La hoguera de las vanidades

El cineasta sueco vuelve a la pantalla del Teatro Bretón con su discutida propuesta que cuenta la excursión por alta mar y en un yate de sofisticado lujo de un grupo plural de millonarios que ven peligrar su estatus cuando su barco se va a pique por una tormenta y deben confraternizar con la clase trabajadora.

Östlund no se muerde la lengua, dice lo que piensa y su cámara registra su descarado punto de vista. Con su nuevo largometraje no depone su corrosiva actitud y se afana en triturar todo lo que se pone a su alcance gestando una ácida sátira en la que dispara a todo lo que se mueve con puntería desigual.

Son conocidas por la cinefilia sus mordaces ocurrencias que atacan sin piedad el postureo insolente de la sociedad opulenta a la que fustiga sin paños calientes. Para ello recurre a su imparable artillería estético/expresiva para armar una afilada denuncia, con humor negro de intensidad variable, que desenmascara el fatuo narcisismo de unos personajes bufonescos derrochadores de estupidez.

El cine del sueco es incisivo pero irregular y se caracteriza por su llamativo envoltorio que esconde en sus entrañas un estilo vitriólico que arremete, para esta ocasión, contra la miserable pomposidad y el glamour más artificial. Hay mucho mamarracho en este viaje destemplado.

Los dardos envenenados van en muchas direcciones y arremeten contra la jactancia del ser humano satisfecho por su cuenta corriente. El poder del dinero es un asco y quienes lo poseen, unos mezquinos patanes. Óstlund les atiza con ganas y sin miramientos.

El autor de 'Fuerza mayor', encantado de haberse conocido, muñe una feroz sátira que no deja a nadie indiferente. Construye una fábula tóxica y perpetra una crítica que no deja títere con cabeza. Parodia a los ricachones llevándolos al fango pero cuando la jerarquía se intercambia los pobres no salen bien parados. La hoguera de vanidades que monta Östlund entra a degüello.

Tanto es así que no le para su emoción de provocar y su desprejuicio le conduce al frenesí estilístico, con una puesta en escena abigarrada de elegancia fina y escatología desatada. La película es cínica, larga, majadera y encalla en algún tramo.