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Imanol Arias posa en el Teatro Romea de Murcia. Nacho García
Imanol Arias: «A mi edad ya no me gusto, pero me quiero mucho»

Imanol Arias: «A mi edad ya no me gusto, pero me quiero mucho»

Veinte años en la piel de Antonio Alcántara son muchos años. Experto en los beneficios y los males de la popularidad extrema, sabe también lo que es descender a los infiernos, «meter la pata», salirse de madre y recuperar el norte y reinventarse. Hoy triunfa en los escenarios

Sábado, 17 de diciembre 2022, 13:10

Imanol Arias (Riaño, León, 1956) no es solo ¡Antonio Alcántara!, sino también Mikel, El Lute, el amante bilingüe, Vicente Ferrer, un demonio en el jardín, un laberinto de pasiones, el mismísimo Calígula y, ahora de gira, Willy Loman, el personaje trágico de 'Muerte de un viajante', de Arthur Miller, que le ha proporcionado su mejor interpretación sobre un escenario. Directores como Almodóvar, Pedro Olea, Vicente Aranda, Mario Camus, Imanol Uribe y Carlos Saura le deben su voz, su mirada y su entrega. Y sí, en efecto, 2016, el año en que cumplió 60 años, fue un tiempo turbio, y decepcionante, en su biografía por sus problemas con Hacienda. «Yo tengo mis deudas liquidadas», suele decir. Feliz con su éxito en los escenarios, con la experiencia de haber narrado en un audiolibro 'Revolución', de Pérez-Reverte, y con su faceta de 'bodeguero' asociado con su vino Bruto de Bodegas Juan Gil de Jumilla, así se presenta a sí mismo: «Solo soy un amante de mi oficio de actor, procuro ser respetuoso con los demás, hacer bien mi trabajo, hacerme merecedor de que me quieran y no cagarla demasiado en la vida».

– Qué desastre.

– ¿Cuál de ellos?

– El de la selección española en Qatar, de momento.

– Sí. Nos ha faltado ese jugador determinante, un Mbappé, un Modric... Brasil tiene a Neymar, tiene a Vinicius Jr... Argentina tiene a Messi; los países que tiran para adelante tienen dos o tres hombres determinantes. Quizá nos ha tocado un momento generacional en el que Morata no ha llegado a ser el hombre del que le hablo, aunque es un buen jugador, y no se ha encontrado a ninguno. Tampoco con el entrenador conectaba yo bien.

– ¿Apasionado del fútbol?

– Me gusta, sí, sí. Mi padre fue ojeador de equipos de Segunda Regional, presidente del Colegio de Árbitros… pero nunca le interesó la Primera División, aunque era del Athletic. Cuando yo de chaval repartía por los bares la hoja de resultados de la quiniela, y me daban una propinilla, mi padre nunca la miraba. Pero, eso sí, veía con furor todos los partidos que daban en televisión del Mundial, porque decía que era una oportunidad de ver a los mejores jugadores del mundo luchando por sus países. Sufres cuando eliminan a España, pero yo he seguido con ganas de ver a Argentina, Brasil o Francia dando espectáculo, y reconozco que la selección de Marruecos me ha despertado mucha curiosidad.

No mirar atrás

– ¿Ha jugado usted?

– Tuve mi momento [risas], entre los 14 y los 19 años. No era muy hábil con el balón, pero sí listo en las tácticas; también era alto y comía mucho la oreja. Me gustaba jugar hablando, y a veces oía a los compañeros decirme: '¡Corta ya la radio!'. No era yo de los más queridos como futbolista.

– ¿Nostálgico?

– No vivo mirando hacia atrás. Tengo claro que tienes que vivir siendo muy consciente del aquí y ahora. Yo, además, no soy nada revanchista y prefiero ser feliz a tener razón en esta vida. Lo que quiero es tener alegría, desconectar de todo este aparato que nos han montado, en el que tienes que estar en tensión todo el tiempo, siempre alerta y opinando de todo. Y por supuesto consumiendo, dejando aquí y allá tus datos, conectado, sin tiempo para pensar... Intento, ya le digo, vivir con alegría, porque la alegría continuada se parece un poco a la felicidad. Insisto, no quiero cargarme de razones, no tengo ninguna razón, no tengo las mejores ideas, tengo el mismo desconcierto que todos y no me importa reconocerlo. No soy mejor que nadie.

Expectativas

«Prefiero ser feliz a tener razón en esta vida. He descubierto que la alegría continuada se parece a la felicidad»

– ¿Nunca se ha sentido el mejor en algo?

– No, nunca me he sentido el mejor en nada. Lo que sí me he sentido es afortunado por tener trabajo y por contar con el apoyo del público.

– ¿Qué tal se encuentra?

– Viviendo un momento muy feliz con el teatro. Durante los últimos años, mi vida era muy interesante pero también muy monótona: rodar durante muchos meses y siempre muy pegado al mismo proyecto (la serie de TVE 'Cuéntame cómo pasó'). Veinte años vinculado a un contrato que ha permitido que no me faltase el trabajo pero que, también, me ha impedido elegir entre varias opciones. Necesitaba ya hacer otros personajes.

– ¿Se imagina lo que habría pasado de no habérsele cruzado el persona de Antonio Alcántara?

– Mi vida hubiera sido más parecida a la de muchos compañeros míos de oficio, parones incluidos; y seguramente no sería tan popular, que es un estado del que no me quejo pero que, sin duda, te condiciona. Es el precio de llegar durante tantos años a tantos millones de personas entrando en sus casas. Pero, en el fondo, te preguntas '¿quién eres?' y la respuesta es: 'Pues no soy nadie, soy uno más, con algunas virtudes, y tengo el mismo riesgo de convertirme en un fantoche que cualquiera'. Esto de la popularidad conviene que te lo tomes con humor, sobre todo después de que te llegue la primera bofetada y se te caigan muchas tonterías.

«Voy a vivir intensamente»

– ¿Se sigue reconociendo en el Imanol de sus primeros éxitos, el de 'La muerte de Mikel' (1984), por ejemplo?

– Me reconozco, pero ha pasado tanto tiempo... Uno cree que cambia, pero no cambias tanto. Es cierto que a veces pierdes el rumbo, o te equivocas en el trazo, y que tienes años más reflexivos y años más locos; pero, al final, en esencia eres el mismo. Me parecía a muchísimos jóvenes de entonces. No tengo una gran nostalgia del pasado, ya le digo, lo que sí soy es consciente de que hay momentos históricos muy importantes, que además pueden hacer que sea un privilegio vivirlos. Ese chavalito era muy joven y todo lo que había vivido hasta entonces había sido en el marco de una dictadura, aunque ya más reblandecida. Algunas veces, por algún motivo, reviso alguna entrevista de la época y observo que lo tenía todo mucho más claro [ríe]. En ese momento, de joven, uno todavía no ha descubierto que las cosas no son solo de una forma u otra.

– Estuvo durante muchos años comprometido políticamente.

– Era muy afín al PSOE, y como gobernó tanto tiempo, durante mucho tiempo yo entendía que hacer política también conllevaba acompañar unas acciones de gobierno desde la ciudadanía. Entonces, por ejemplo, el cine y el teatro estaban muy abandonados, y es verdad que en aquellos años en estos campos se hizo gestión y se avanzó.

– ¿Sigue siendo de izquierdas?

– Es que las definiciones esas de izquierdas y derechas ya no son exactas.

– ¿Y entonces?

– Solo se puede avanzar si avanzamos en el trato humano que nos dispensemos unos a otros. Hay que volver a situar a las personas en el centro de todo, y gastar energías en cómo vamos a afrontar acertadamente los cambios que vienen. El pasado siempre es revisable y es fácil hacer reproches desde el presente, pero yo no me arrepiento del compromiso que asumí, aunque ahora ya me siento un poco jarrón chino con respecto a todo eso... Lo que lamento es que ya no se buscan hombres de Estado, sino ejecutivos que puedan conectarse con los grandes 'Estados', que son las grandes tecnológicas, los grandes capitales y las grandes estrategias económicas globales.

– ¿Le asustan los cambios?

– No, no, espero los cambios con mucha curiosidad.

– ¿Se gusta, se quiere, tendría que cambiar?

– A mi edad ya no me gusto, ya sé que soy yo [sonríe] y que podría mejorar en muchas cosas; pero quererme sí, me quiero mucho porque necesito dar cariño. Soy muy protector de los míos. Cada vez valoro más estar con la gente que quiero. Yo no tengo por delante todo el tiempo del mundo, pero lo voy a vivir con intensidad, se lo aseguro.

– ¿Se perdona con facilidad?

– No me queda más remedio que perdonarme, porque la exposición pública también ayuda a que cometas errores que se derivan de eso, precisamente: pierdes los nervios, hay cosas que no explicas adecuadamente, molestas a alguien, a veces hablas o actúas desde alguna herida y no desde la calma... Soy consciente de que meto la pata, y lo que intento cuando eso ocurre es intentar arreglar lo que hecho mal y perdonarme. El perdón es la única manera de no volver atrás. Además, tampoco es que yo tenga una visión negativa de la vida, en el sentido victimista de decir 'siempre te quitan todo', 'siempre habrá alguien que intentará joderte'... No, yo he tenido todo tipo de éxitos y también de vicisitudes, de multas, de problemas, de fracasos... pero no tengo ninguna sensación de que la vida haya ido nunca a por mí.

Un mundo de contactos

– ¿Qué intenta cultivar?

– No me considero una persona neutra, banal e idiotizada, pero sí una persona a la que le gusta la discusión pacífica y por eso soy muy mal peleador.

– ¿Mira de reojo al galán que fue?

– [Sonríe] Los carteles de mis primeras películas, 'Lulú de noche', 'La muerte de Mikel', 'La voz de su amo', siempre mostraban mi cara, mis ojos y mi boca. Ahora, a lo más que aspira uno es a pasear, como hacía yo el otro día por Alicante, y a que se den una vuelta unos chavales y digan: '¡Joder, qué bien conservado está el viejo ese, tío!'. Ese es el mérito ahora [ríe].

– Dígame una frase de Willy Loman que le guste.

– «En aquella época había respeto, camaradería, gratitud». También dice que no importa lo que hagas, ni importa lo que digas, ni quién seas, sino que importa a quién conozcas. ¡Los contactos, los contactos son lo importante! Tremendo. En su país, dice también, un hombre cualquiera puede terminar lleno de diamantes con tal de caerle bien a la gente. Setenta años después podemos preguntarnos: '¿Cuáles son las empresas que más facturan en el mundo, a qué se dedican? ¡A los contactos! ¿Y a qué se dedica hoy mucha gente en mitad de esta carrera por aparentar ser feliz? Pues, si no puedes ir a catorce restaurantes de tres estrellas, te pones delante del de Quique Dacosta, por ejemplo, te haces un selfi, lo mueves por las redes sociales y todo el mundo pensará que has estado dentro de comensal.

– ¿Tiende usted a la tristeza?

– No, aunque soy seco, serio. No tengo tendencia manifiesta a la depresión, pero sí tengo, como todas las personas públicas, que andar con mucho cuidado con la autoestima. Consigues logros y eso te produce un ego muy fuerte, y si la autoestima la tienes descompensada te viene a visitar el diablo. ¡Hay que andar con cuidado!

– Lila Downs me dijo que 'contra la tristeza, el vino'.

– ¡El vino! Con siete años, ya me encargaba de ir a por vino al bodeguero para llevarlo a casa. Y con el vino no soy desmoderado. Así como fumando sí he tenido que corregirme muchísimo porque soy un desmoderado, con el vino no me ocurre eso. Yo me he emborrachado con vino muy pocas veces. Además, mi relación con mi vino, con 'Bruto', y lo que se pueda derivar de esta aventura, la contemplo también como una compañía en los próximos veinte años; y también como una aportación, aunque sea de unos eurillos [sonríe] a mi economía de, cuando llegue, jubilación. El mundo está muy jodido, y a este ritmo verás tú, y es verdad que el vino algo ayuda a mantener el ánimo.

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