Juan Eslava Galán | Escritor
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Juan Eslava Galán | Escritor
«No me gustaría vivir más de la cuenta»Hay ocasiones en las que Juan Eslava Galán (Arjona, 1948) está dispuesto a cambiar su reino por un bocadillo de calamares. Ay, el hambre, que arrasa con todo menos con la tierra baldía en la que a veces se convierte el tiempo gris que respiramos, ... y de la que habló uno de sus poetas preferidos. El novelista y divulgador de la historia acaba de publicar 'La Revolución Francesa contada para escépticos' (Planeta), una revolución «que llevaba décadas gestándose y supuso un cambio de paradigma en la sociedad europea: la abolición de la monarquía en Francia y la primera declaración de los derechos del hombre y el ciudadano». «Nadie cuenta la historia como Eslava Galán. Esa mezcla de sabia erudición, arte narrativo e ironía inteligente suele producir mezclas explosivas», destaca Arturo Pérez-Reverte. Lo que está claro es que Eslava Galán hizo caso a los dos grandes consejos que le dio su abuela: que fuese una persona formal y que siempre se comportase como un caballero. La entrevista se realizó en Barcelona, en la tarde del 14 de octubre, horas antes de que se fallase el Premio Planeta de novela 2023, de cuyo jurado él ejerce de portavoz.
- ¿Como ciudadano qué?
- Pues, como ciudadano que soy de este país y de este mundo, mi estado de ánimo es muy pesimista.
- ¿Y eso?
- Porque creo que la democracia se ha ido a la mierda y lo que tenemos es una partitocracia, con ayuda de las listas cerradas que nos presentan los partidos; no solo nuestro voto no sirve para nada, sino que tenemos los políticos más incompetentes de toda la etapa democrática.
- ¿Le gustaría matizarlo?
- Sí, diría que incluso tenemos analfabetos sentados en el Consejo de Ministros; analfabetos virtuales, algo que no se da en ningún sitio en Europa.
- A esta situación que describe se habrá llegado por algo.
- Como decía el torero, degenerando, hemos llegado a ella degenerando. Ya empezamos mal, cuando se hizo la Transición, que yo siempre he llamado la 'transacción', declarando que había regiones de primera y otras de segunda, cuando se supone que en una democracia todos los ciudadanos somos iguales ante la ley. Y ahora estamos en un momento crítico con el presidente que tenemos, que parece que al final irá a la investidura firmando lo que le pongan por delante.
- Los votantes.
- Somos un pueblo entrañable, sin duda alguna, y tenemos un país donde vale la pena vivir, pero lo que no tenemos es formación democrática, y eso no se improvisa. Ese es nuestro gran problema, porque, por otro lado, somos gente afable, mantenemos valores familiares y tenemos una serie de virtudes que a lo mejor se están perdiendo en otros lugares del mundo; pero la situación política es muy jodida.
- ¿Qué podría aliviarla?
- Para que hubiese un cierto equilibrio haría falta que existiera, como ocurre en los países civilizados, un partido de centroderecha y otro de centroizquierda. Aquí resulta que cada vez los extremismos valen más, y que algunos socialistas han destruido virtualmente al PSOE, que es un partido muy necesario para la buena administración del país.
- ¿Cómo ve a la extrema derecha, a Vox?
-Creo que tiene la guerra perdida, aunque hace mucho ruido. Si no fuera por la situación de la que hemos hablado, de la que se están aprovechando, no tendrían gran importancia. Igual que en su momento se desinfló Fuerza Nueva, se desinflaría Vox si no fuera por esta situación tan delicada que vivimos.
- ¿Qué es un error?
- Pensar que aquí de lo que se trata es de votar cada cuatro años; y no, se trata de seguir, con cierta atención, lo que están haciendo los partidos políticos con tu voto para luego, evidentemente, pasar factura si ves que no lo están usando bien; pero nosotros creemos que ser democráticos es ir a votar cada cuatro años casi a ciegas, sin tener en cuenta lo que han estado haciendo aquellos a los que votamos.
- ¿Conformistas?
- Conformistas los hay en todos los países, igual que hay envidiosos; incluso le diría que nosotros no somos especialmente envidiosos si nos comparamos con otras sociedades de nuestro entorno. No creo que debamos fustigarnos porque, en términos generales, somos buena gente para convivir y nos caracterizamos porque nos apoyamos y nos ayudamos entre nosotros. Pero con el país no nos implicamos lo suficiente.
- La monarquía parlamentaria.
- Los países más progresistas que hay en el mundo, evidentemente, son las democracias europeas, de las que más de la mitad son monarquías constitucionales. Me parece perfecto que la cabeza del Estado sea una persona que no se implica en los partidos, siempre que sea una persona decente que haga las cosas bien, obviamente. Como parece que lo está haciendo el actual rey. Yo siempre he tenido un espíritu republicano, pero reconozco que, mientras el rey lo haga como lo está haciendo, me parece bien. Es mejor tener a este [Felipe VI] a la cabeza que no al presidente actual.
- El emérito.
- Me ha decepcionado por completo, pero desde el principio, porque tampoco compartí los aplausos que recibía en su momento. Siempre me pareció la persona que es: un aprovechado. Pero él no es la institución monárquica, es un rey fallido.
- ¿Feliz qué le hace?
- A estas alturas necesito ya muy poco para ser feliz: que los amigos y la familia estén bien, y que a mí me dejen tranquilo con mis libros. Yo hago ya más vida social con los difuntos que con los vivos, a través de las lecturas en casa. Y lo que más me sigue gustando es escribir.
- ¿Qué reconoce?
- Que estoy completamente superado por la cuestión tecnológica moderna, pero comprendo que es una cuestión de edad. Entiendo perfectamente que la vida tiene que evolucionar.
- ¿Por encima de todo qué?
- Creo en las personas, en la bondad esencial del género humano, y en que el acierto consiste en que hay que fomentar la amistad, el amor, las cosas positivas.
- ¿Por qué ha querido escribir sobre la Revolución Francesa?
- En la historia de la Humanidad, si no nos remontamos a la invención del fuego o de la rueda, hay dos acontecimientos esenciales: uno es el descubrimiento de América y otro la Revolución Francesa, de la que todos en Occidente somos hijos. El Antiguo Régimen, donde había una casta privilegiada y un pueblo que la alimentaba, se suprime y, de pronto, todos somos ciudadanos, ya no hay señores y vasallos, somos ciudadanos con los mismos derechos y la misma posibilidad de escalar socialmente por nuestra valía. Esto se puede matizar mucho, obviamente, pero ese es el sentido de la Revolución Francesa.
- ¿Qué destacaría?
- La Revolución Francesa la empezaron a hacer las mujeres, ellas son el punto de ignición que quema toda la carga. Ahora que vivimos en un mundo que valora a las mujeres, no hay que perder esto de vista: las mujeres yendo a Versalles porque sus hijos están muriendo de hambre. Por otro lado, vemos cómo los cataclismos naturales influyen sobre la historia poderosamente. La Revolución Francesa, en último término, la provoca la erupción de un volcán unos años antes en Islandia. Se cubre de cenizas Europa, quedan en la atmósfera durante años, las malas cosechas provocan la hambruna... París, que tiene 600.000 habitantes, la sufre especialmente. Las mujeres van a Versalles a protestar y ahí se inició todo; la Revolución Francesa se inició por culpa de un volcán de Islandia, en realidad.
- ¿Qué quedó claro?
- Que la revolución la hace el pueblo, que el pueblo pone la sangre pero que no es el pueblo el que se aprovecha de ella; al final, la que se aprovecha es la burguesía, que es la que ha puesto el pensamiento.
- ¿Tenemos que pedir perdón por el descubrimiento y la conquista de América?
- Absolutamente no. Yo comprendo que hay analfabetos funcionales que no tienen ni idea de lo que fue el descubrimiento de América. Seríamos muy tontos si pidiéramos perdón por haber liberado a una serie de pueblos de las tiranías en las que vivían.
- ¿Cómo está viviendo los últimos enfrentamientos entre Israel y Palestina?
- Hombre, yo entiendo el dolor de los pueblos y todo esto, pero hay que decir que Israel es un país occidental, democrático, rodeado de tiranías cuyo pensamiento político, e incluso social, está anclado en la Edad Media. Aunque tengan mucho dinero y muchos medios tecnológicos, como evidentemente los tienen, están anclados en la Edad Media. Entonces, claro, es muy difícil que esas dos sociedades convivan. No creo que Israel tenga interés en matar a la gente, sino en que la gente no los fastidie a ellos. En este caso, están respondiendo a una agresión bastante tremenda protagonizada por auténticos salvajes, auténticos bárbaros.
- ¿Qué escribirá próximamente?
- Diez años después, tengo tentaciones de hacer una novela. Pero es que hacer un ensayo te obliga a leer mucho, a estudiar mucho, y a mí lo que todavía me interesa es aprender, me entusiasma aprender.
-¿A qué protagonista de la actualidad le gustaría llevar a una novela suya?
- Pedro Sánchez daría bien para una novela psicológica. Es como un príncipe del Renacimiento, maquiavélico, completamente amoral, capaz de pisar cabezas, sin miedo a nada, incombustible.
- ¿Qué persigue usted cuando escribe?
- ¡Que me lean! [Risas.] Y también, lo reconozco, en libros como los que dedico a nuestra historia contemporánea, espabilar a la gente, porque a mí me gusta la gente espabilada.
- ¿Para qué no está ya?
- No estoy ya para tonterías: ni para estar vendido al poder, ni para reírle las gracias a nadie.
- ¿De qué está seguro?
- La vida requiere esfuerzo y no te da nada gratis. Yo me he dedicado a la enseñanza durante mucho tiempo, y sé bien la importancia de inculcarle a la gente que, para conseguir algo que se quiere, hay que esforzarse. El placer a plazo corto no es posible, primero tiene que haber un esfuerzo. Eso de favorecer el '¡esto quiero, esto me tienes que dar!' ha sido un gran error. Me acuerdo mucho de mi primer maestro, don Julio, que nos inculcó el amor al trabajo bien hecho.
- ¿No cae en la nostalgia?
- ¡Nunca! A mí me parece que la nostalgia es un error; la vida es breve, hay que apurarla intensamente y andar mareando la perdiz pensando en lo que pudo ser y no fue no tiene mucho sentido.
- La muerte.
- La mía no me asusta en absoluto. Creo que mi primer testamento lo hice con 30 años; después he hecho varios más, porque hay que ir renovando de vez en cuando. No tengo ningún tipo de miedo a la muerte.
- ¿A qué sí?
- A la decadencia de la vejez; la he visto en gente muy querida... No me gustaría vivir más de la cuenta.
- ¿Y se acabó todo?
- Sí, yo creo que se acaba todo al morir, sí, y no tengo absolutamente ningún problema en que así sea.
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