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Carlos Escribano Subías, este martes en el Seminario de Logroño, tras anunciar su nombramiento como arzobispo de Zaragoza. Juan Marín
«La Iglesia es como un transatlántico, le cuesta maniobrar y necesita su tiempo»

«La Iglesia es como un transatlántico, le cuesta maniobrar y necesita su tiempo»

Carlos Escribano Subías | Nuevo arzobispo de Zaragoza ·

El obispo saliente de La Rioja reconoce la brecha entre la Iglesia y «una sociedad cada vez más secularizada» pero reivindica el espacio de la institución

J. Sainz

Logroño

Jueves, 8 de octubre 2020, 08:17

«La Iglesia es como un gran trasatlántico. Maniobrar cuesta mucho y la Iglesia necesita un tiempo para hacer las reformas que precisa». Después de solo cuatro años como obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, Carlos Escribano Subías (Carballo, La Coruña, 1964) acaba de ser nombrado arzobispo de Zaragoza, uno de lo más jóvenes de España. Aunque gallego de nacimiento, este aragonés a todos los efectos regresa a su tierra sin haber hecho en La Rioja mucho ruido pero tratando de poner en marcha una tarea de renovación que considera imprescindible. «Antes la Iglesia hacía una convocatoria y la gente respondía -afirma -. Todo eso se ha ido derrumbando (...) Quien no vea esa secularización se engaña. Hay una mutación en la sociedad y la Iglesia debe encontrar su espacio. Yo creo que la Iglesia puede seguir proponiendo cosas interesantes también en este contexto social. Muchas veces es nuestra propia torpeza la que nos lo impide. Ese es nuestro gran reto».

-¿Puede hacer balance de su obispado en La Rioja? ¿Quizás demasiado breve?

-Solo cuatro años, sí. Mi obispado aquí ha estado marcado por el pontificado de Francisco y sus propuestas pastorales, con intuiciones muy brillantes y muy atentas a una realidad social que ha mutado. Hicimos un lanzamiento importante con un acto multitudinario en la plaza de toros para que las parroquias tomaran conciencia de que íbamos a empezar una nueva tarea de evangelización. Luego hemos ido desarrollando todo aquello, tratando de renovar la vida de las parroquias, algo que no es sencillo por la edad de la gente. Y ahora estábamos en una fase de crear espacios de diálogo. Mucha gente se ha prestado a crear esos caminos con el mismo deseo de construir una sociedad mejor. Pero el covid ha sido un golpe para todos y a nosotros también nos descolocó muchísimo. Reunirse ahora es más difícil.

-La marcha de Juan José Omella a Barcelona y ahora la suya a Zaragoza deja una sensación de provisionalidad en la silla episcopal riojana o de 'trampolín' a responsabilidades mayores.

-De algún modo es cierto. De aquí también salió don Francisco Álvarez, arzobispo de Toledo y cardenal primado. La Rioja es una diócesis media y amable, como la tierra, y muy manejable por su tamaño. Y es una tierra con muchas posibilidades, por la raigambre cristiana que sigue existiendo en la sociedad riojana. Pero insisto: yo no me tomo mi traslado como un ascenso. Yo me hice cura para ser párroco.

-¿Cómo queda la diócesis riojana durante su relevo?

-Yo ahora soy obispo administrador diocesano con casi las mismas atribuciones hasta que me vaya y entre en Zaragoza el 21 de noviembre. Entonces debe reunirse el Colegio de Consultores para escoger de entre ellos un administrador diocesano hasta que la Santa Sede nombre un nuevo obispo. La diócesis funcionará con total normalidad en este tiempo.

-¿El nuevo obispo vendrá de fuera o puede ser riojano, uno de sus actuales colaboradores?

-Eso nunca se sabe, pero nada impide que sea un miembro de la diócesis.

-¿Qué deja pendiente? ¿Ayer habló de un grupo de renovación en el seno de la Iglesia? ¿Qué debe renovarse?

-Es la tarea ordinaria, esa reflexión profunda a la que llamamos misión diocesana buscando un camino nuevo de evangelización. Era una de nuestras funciones principales. El funcionamiento ordinario de las parroquias va funcionando, también con el reto de la renovación generacional que no se está dando en el ámbito eclesial. Y terminar de configurar un modo de hacer pastoral pensando también en la gente que está fuera de las parroquias y que incluso es beligerante. No podemos hablar igual a la gente que está en las parroquias y a la que le importa un bledo lo que la Iglesia diga. Antes la Iglesia hacía una convocatoria y la gente respondía. Todo eso se ha ido derrumbando, pero eso no quiere decir que nosotros no podamos seguir haciendo nuestra propuesta y nuestra aportación por una sociedad mejor.

-Faltan curas en los pueblos.

-Hay que trabajar en la pastoral vocacional. Necesitamos comunidades vivas para que haya respuestas a estos problemas. Pero es una carrera de larga distancia y la realidad social es muy distinta. De momento en La Rioja puede darse la atención sacerdotal con cierta solvencia. Hay diócesis que están peor en este sentido. Pero quizás en un futuro inmediato haya que pensar que las celebraciones no sean solo el domingo, sino también el sábado por la tarde.

-¿Sería una solución la incorporación de la mujer al sacerdocio?

-Podría ser, pero es algo que depende de la Iglesia universal y nosotros debemos buscar soluciones con los medios que tenemos.

-¿En qué estado queda el patrimonio histórico-artístico eclesiástico?

-La colaboración con las dos administraciones que me han tocado ha sido muy cordial y leal en ese sentido. El patrimonio riojano es magnífico y se conserva en bastante buen estado en parte gracias a esa colaboración. La conservación patrimonial es muy importante porque también es un reclamo turístico y el patrimonio mueve la economía riojana.

-¿No debería la Igesia pagar el IBI?

-Está en discusión. Hay inmuebles que quizás deberían cotizar, por ejemplo aquellos destinados a una función económica; pero los que están dedicados al culto están al servicio de la gente y yo creo que no deben cotizar.

-¿Qué papel está jugando la Iglesia en esta crisis?

-La pandemia ha sido terrible por el sufrimiento que está generando y por las consecuencias que está teniendo. Se generó un sentimiento de sentirnos vulnerables cuando nos creíamos capaces de todo y con respuestas para todo. Si esto no nos hace reflexionar será una oportunidad perdida. Y debe surgir también un sentimiento de solidaridad. Vamos a tener que sompartir mucho para que mucha gente no se quede en un estado de precariedad que le destroce la vida. Nosotros debemos seguir estando cerca de los que sufren, tendiendo nuestra ayuda incondicional a todo el que lo necesite, especialmente a los más pobres y débiles.

-Ha hablado de derrumbe. Cada vez es mayor la separación entre la Iglesia y una sociedad, por un lado, más multicultural y, por otro, aconfesional, como lo es por definición el propio Estado.

-Quien no vea esa secularización se engaña. Hay una mutación en la sociedad y la Iglesia debe encontrar su espacio. Yo creo que la Iglesia puede seguir proponiendo cosas interesantes también en este contexto social. Muchas veces es nuestra propia torpeza la que nos lo impide. Ese es nuestro gran reto.

«Antes la gente respondía a la Iglesia; todo eso se ha ido derrumbando»

«Quien no vea esa secularización se engaña y la Iglesia debe encontrar su espacio»

«Si la pandemia no nos hace reflexionar será una oportunidad perdida»

-Los abusos sexuales constituyen una de las cuestiones más graves. ¿Cree que la Iglesia hace todo lo posible por destaparlos? ¿No deberían ser juzgados por tribunales civiles?

-Tendremos nuestras deficiencias, pero la Iglesia es la institución que más he hecho por esclarecer estos casos. Se han creado oficinas diocesanas para destapar los casos y dar respuestas. Es una indicación del Papa para abordar con personal cualificado que pueda dar respuesta y encauzarlo conforme a la legislación canónica y la civil. Ese es el deseo, porque los abusos son un cotrasentido. Nosotros no estamos llamados para destrozar la vida de la gente, sino para acompañar y para sanar. A los primeros a los que conmociona es a nosotros mismos. Y es terrible que se eche todo por tierra por el pecado o el delito de un miembro de la Iglesia.

-El Papa Francisco llegó con un impulso muy renovador, aunque luego quizás no lo haya sido tanto en la práctica. ¿Qué ha cambiado en el seno de la Iglesia en estos años?

-Las instituciones son muy pesadas, la Iglesia es como un gran trasatlántico...

-Tengo la tentación de decir 'un Titanic'...

-Es como el Titanic, sí, pero esperemos que no se hunda... Maniobrar cuesta mucho y la Iglesia necesita un tiempo para hacer las reformas que tiene que hacer. Lo que ha hecho Francisco es reorientar un poco la proa de la nave y con el paso del tiempo iremos viendo que vamos a llegar a conclusiones distintas.

-¿Y en España? ¿Es menos conservadora y menos intervencionista la Conferencia Episcopla con Omella al frente?

-Aquí conocen bien a Omella. Sí, su elección abrió un horizonte en el futuro inmediato de la Iglesia. Además estamos en un momento de renovación generacional y también eso abre un nuevo periodo en el buen sentido.

-Usted dice ser poco mediático. ¿Considera que la Iglesia debería intervenir menos en cuestiones políticas?

-También es verdad que hacemos propuestas y tampoco nos escuchan mucho.

-¿Su mensaje de despedida a los riojanos?

-El mensaje solo puede ser de agradecimiento y de esperanza. La Rioja es una tierra con muchas posibilidades y no me cabe duda de que la sociedad riojana va a seguir empujando para que las cosas lleguen a buen puerto, especialmente en estos momentos tan duros. Un mensaje de esperanza: las cosas se pueden superar estando juntos.

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