Mi homenaje a la mujer
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Vicenta María López y Vicuña y Paula Montal: dos mujeres distintas, una meta común y una entrega similarCara al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, así declarado por las Naciones Unidas en 1975, yo quiero rendir mi personal homenaje a dos mujeres españolas que destacaron, y mucho, por hacer el bien a otras mujeres. No montaron manifestaciones, tampoco participaron en ... algaradas, ni echaron discursos, ni mucho menos dictaron leyes de igualdad, libertad y fraternidad, sino que con hechos concretos, con la entrega de sus vidas, hicieron el bien, hicieron mucho bien a las mujeres de su generación y a las mujeres de las generaciones siguientes.
Personalmente tengo la convicción, supongo que tan respetable como cualquier otra, de que el problema de la igualdad o de la falta de igualdad, del respeto o de la falta de respeto con respecto al hombre y a la mujer, habrá que resolverlo en el ámbito de la ética y de la moralidad, en la formación de la conciencia personal y colectiva basadas en algo tan viejo y tan olvidado como son los diez mandamientos que estudiábamos y nos enseñaban de pequeños, o de la regla de oro de que «no hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti». Sin esa base que nace en la familia y en la escuela será muy difícil por no decir imposible que se alcance. Y desde luego, ese problema no se resolverá exclusivamente a golpe de leyes y decretos. Si no hay un estrato básico de fondo no habrá nada que hacer.
Dicho esto, vamos con la primera mujer. Se trata de una navarra de la Ribera, de Cascante, que se volcó en dignificar la condición de aquellas chicas jóvenes que a mediados del XIX salían de los pueblos para conseguir en las ciudades, algo así como 'a la buena de Dios', un tipo de trabajo que recibía el nombre y la consideración de sirvientas domésticas, hoy llamadas empleadas del hogar. Esa mujer se llamaba Vicenta María. Había ido a Madrid a estudiar a casa de unos tíos suyos que, ya de tiempo atrás, trabajaban por mejorar la condición de esas chicas que llegaban a Madrid y que con demasiada frecuencia eran objeto de malos tratos, vejaciones, injusticias que vulneraban los derechos más elementales. En ese empeño Vicenta María López y Vicuña dejó los mejores años de su corta vida.
Con un grupo de entusiastas generosas como ella – las religiosas de María Inmaculada - creó una institución que hoy está extendida prácticamente por todo el mundo, y cuyas residencias para jóvenes son verdaderos lugares de acogida donde se estimula su desarrollo integral, en un ambiente de familia desde la sencillez, el respeto y la ayuda, y a la par se atiende a mujeres emigrantes, y se ayuda a otras a la hora de resolver problemas de trabajo y de ocupación. Una ayuda social y humanitaria verdaderamente inestimable la que realizan estas mujeres siguiendo el carisma fundacional de esa navarra universal que fue su fundadora.
Otra mujer que hizo lo indecible por llevar el bien a sus iguales es Paula Montal. Esta catalana de Arenys de Mar vivió en el marco más que agitado del siglo XIX, caracterizado por continuas luchas y revoluciones, a la par que tenía lugar una gran transformación industrial en la región. Esas circunstancias históricas marcaron su formación y determinaron la orientación de su vida, consagrada a la educación de las niñas y jóvenes. Nótese que en los años de la Guerra de la Independencia a las niñas y a las jóvenes apenas se les enseñaba un poco de labores, y algo de lectura y de escritura. Esto en el caso más bien infrecuente de que pudieran asistir a lo que llamaban «una costura», que no era ni el esbozo de la escuela. Pronto comprobó Paula Montal en sus propias carnes la difícil situación en que vivía la mujer, su abandono y su marginación. Ahí descubrió su vocación educadora. ¿Sabían ustedes que la primera escuela que Paula montó con una amiga tuvo como sede un palomar? A eso se llama tenacidad.
Pronto se le unieron otras chicas con el mismo afán educativo. Muy joven tuvo una intuición que marcó el futuro de lo que ya estaba en marcha. Vio que san José de Calasanz había iniciado con sus primeros seguidores escolapios las escuelas para niños que antes no existían. «¿Por qué no hacer lo mismo con las niñas y de una forma estable y con futuro?», se preguntó. Y ahí se volcó esta catalana comprometida con la educación de la mujer.
Haré un brevísimo paréntesis para preguntar algo tan obvio como lo siguiente: visto lo que ha habido en España hasta hace cuatro días en lo que a la educación se refiere, ¿a qué viene este absurdo e inútil enfrentamiento de la escuela pública y de la escuela concertada? Ay, a lo que llegan los fanatismos, la intolerancia, la intransigencia y los sectarismos trasnochados.
Dos mujeres distintas, una meta común y una entrega similar. Hacer el bien a la mujer, siendo ellas mismas muy femeninas, con un feminismo que nace de la ternura del corazón, del amor a Dios y del amor al prójimo. ¿Verdad que son vidas ejemplares?
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