con el empleo de nuevos materiales de impresión que garantizan una mejor descomposición, y por tanto un menor impacto medioambiental», argumenta García Sáez. No todo lo que se emplea en la impresión 3D son plásticos. Se puede recurrir a desechos orgánicos como la piel de naranja o de la uva; residuos industriales, como la celulosa o las redes de pesca, o los posos del café.

El asesor científico enumera las maravillas que permite la impresión 3D, una técnica que ha traspasado las barreras de los frikis de la tecnología para erigirse en un insólito proceso de fabricación que pone en un brete a los volúmenes y moldes estandarizados.

La muestra, que ya se ha podido ver en Barcelona, Zaragoza y Sevilla, expone los diferentes materiales que se pueden usar: acero, arena, cerámica, resinas… Es una tecnología que no cesa de innovar, hasta el punto de que hoy se puede generar casi cualquier cosa. Habrá que esperar para ver si está en pañales o en sazón.

¿Se cargará la tecnología oficios artesanales? Puede que sí, pero también es cierto que la muestra exhibe cosas que hubieran sido imposibles de crear sin la íntima cooperación entre el trabajador manual y el tecnólogo. «En la parte de cerámica hay piezas únicas que se han generado con esa colaboración», apunta Javier Hidalgo.

Cada persona es irrepetible. En consonancia con este hecho, la impresión 3D permite crear piezas adaptadas a las singularidades de cada cuerpo y a los gustos de cada usuario. Ya mismo es posible crear calzado ortopédico, sin necesidad de plantillas, o cualquier otro tipo de complemento. «Cuando empiece la primavera empezaremos a correr. Con la impresión 3D se está investigando cómo fabricar zapatillas personalizadas para que sea el calzado el que se adapte a nosotros y no al revés», sostiene García.

Si el visitante está preocupado por el sentido práctico de la cosas, la sección que aborda la edificación de casas impresas revela cómo una máquina puede crear muros de adobe.