«Las genialidades suceden en los clubes y en los bares que ahora están cerrados»
Javier Colina | Contrabajista ·
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Javier Colina | Contrabajista ·
Colina, figura clave del jazz de los últimos treinta años en España, tocará esta tarde en el Bretón al frente de su tríoJavier Colina (Pamplona, 1960), contrabajista de prodigiosa técnica e inagotable inventiva melódica, es una de las figuras clave para poder entender el desarrollo del jazz y también del flamenco en la España de las últimas tres décadas. Llega esta noche al Teatro Bretón (20.30 ... horas) al frente del trío que completan el saxofonista Perico Sambeat y el pianista Albert Sanz.
– Si no tengo mal entendido, usted no puso sus manos sobre un contrabajo hasta los 23 años...
– Fue a los 26.
– ¡A los 26! Vaya... No me dirá que no es algo sorprendente, sobre todo visto desde esta época en la que aquí todo el mundo es o ha sido un 'niño prodigio' en algo...
– Sí, desde luego... Yo, con 26 años, trabajaba en una tienda de instrumentos musicales en Pamplona y me iban a dar ya el finiquito. Entonces vino una chica a vender su contrabajo y el instrumento se quedó allí en la tienda unos días a ver si le dábamos salida. Y yo lo miraba y lo miraba, y cada vez me atraía más, y empecé a tocarlo allí, en la tienda. Y al final dije que en vez del finiquito mejor me llevaba el contrabajo.
– Y solo unos pocos años después usted ya estaba considerado como uno de los mejores contrabajistas de España, si no de Europa.
– Bueno, lo que pasa es que yo considero que he sido músico desde muy niño. Desde que tengo uso de razón estaba tocando el acordeón que había por casa... Luego la guitarra... Era todo de oído, pero, casi sin querer, la realidad era que ya me estaba cultivando como músico. Luego estudié Derecho, pero no dejé de tocar música nunca. Así que cuando el contrabajo llegó a mi vida, aunque no sabía la técnica, aunque no sabía mover los dedos, sí que sabía muchas cosas sobre la música.
– Tete Montoliu repetía mucho aquello de «el jazz se aprende tocando con gente mejor que tú».
– Es que es así. Yo pienso exactamente igual.
– Pues usted ha tenido el honor de tocar al lado de verdaderas luminarias del jazz como Al Foster, Chucho Valdés... o el propio Tete. ¿Qué ha aprendido de ellos?
– Mucho, porque además ellos no solo es que fueran mejor que yo sino que además eran de una generación anterior a la mía, con lo cual aprendes cosas que no tienen que ver exclusivamente con la técnica o la teoría musical sino con otra manera de ver las cosas. Y luego está también el hecho de que cuando actúas junto a gente que toca muy bien parece que tú también toques muy bien, aunque no sea así, porque todo sucede como a otro nivel.
– Usted ha abandonado con frecuencia el terreno estrictamente jazzístico para adentrarse en el flamenco o en la música cubana. ¿Qué nexos comunes ha encontrado entre estas músicas que le permiten moverse de una otra con tanta facilidad?
– Yo aprendí a tocar jazz porque me apasionaba, pero sabía que en el fondo esa música no formaba parte de mi cultura. Pero de repente me fui a vivir a Madrid con la intención de tocar jazz y me instalé en el barrio de Cascorro, y allí me vi rodeado de gitanos, de músicos flamencos... Los tenía debajo de mi casa... Y me pareció que aquella era una cultura real y propia, y enseguida empecé a disfrutarla. No se puede separar la música de la cultura. Luego, gracias a mi compadre Santiago Auserón llegué a la música cubana. Él me enseñaba música cubana, pero no la que se oye aquí sino la que se oye allí: la música cubana más clásica. Entendí entonces que probablemente esa música era la más cercana a mí. Además entendía bien las letras.
– Ben Webster afirmaba que a la hora de elegir el repertorio para un concierto o para un disco tenía mucho en cuenta las letras de las canciones. Algo aparentemente absurdo puesto que él era saxofonista. Pero apostaría a que a usted le pasa un poco lo mismo.
– Sí, aunque no siempre. Depende. Si se trata de lanzarse rápidamente a improvisar sobre el tema ahí la letra no me importa tanto. Pero luego hay otro tipo de contextos... algunos discos que he hecho... en los que sí, en los que el sustento es la letra. Dicen que también el saxofonista Lester Young lo hacía.
– ¿El qué?
– Lo de la letra. Parece ser que durante los conciertos, cuando se disponía a tocar una balada, le daba la espalda al público y se dirigía durante un buen rato a sus músicos, ante el asombro de la gente de la sala, que no sabía lo que pasaba. Y lo que pasaba era que Lester Young les estaba explicando cómo era la letra de la canción que quería tocar.
– Esa es buena.
– Sí que es.
– Está ya a punto de cumplir 60 años y...
– Vaya... ¡Qué mal educado! (Ríe). ¿Pero no los aparento, no?
– La verdad es que no.
– Bueno.
– Iba a decirle que 60 años me parece una edad magnífica para un músico de jazz.
– Es cierto que uno a esta edad acumula ya un montón de experiencias y eso tiene un reflejo en la música que toca. Pero eso siempre que uno tenga buena memoria. Porque yo creo que una de las cosas más importantes que puede tener un músico es memoria. Si tú vas a interpretar un solo y tienes memoria no tienes por qué mirar papeles. Si tú te acuerdas de todas esas melodías que has escuchado alguna vez, de todos esos acordes... entonces tienes un gran material ahí guardado en tu cabeza con el que hacer cosas. La memoria es muy importante. En la música y en la vida.
– ¿Cómo explicaría usted a los lectores la propuesta musical con la que se presentará hoy en el Bretón?
– Se trata de un trío junto a Perico Sambeat y Albert Sanz, un trío que ya viene bien rodado, porque hemos trabajado juntos muchos años. Contrabajo, saxo y piano. Un trío sin batería, por lo que la música es un poco más 'de cámara', por decirlo de algún modo. No habrá swing americano 'rasgado' sino que habrá cosas de música cubana, boogaloos, también 'standards' de Duke Ellington...
– He dejado para el final la pregunta inevitable. ¿De qué manera está afectando esta situación de pandemia al panorama del jazz en España y a los músicos de jazz?
– Está siendo muy duro. Hay sectores que lo están pasando muy mal, pero nuestro caso yo creo que es más desesperante aún, porque todo depende del roce con el público. Casi todos los sitios donde poder tocar están cerrados y no hay visos de que puedan volver a abrir pronto. Y pasa otra cosa que es importante: tanto en el caso del jazz como en el del flamenco, e incluso en el de la música cubana, muchas de las genialidades suceden en los pequeños clubes o en los bares, que ahora están cerrados, no en los grandes escenarios. A los escenarios todo el mundo va con lo ensayado, pero en los bares es donde pasan cosas, donde germinan las ideas que hacen que la música avance... En fin... Es todo una pena.
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