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Aquel día iba hacia casa con la niña de 4 años que extrañamente estaba callada y pensativa. Ante tamaño despropósito no pude por menos que preguntarle por el motivo de ese nubarrón que la envolvía. Ella muy seria me contestó que esa mañana una señora ... en la calle la había llamado «pajarraca». Tras preguntar por los posibles motivos que había tenido la señora para decirle eso, y su respuesta que había sido por hablar mucho, yo traté de suavizar el asunto, pues no lo conocía al completo. Argumenté que quizás era para que se diese cuenta de que era molesto tanto hablar, aunque la palabra usada era fea, que lo importante era portarse siempre educadamente, y etc. Concluí con otro (inútil) argumento: yo también te digo a veces «golondrina». «Sí, —contestó la niña— pero eso es bueno».

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larioja Golondrinas y pajarracas