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Hace ahora un año, todos los alumnos que acababan de iniciar el segundo curso de Bachillerato, los que, si las cosas iban como esperaban, llamarían unos meses después a las puertas de la universidad española, habían perfilado en mayor o en menor medida cómo sería ... su estreno universitario. La pandemia convirtió de la noche a la mañana todos sus planes en castillos de naipes de imposible equilibrio ante el vendaval pandémico. Al otro lado, las universidades de todo el mundo se reconfiguraron, tuvieron que abandonar la zona de confort en la que, ajena a cambios abruptos, habían vivido durante décadas para seguir cumpliendo con eficacia el papel que les ha asignado la sociedad. Esa metamorfosis ha llegado para quedarse, pero ¿cómo será la universidad del futuro?
«Muy potente y seguirá trabajando y haciendo las cosas muy bien. Lo principal que tiene que hacerse es adaptarse a las circunstancias de cada momento», ha defendido Adelaida de la Calle, expresidenta de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) y exrectora de la Universidad de Málaga, en la segunda de las mesas redondas de las X Jornadas Futuro en Español celebradas este jueves en Logroño.
«La nueva universidad, además de las funciones de generación y transferencia del conocimiento, requiere ahora nuevas metodologías y otras funciones que debe poner en marcha y en ella se utilizarán las nuevas tecnologías combinando presencialidad y no presencialidad», ha sostenido la catedrática en Biología Celular.
Pero ese futuro debe maridarse, necesariamente, con el presente y, sobre todo, el pasado. Es decir, completar un proceso de destilado global para extraer sus auténticas esencias, las germinadas en tiempos de coronavirus y las arraigadas desde sus orígenes.
Francesc Pedró, director del Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, ha radiografiado la situación actual de la educación superior para concluir que nos encontramos «ante un experimento universalidad, mal diseñado, que nos obliga a todos a tener que actualizar competencias en lo digital, en lo profesional, en lo pedagógico». Este formato de urgencia al que ha obligado la pandemia obliga, reflexionó, a un análisis profundo para «aprender de lo que está funcionando bien y descartar lo que no funciona. En la universidad del futuro tenemos que aprovechar todo el ímpetu que hemos dado, pero hay que volver la vista atrás para recuperar todo lo que estamos perdiendo.
Ese es un proceso que desde la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), ya se está completando, ha explicado su secretario general, Mariano Jabonero, que ha activado el plan estratégico Universidad 2030 tras la cruda realidad alumbrada por el informe diagnóstico de la Educación Superior en Iberoamérica que evidenció que el gran crecimiento de la formación a distancia (el 73%) ha sido pareja a la pérdida de calidad de esa formación y al descenso de la capacidad investigadora. «Tenemos un reto muy importante», defendió Jabonero, «que es recuperar la calidad de la educación». Para ello conminó a los gobiernos de la región a abandonar la retórica y ha impulsar políticas públicas: «Hay países en Iberoamérica en los que el 0,1% de los profesores de universidad son doctores y eso está vinculado a la inversión», insistió.
El abrupto nuevo escenario con que se han encontrado las universidades presenciales no ha sido tal en las instituciones 'on line', que incluso han puesto a disposición de aquellas su experiencia. «Teníamos la responsabilidad social de transmitir nuestros conocimientos y lo hicimos», ha explicado Rubén González, vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado de la UNIR. «Estamos viviendo una situación que es una revolución para la educación. En el futuro habrá un sistema mixto de educación» en el que la formación a distancia romperá barreras hasta ahora infranqueables para «llegar a cualquier rincón del planeta».
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Pero ese augurio puede chocar con la realidad de muchos países. No ya en un futuro más o menos inmediato, sino en el presente: la brecha digital. «No es un problema que afecte a los más vulnerables. En los estudios hechos en la región (América Latina y Caribe) hemos visto que esta solución de emergencia adoptada ha traído tres riesgos de desconexión. El primero es, precisamente, la falta de conexión. En América Latina sólo uno de cada dos hogares cuenta con equipamiento y bando de ancha suficiente; el segundo es que el 60% de los alumnos tienen problemas socioemocionales por el corte abrupto de la pandemia; y el tercero que cuentan con dificultades en la autorregulación del aprendizaje».
Fortalezas, debilidades y retos en los que seguir trabajando porque, ha dicho Pedró «hay un potencial de crecimiento enorme con una comunidad de hispanohablantes muy amplia y un interés internacional por la lengua y la cultura española». Con un asterisco: «Estamos en permanente creación de un espacio iberoamericano de ciencia, de investigación, de cultura que nunca se desarrollará sin no contamos con voluntad política». En esa línea Rubén González apuntó que «el futuro es apasionante. Vivimos una revolución que nos traerá un futuro diferente en el que el tamaño va a ser importante y los que sean más grandes podrán hacer más cosas».
Adelaida de la Calle, por su parte, insistió en que «las universidades españolas están dando calidad y se está internacionalizando con los mismos recursos. Los palos que hemos recibido las universidades públicas han sido tremendos y aun así somos competitivos. Tenemos que hacer una formación más transversal y mejorar métodos didácticos. La universidad no puede encerrarse en sí misma y ofrecer una educación que no tenga aplicación en la sociedad ni genere un empleo digno. Debemos cambiar tanto en la docencia como en la investigación y en la transferencia del conocimiento. No podemos seguir adelante con el modelo que teníamos».
La presidenta regional, Concha Andreu, en un mensaje pregrabado, puso el broche final a las Jornadas recordando que «la apuesta del gobierno para hacer de La Rioja la capital digital del español en el mundo sale reforzado en este contexto de pandemia. Buscaremos que la lengua española ocupe el lugar que le corresponde en el escenario digital. Queremos que se investigue y se genere actividad económica a través de nuestra lengua y desde la tierra en la que nació».
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