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El pasado fin de semana tuvimos la oportunidad, a través de los medios de comunicación, de ver a una chica acercarse a la iglesia de Entrena pilotando un tractor. ¿Particularidad del suceso? Algo bien sencillo: fue al templo a una boda, una boda en la ... que la novia era ella misma. ¿Qué les parece la cosa? A mí me pareció algo sencillamente genial.
En un pueblo uno puede ir a su boda con su propio utilitario. Vale. Puede ir en una limusina, algo que a mí personalmente siempre me ha parecido –¿cómo lo diría yo?– muy excéntrico. En un tractor, pese a lo novedoso, me resultó muy natural. En nuestros pueblos, en nuestra Rioja rural, un tractor forma parte de nuestro día a día, algo muy normal, muy nuestro.
Pero yo quiero felicitar a la novia por lo que me parece más significativo y ¿cómo lo diría yo? como más a imitar. No lo del tractor, que también, sino casarse por la Iglesia. Me parece que tal como están las cosas al día de hoy una boda por la iglesia ofrece un plus de ejemplaridad que trataré de explicar sin caer en un rollo pesadote sobre el asunto.
Creo, y trato de hacerlo, que a las personas hay que respetarlas siempre. Son personas. No son mascotas ni animales de compañía a las que también hay que respetar, aunque no nos dejen dormir por sus ladridos y pongan todos los parques perdidos con sus necesidades. Las personas son seres humanos y además hijos e hijas de Dios, aunque no tengan conciencia de ello. Por eso es mucho más respetable el hecho de que se casen por la Iglesia, el juzgado o el ayuntamiento o ante notario, al hecho de que no se casen por nada sino que sin más se arrejunten, como dicen coloquialmente en nuestros pueblos.
Por mi fe y mis creencias, yo estimo que lo fetén es casarse por la Iglesia, y estoy en mi derecho a pensar así. Conozco perfectamente los datos al respecto y la tendencia de hoy en lo que a las bodas se refiere. Por eso, admiro y bendigo con las dos manos –no tengo tres para hacerlo– a esta chica y a su novio y que se hayan casado además en la iglesia de Entrena, un templo que tiene un retablo construido todo él en madera de nogal en el siglo XVIII, de estilo barroco churrigueresco con las imágenes tan queridas en el pueblo de San Martín, San Cristóbal y San Blas. Yo he celebrado misa en alguna ocasión ante ese retablo y debo decir que es una gozada.
Casarse por la Iglesia o por lo civil no es convencionalismo obsoleto o innecesario. Es un pacto de obligaciones y derechos entre dos personas que se comprometen a respetar los términos acordados por escrito. Casarse implica, por lo tanto, tener la capacidad individual suficiente para firmar un contrato serio (que no es poco) y tener la competencia y la disposición necesarias para asumir ciertas obligaciones bilaterales (el cuidado del otro cónyuge, la crianza y la educación de los hijos), sabiendo que habrá momentos en los que cueste cumplirlas.
Casarse implica tener redaños para comprometerse en público, con cámaras y micrófonos. Casarse supone firmar un contrato entre dos personas que, de mutuo acuerdo, se prometen fidelidad exclusiva y deciden empeñarse en promover –juntos– un proyecto grandioso: el de formar una familia saludable, unida, capaz de proyectarse hacia el futuro para bien de sus miembros y de la sociedad.
Tamaña empresa requiere un marco estable. No para retener a nadie en una relación de pareja indeseada (cuando llegue a serlo, si llega a serlo), sino para permitir que las vidas de los esposos y de los hijos se desenvuelvan en un estrato consistente, consolidado, seguro, capaz de albergar las raíces de sus historias personales y de permitirles crecer y desarrollarse hasta y hacia donde sea menester, sin sentir que tiembla, se resquebraja y rompe (divorcio lo llaman) todo lo levantado y por motivos arrojadizos y muy a menudo arbitrarios. De ahí la importancia de la solidez que la legislación civil debería conceder al vínculo matrimonial y a las obligaciones inherentes, y que hoy día, en España, prácticamente solo promueve la Iglesia católica.
¡Ah! y por cierto. En el año 2020 en La Rioja se celebraron 30 bodas por la Iglesia (pandemia de por medio). En el año 2021 se subió hasta los 150. Este es el dato.
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