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Sergio Carracedo
Miércoles, 17 de julio 2024, 09:10
El yacimiento de Iruña Veleia no deja de dar sorpresas. La última, de gran magnitud, ha sido el descubrimiento de un circo romano, según han confirmado a este periódico la empresa alavesa Arkikus y la Diputación de Álava. Una vez superado el mayor fiasco de ... la arqueología de Euskadi y condenados, hace ahora 4 años, sus responsables, el lugar arqueológico ha recibido el espaldarazo definitivo para un nuevo impulso. Hace sólo unos días, la entidad foral revelaba a ELCORREO, que los trabajos de prospección no invasiva (georadar y teledetección) «estaban dando resultados» y el primero, mayúsculo, no se ha hecho esperar.
Gracias a las imágenes aéreas y a otras captadas con el sistema Lidar, que permite eliminar la vegetación y detectar los vestigios de edificios y otras deformaciones del terreno, los expertos de la empresa alavesa Arkikus han localizado centenares de evidencias de la presencia de edificios e infraestructuras de cronología romana en el subsuelo de Veleia.
El circo romano, junto al teatro y al anfiteatro, eran las instalaciones más importantes de la ciudad romana. Se trataba de un recinto ovalado y alargado, destinado a divertir al pueblo y acogía carreras de carros tirados por caballos, espectáculos y otras representaciones.
Entre ellas destaca, por su presencia e implicaciones, un imponente recinto de 280 metros de longitud por 72 de anchura. El equipo de investigación, con los hermanos Javier e Iker Ordoño a la cabeza, no tiene dudas respecto a este hallazgo adelantado por la 'Ser'. «Se trata de un circo romano, un edificio de espectáculos en el que se celebraban carreras de carros tirados por caballos que, por sus dimensiones y según las primeras estimaciones, pudo albergar a unos 5.000 espectadores», puntualizan.
Una vez que la arqueología corrobore su presencia, «se trataría del tercer circo romano conocido en la mitad norte de la península ibérica tras los de las importantes Tarraco (capital provincial de la Hispania citerior, actual Tarragona) y Calagurris (ciudad con rango de «municipium», actual Calahorra)», explican. Además, es «el que único que conserva su trazado original al no estar oculto por el urbanismo actual».
No son muchos los circos romanos descubiertos o conservados hasta ahora en la Península Ibérica. Entre los más destacados de la Hispania romana se encuentran los de Mérida, Tarraco (Tarragona), Calagurris (Calahorra), Toledo, Segóbriga (Saelices, Cuenca), Itálica (Santiponce, Sevilla) o Alhambra (Ciudad Real).
De ellos, el de la antigua Augusta Emerita, actual Mérida, es el mejor conservado. Sus dimensiones dan cuenta de la gran capital que fue esta ciudad. Así lo certifican sus 403 metros de largo por 96,5 de anchura, al igual que su capacidad, que pudo ser de hasta 30.000 espectadores.
Al igual que los estadios de fútbol actuales, cada ciudad disponía de uno más o menos acorde a su población. El Circo Máximo de Roma, con 600 metros de largo, podía albergar a más de 150.000 espectadores.
Estos espacios, junto al teatro y a los anfiteatros, eran las instalaciones más importantes de las ciudades romanas. Eran unos complejos destinados a divertir al pueblo y albergaban carreras, espectáculos y otras representaciones.
Gracias al minucioso trabajo de revisión de imágenes, tomadas de una superficie total de 251 hectáreas, estos especialistas han podido identificar en Veleia otros elementos propios de un «urbanismo organizado» tanto en el interior como en el exterior del recinto conocido como 'oppidum' o ciudad amurallada tardía.
Así, han logrado definir «con claridad calles, algunas porticadas, espacios públicos, barrios de viviendas, posibles edificios de culto colectivo, e infraestructuras relacionadas con el abastecimiento de agua o el saneamiento del entramado urbano», entre otros. Todo ello denota la «relevancia que esta ciudad tuvo en el pasado», no solo como parada obligatoria de los viajeros que recorrían la Iter XXXIV, la calzada romana que iba de Astorga a Burdeos, sino como «núcleo urbano vertebrador, en tiempos romanos, del actual territorio vasco y sus inmediaciones».
Gracias a estos hallazgos, la percepción de este importante yacimiento cambia por completo, ya que hasta ahora no se habían descubierto edificios de este calibre, al margen de las murallas monumentales y el mercado. De esta forma, Veleia se presenta como una joya en bruto de la arqueología con mucho todavía por descubrir. Como todo indicio localizado por teledetección, el siguiente paso es la confirmación definitiva, que llegará con la pertinente excavación arqueológica que corrobore la presencia de este circo o al menos vestigios de su existencia, ya que en muchos casos estos edificios, tras su abandono, fueron un lugar de donde se extrajo la gran mayoría del material de construcción para su reutilización en otros emplazamientos.
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Sin embargo, es posible que esa excavación tenga que esperar, ya que la Diputación quiere que las intervenciones se hagan de una manera planificada con el impulso de un plan director 2025-35. Este miércoles, la entidad foral presentará públicamente los resultados «de gran relevancia» de este proyecto piloto de investigación desarrollado en este emplazamiento que cuenta con vestigios de presencia humana de los últimos 3.000 años.
En el yacimiento alavés de Iruña Veleia se han encontrado evidencias arqueológicas de ocupación humana desde, al menos, la Edad del Bronce. Protegidos por un escarpado espolón en un meandro del río Zadorra, sus habitantes tuvieron siempre un excelente control visual de la Llanada. A la ciudad caristia llegaron más tarde los romanos, que siglos después fortificaron la ciudad con unas murallas que pudieron alcanzar los ocho o diez metros de altura.
Se han documentado edificaciones del siglo V y durante la Edad Media hubo en el lugar varias aldeas que después se despoblaron.
La Orden de San Juan
También se ha probado que fue el solar de la familia de los Iruña y, por último, en la ciudad amurallada se asentó la Orden de San Juan, que al menos tuvo una iglesia, la casa del prior y un hospital, dependencias que estuvieron en uso hasta el siglo XVIII. Se cultivó durante décadas y, hasta el siglo XIX, una ermita estuvo en pie, que fue documentada por Becerro de Bengoa.
No son muchos los circos romanos descubiertos o conservados hasta ahora en la Península Ibérica. Entre los más destacados de la Hispania romana se encuentran los de Mérida, Tarraco (Tarragona), Calagurris (Calahorra), Toledo, Segóbriga o Alhambra (Ciudad Real). De ellos, el de la antigua Augusta Emerita, actual Mérida, es el mejor conservado. Sus dimensiones dan cuenta de la gran capital que fue esta ciudad. Así lo certifican sus 403 metros de largo por 96,5 de anchura, al igual que su cabida, que pudo ser de hasta 30.000 espectadores. Al igual que los estadios de fútbol actuales, cada ciudad disponía de uno más o menos acorde a su población. El Circo Máximo de Roma podía albergar a más de 150.000 espectadores.
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