Pablo d'Ors (Madrid, 1963) es una figura atípica en la cultura española. Desciende de una familia ilustre en la que destaca su abuelo Eugenio, un ensayista de mucho prestigio que reordenó algunas instituciones por encargo del Gobierno de Franco tras la Guerra Civil y ... fue el primer secretario del Instituto de España. Su formación es fundamentalmente germánica y estudió Filosofía y Teología en Nueva York, Praga, Viena y Roma, donde se doctoró. Tras ser ordenado sacerdote, ejerció su tarea pastoral mientras era profesor y crítico literario. A comienzos de siglo se adentró en la literatura y desde entonces ha publicado una decena de novelas, tres ensayos y dos libros de relatos, en los que desarrolla, con planteamientos diferentes, su pensamiento acerca de la esencia de los seres humanos y el papel de la espiritualidad. 'Biografía de la luz' es su ensayo más conocido y ha alcanzado un gran éxito de ventas, algo sorprendente para un texto que su autor define como un 'itinerario espiritual'. En su último volumen, 'Los contemplativos' (toda su obra está en Galaxia Gutenberg), recoge seis relatos extensos sobre la identidad, la soledad, la sombra y el espíritu. También ha sido miembro del Pontificio Consejo de la Cultura.
- ¿Qué tiene que aportar en el siglo XXI la Iglesia a la cultura?
- Toda la tradición cultural del cristianismo, que ha sido extraordinaria. Aunque quizá hoy tanto en arquitectura como escultura o pintura no tiene los grandísimos nombres que tuvo en otro tiempo.
- La pintura, la escultura, la arquitectura y la música occidentales no serían iguales sin la Iglesia. ¿Cuándo se desentendió de eso? Cuesta olvidar que la Iglesia española ha hecho relevantes encargos a Kiko Argüello y José María Cano. No parece lo mismo que pedir un cuadro a Murillo o una misa a Tomás Luis de Victoria.
- No tengo una fecha concreta. Creo que al menos en parte tiene que ver con el Concilio Vaticano II, que yo apoyo y suscribo y me parece precioso. Aquello fue un intento de acercamiento al pueblo de Dios, de popularización, y eso significó que se perdió la faceta más selecta y aristocrática, lo que es la cultura en definitiva. Por ejemplo, hasta el Concilio había música religiosa de gran calidad y a partir de ahí empiezan a meterse en los templos las guitarras y las baterías, con lo que el nivel baja. No sé si comienza ahí el fenómeno, quizá fue antes aunque me parece un momento importante.
Doctrina
«El cristianismo está por estrenar porque nos hemos quedado con una visión doctrinal»
- ¿Entiende que no sea fácil así relacionar hoy Iglesia y cultura?
- Posiblemente porque antes la Iglesia tuvo un papel hegemónico en la sociedad y copaba además buena parte de los ámbitos culturales. Ahora la cultura también se ha democratizado y hay muchas más instancias que la generan.
- Vivimos en un mundo en el que los jóvenes no van a la Iglesia, pero se interesan por la espiritualidad. ¿Esa batalla la han perdido las religiones institucionalizadas?
- Confío en que todavía no, pero es cierto que de momento la están perdiendo. Y si repasamos las propuestas sinodales, las que son de carácter espiritual son realmente pocas comparadas con otras. Eso me parece lamentable porque el principal problema de la Iglesia es espiritual. Su renovación pasa por ahí. Los cristianos hemos de sumarnos a la búsqueda de renovación espiritual desde muchas instancias, pero sin pretender la hegemonía absoluta, aunque tenemos un patrimonio que puede reconfigurar parte de las propuestas. De momento, es necesaria una actitud más humilde. Estamos en un momento de síntesis y tenemos que aprender de las propuestas de los demás e integrarlas. No podemos prescindir de la sabiduría, venga de donde venga.
- Nuestra sociedad es muy materialista, pero en cambio hay movimientos de solidaridad relevantes. ¿Quizá somos más de acción que de meditación, más de hacer porque eso no nos enfrenta con nosotros mismos?
- Tanto la Iglesia como la sociedad se han construido sobre el mito, porque yo creo que lo es, de la suma de pensamiento y acción. Pero antes de pensar y actuar hay que mirar y escuchar. La propuesta contemplativa es muy primordial y puede cambiar el pensamiento y la acción.
Debate
«El desafío es articular la pluralidad religiosa, no privatizarla»
- Los personajes de su último libro se enfrentan a crisis de identidad, de creencias, de incomprensión, de soledad… ¿Cómo resolvemos esa crisis?
- El auge de los 'coaches' y de los psicólogos se debe a eso, a que la gente no sabe a dónde acudir. Tengo gran confianza en la propuesta espiritual de autoconocimiento, y eso puede hacerse con las tradiciones religiosas o sin ellas. Es más sensato lo primero porque tenemos milenios de experiencia. De momento, Occidente está dando la espalda a ese patrimonio religioso. Pero confío en que cuando toque fondo, cosa que aún no ha sucedido, sea capaz de retormarlo desde otra perspectiva. Por eso suelo decir que el cristianismo está por estrenar, porque seguramente nos hemos quedado con una visión doctrinal y no hemos entrado en lo espiritual, que es lo más profundo; que incluye la doctrina y la moral, pero las trasciende. No hay que renunciar al pasado, hay que redimirlo. Lo mejor que podemos hacer es vivir a la altura de nosotros mismos, vivir con la máxima dignidad e intensidad. Un hombre en su sitio es capaz de movilizar a muchas personas. El espíritu es contagioso.
Paz interior
- ¿Qué opina del proceso de resignificación cultural que tienen muchas celebraciones cristianas que van siendo despojadas de su sentido original, como la Navidad o las procesiones de Semana Santa?
- El caso de la Semana Santa y las cofradías es un fenómeno como para estudiarlo aparte. Hay gente que participa en ellas y es religiosa aunque lo sea a su manera. Muchos grupos eclesiales podrían tomar nota de las causas por las que funcionan tan bien. Pero, volviendo a la pregunta, más que una resignificación creo que lo que hay es una secularización de las fiestas, que están bien pero pierden hondura.
Espiritualidad
«El éxito de 'coaches' y psicólogos se debe a que la gente no sabe a dónde acudir»
- Usted reivindica el silencio, la meditación, pero la estrategia de muchas de las nuevas religiones que ganan fieles es justo la contraria: hacer de cada liturgia una fiesta.
- También dentro del catolicismo hay movimientos religiosos con ese carácter festivo que arrastran a mucha genter, sobre todo jóvenes. El ser humano tiene esa dimensión social y la religión lo cubre pero no puede quedar en lo externo. Debe estar al servicio de la espiritualidad. En cualquier caso, funciona esa faceta festiva por muchas razones: necesitamos grupos en los que reafirmarnos, hay emotividad y proporciona una cierta cosmovisión. Pero esa cosmovisión religiosa es demasiado infantil. El problema es de nivel de conciencia.
- ¿En qué sentido?
- La Iglesia ha nacido en un nivel de conciencia mítico y se ha desarrollado en un nivel racional. Hoy la Teología es mito racionalizado. Eso ha configurado nuestras creencias. Pero ¿cuál es el desafío hoy para las iglesias? Pues trascender todo eso en el paradigma místico, que es la conciencia. Y desde ahí todo, la fiesta, la comunidad, los sacramentos...
- ¿Por qué muchos de quienes buscan paz interior, reflexión, se pasan a religiones como el budismo o practican la filosofía zen?
- No debe extrañarnos porque la oferta cristiana para el camino espiritual es muy escasa. En las parroquias se forman grupos para muchas cosas, pero apenas ninguno para la meditación. Y la tradición meditativa hinduista y budista es más antigua y está mucho más desarrollada.
Asunto público o privado
- En nuestras sociedades, eso de la meditación tiene que sonar a mucha gente verdaderamente extraño. Todo el tiempo estamos haciendo algo.
- Eso es pura ignorancia. Es como esa gente que te dice que para qué ir a Francia si aquí ya tenemos todo. Es temor a lo desconocido, a lo que tenemos dentro. Mucha gente critica todo esto de la interioridad sin tener la menor idea de en qué consiste. Obedece a que uno tiene miedo a quedarse solo. También a esta mentalidad pragmática que tenemos de que todo tiene que servir para algo, y la meditación, como el arte y el amor, no son utilitarios. Aún hay más: la acción y el pensamiento nos autoafirman y en cambio el silencio no da alimento al ego. El silencio nos iguala, por eso es estructuralmente humilde. El silencio no es ausencia de ruido sino ausencia de ego.
Fieles y Semana Santa
«Muchos grupos eclesiales deberían tomar nota de por qué funcionan tan bien las cofradías»
- Tampoco la Iglesia parece valorar esto de la meditación. Los anuncios de cada año cuando llega la campaña del IRPF se refieren casi exclusivamente a su función social.
- Es que la Iglesia no está tan convencida de lo que estoy diciendo. Si no, habría propuestas en ese sentido de recuperar el mundo de la interioridad. También es cierto que hay una tradición milenaria de caridad, de atención a los más necesitados y se sigue en esa línea. Eso está muy bien, pero no basta, no es la única cara. Cuando yo hablo de que vivimos un tiempo de síntesis es porque la tradición judeocristiana subraya el 'tú' mientras las orientales se fijan en el 'yo', en entrar en uno mismo. Creo que ha llegado el momento de que el 'yo' y el 'tú' se den la mano y descubramos que el camino de la plenitud es alteridad e identidad. El servicio social es maravilloso pero puede derivar en un mero humanismo sin esta dimensión trascendente. Y el ser humano la necesita.
- ¿La religión debe ser un asunto privado o público?
- Es necesariamente público. Decía Gandhi que quien diga que religión y política no tienen nada que ver no sabe lo que es la religión ni la política. No puedes guardarte algo tan definitivo, tiene que expresarse de algún modo. Articular la pluralidad religiosa es el desafío, no privatizarla.
- Hablábamos al principio del papel de la religión hoy en la cultura. Cerremos el círculo dándole la vuelta. Hoy los artistas no están interesados en acercarse a la Iglesia, ni apenas a la espiritualidad.
- Es un problema estructural. La gran desgracia de hoy para la Humanidad, al menos en Occidente, es el materialismo porque es un profundo error. Es un error creer que es el cerebro el que crea la conciencia, cuando es el verbo el que crea el mundo. Es la conciencia la que crea la realidad, y el materialismo nos ha ido despojando de esta dimensión más trascendente. Pero tengo esperanza en el sentido de que creo que esto de una forma o de otra saldrá a flote.
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