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Es un hombre orquesta, un demiurgo que tiene algo de omnisciente y omnipresente. José Antonio Torres, jefe de Regiduría del Teatro Real, lleva en el coliseo madrileño desde que se reabrió en 1997. Su trabajo consiste en estar entre bastidores para que el espectáculo funcione ... como la seda. A una orden suya se desplazan plataformas, se encienden focos, se activan efectos sonoros y la soprano sale al escenario en el instante preciso con un traje nuevo. Es la mano derecha del director de orquesta, el profesional que desempeña el papel de enlace entre la parte artística y técnica. Su mejor reconocimiento es que el público, al final de la ópera, no advierta que durante cuatro horas, en la tramoya, Torres ha ido con la lengua fuera de aquí para allá, ayudado por tres o cuatro compañeros también regidores, para que la ópera salga a pedir de boca. Torres refuta el dicho de que soplar y sorber no puede ser. Sí, se puede. Lejos de la caja escénica, al regidor le gusta el fútbol -más jugar a él que verlo-, viajar en moto, ir al mar, solazarse contemplando un ballet y leer a Galdós. Y, claro está, escuchar óperas.
9.00 horas. Me levanto tarde. Ayer terminó la función a las once de la noche y, entre unas cosas y otras, entre que recoges y tal, hay días que acabas casi de madrugada. Si los ensayos son a las 11:00 horas, por lo general estoy en pie a las 8:30.
17.30 horas. Me presento en el Teatro Real dos horas antes de que comience el espectáculo.
23.45 horas. Para descomprimir, al acabar la ópera, me tomo algo con mi pareja, veo una serie o leo. Nada en especial. Cuando era joven sí salía mucho, pero el médico me dijo que los niveles de colesterol bueno (HDL) estaban bajos y los triglicéridos altos. «Reduce un poco la cervecita», me recomendó. Antes mantenía mucho contacto social, ahora menos. Los cantantes se suelen cuidar mucho cuando trabajan, al igual que los bailarines y músicos que tocan un instrumento de viento. Pero por lo general nos va mucho el rollo social. Salir no es incompatible con llevar una disciplina laboral, imprescindible en cualquier caso para preparar los espectáculos.
19.30 horas. Un regidor coordina la parte técnica y artística de una ópera durante los ensayos y una vez que comienzan las representaciones. Ensamblamos todos los elementos para que el espectáculo se desarrolle perfectamente. Eso se traduce en que, durante el transcurso de la función, damos órdenes de entrada a los cantantes, al ballet, a la escolanía, si hay niños, a los figurantes. Eso en cuanto a la parte artística. Con relación a la técnica, supervisamos el buen funcionamiento de la iluminación, el sonido, los efectos, las plataformas, el cambio de vestuario… Todo.
20.00 horas. Hablo inglés e italiano, que son los idiomas en que se maneja el mundo operístico. En mi trabajo debo tener capacidad de ubicuidad, estar en varios sitios a la vez aunque solo sea con la mente; concentración, dotes de inteligencia emocional y estar al tanto de la partitura. Haces tantas cosas a la vez que a veces te pierdes y tienes que preguntar a un compañero: «¿oye, por dónde van?». En una ópera más o menos grande, con ballet y coro, puede haber en el escenario y detrás de él unas 170 personas: unos 130 artistas y 40 técnicos.
20.10 horas. Entre mis competencias figuran el ir a buscar al camerino a un cantante que se retrasa y mantener el silencio detrás del escenario. Porque el asunto de la disciplina, como dictar amonestaciones, lo llevamos también nosotros. Es la parte más inhóspita, por así decir.
22.00 horas. A veces tienes que correr a un camerino porque alguien falta, de modo que hay que estar en buena forma.
10.00 horas. Estudio el libreto y la partitura de 'La cenerentola', de Rossini, para aprendérmelos de memoria y saber qué escenas tiene, cómo se organizan los actos, cuántos personajes intervienen y cuándo actúan unos y otros. Es una ópera que estrenamos el 20 de septiembre. Si ya se ha representado en otro teatro, veo el vídeo. Medimos la partitura hoja por hoja
12.30 horas. En la partitura voy apuntando los 'tops', que son las órdenes que se dan a los técnicos. Cada 'top' puede tener una, dos o más acciones que ejecutar. Cuando llega el momento, digo: «prevenido el 'top 200'», y entonces los técnicos ya están avisados de que en cinco segundos baja un telón, se apagan los monitores del maestro, avanza una maquinaria y entra sastrería a hacer un cambio rápido.
12.00 horas. En ocasiones se producen situaciones imprevisibles. El otro día, un pianista de jazz bastante conocido, sufrió un ataque epiléptico. Se desvaneció y tuvo convulsiones muy fuertes durante 30 minutos. No sabíamos si era un infarto cerebral, un ictus o una crisis epiléptica. El público de esa sala se encontraba a dos metros de distancia. Había familias y niños porque era un evento pedagógico, precioso por otra parte. En estos casos tienes que reaccionar muy rápido, mantener la mente muy fría. Dije unas palabras a los espectadores para que guardaran la calma y desalojaran en orden.
21.00 horas. En 24 años de trabajo, he vivido situaciones muy divertidas. Una vez estrenamos, coincidiendo con la del teatro, en 1997, 'La vida breve', de Falla, con puesta en escena de Francisco Nieva. Había una burra que entraba en escena. El animal tenía una gran facilidad para orinar en el escenario, y así lo hizo, con tan mala suerte que la micción se filtró por las ranuras de la plataforma. A los que estaban abajo para luego hacer subir la plataforma les cayó encima el líquido elemento. «¡Por favor, apartaos. No es agua!», les gritamos. Por suerte era uno de los primeros ensayos. Las flatulencias también juegan malas pasadas. En un ensayo, alguien -no puedo decir quién-, en un silencio soltó una ventosidad muy cómica, de modo que tuvimos que parar el ensayo de la risa. Nos costó reanudar el trabajo.
20.00 horas. Los regidores debemos saber música, seguir una partitura correctamente, tanto en clave de sol como en clave de fa. Yo he sido barítono, influido porque mi padre es director de orquesta y pianista, y mi madre es bailarina. He hecho zarzuela. Soy un gran aficionado al género por tradición familiar. La zarzuela me encanta, es una maravilla.
21.00 horas. Aprendí el oficio haciendo de regidor del musical 'Los miserables'. Curiosamente fue un 'rock manager' el que me dio la primera oportunidad. Tras hacerme unas pruebas -tenía 17 años y estudiaba piano por aquel entonces-, me preguntaron cómo reaccionaría en caso de que hubiera un corte de suministro de luz. Lo que hice fue contestar con sentido común y conseguí el trabajo. Con 'Los miserables' he vivido cosas mucho peores que en el Teatro Real. En dos años estuve en más de 600 representaciones y tuvimos que cancelar en unas diez ocasiones. En el Real solo hemos suspendido una función cuando parte del público protestó por un malentendido, por la recolocación de algunos espectadores en las butacas de paraíso, al creer que no se guardaba la distancia de seguridad.
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