Glosario gastronómico de la Guerra Civil
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Entre 1936 y 1939 los españoles, sobre todo los soldados, dieron nuevos significados a algunos vocablos culinariosAna Vega Pérez de Arlucea
Viernes, 20 de enero 2023, 00:44
A veces el pasado lejano te alcanza, te asalta y te deja el corazón resentido. Me ha pasado varias veces durante las últimas semanas, mientras investigaba asuntos culinarios relacionados con la Guerra Civil. Siguiendo el rastro bélico de don Perico Chicote me topé con el ... abrumador archivo gráfico del museo Manuel Reimóndez Portela de A Estrada (Pontevedra), en cuya web se pueden ver casi mil imágenes tomadas durante la contienda por Mario Blanco Fuentes, fotógrafo del Cuerpo del Ejército de Galicia. Allí encontré a Chicote sirviendo cócteles a gerifaltes franquistas, pero también vi cosas que me han perseguido en sueños.
Por lejano que parezca el pasado, en realidad siempre está a tiro de piedra. Más aún cuando se dejan a un lado fechas y nombres de batallas para entrar en contacto con la realidad íntima, con la vida doméstica y privada de quienes no aparecen en los grandes libros de historia. La he visto en las fotos de Mario Blanco, la he leído en las instrucciones para hacer 'merluza a la evacuada' y la he sentido al documentar lo que significó entre 1936 y 1939 la expresión 'hacer una paella'.
Ahora ustedes y yo sabemos que aquella paella metafórica y sin arroz se refería a la confraternización entre soldados republicanos y nacionales, con la suerte además de que esa breve indagación sobre el compadreo militar nos descubriera una nueva y fabulosa fuente de conocimiento gastro-guerracivilista. Les hablo de un libro que quizás algunos de ustedes conozcan y que para mí ha sido un afortunado hallazgo: el 'Diccionario para un macuto' de Rafael García Serrano.
Publicado en 1964 por Editora Nacional y firmado por el entonces célebre falangista (además de periodista y escritor) García Serrano, el 'Diccionario' constituyó un extraordinario éxito de ventas para ser un libro de más de 800 páginas. En ellas se recopilaban 452 términos acuñados durante la guerra o a los que se dieron nuevo uso y significado por parte tanto de los soldados de ambos lado como de la población civil. Teniendo en cuenta que Rafael García Serrano (Pamplona, 1917-Madrid, 1988) fue fundador del muy falangista Sindicato Español Universitario, director del diario Arriba y consejero nacional de Falange Española Tradicionalista, su 'Diccionario para un macuto' resulta sorprendentemente conciliador.
A pesar de haber combatido en el bando nacional, el autor dedicó la obra «a todos los que entonces quisieron una España nueva, la quisieran como la quisieran y desde donde la quisieran». Hizo suya la misión de «recoger con piedad y comprensión, con amor y camaradería, con alegre y generosa memoria, el lenguaje de mis amigos muertos y de mis enemigos muertos». Aunque la dicotomía amigo-enemigo nos suene revanchista, lo cierto es que solo habían pasado 25 años desde el final de la guerra.
Esos recuerdos todavía nítidos fueron los que permitieron que el 'Diccionario' compilara vocablos, siglas o frases que de otro modo se hubieran perdido para siempre, ya que la gran mayoría de ellos pertenecieron al habla popular y pocas veces aparecieron en prensa o documentos oficiales. Tómese como ejemplo 'naranjita', que no se refería a una dulce y pequeña naranja sino a la bomba de mano modelo 35 de la marca italiana Breda. Como en el caso de la granada explosiva, fue su semejanza con una fruta la que le dio nombre. Pintadas de intenso color naranja y de reducido tamaño, las naranjitas eran tan llamativas que según García Serrano una vez descargadas y vacías servían de tabaquera, de monedero o de regalo a novias y madrinas para que las usaran como bote de caramelos.
La abundancia de vocabulario alimenticio que contiene este lexicón de macuto nos recuerda que la comida, ya fuese por estar o más bien por faltar, anduvo en boca de todos durante la Guerra Civil. Permanentemente asediados por el hambre, civiles y militares idearon nuevos significados para significantes culinarios como 'cafetera', 'raspa', 'marisco' o 'besugo'. Este último es sin duda el más cruel de todo el 'Diccionario' y se aplicaba de manera despectiva a los cadáveres de los fusilados. 'Mariscos' eran los combatientes gallegos del lado sublevado, mientras que 'cafetera', 'tartera' y 'puchero' fueron sinónimos del casco militar, empleado muchas veces como recipiente para cocinar. 'Raspas', además de las del pescado, se llamaban los emblemas de herido que se ponían en los uniformes y 'mantecado' o 'huevo frito', la estrella de ocho puntas que distinguía a los oficiales.
'Píldoras del doctor Negrín' fue el nombre que recibieron las lentejas, alimento básico del Madrid republicano durante su asedio. El chusco o pan de munición que se repartía entre los soldados era conocido como 'ceneque', el café aguado del desayuno castrense como 'tupi' (de Tupinamba, una cadena de cafeterías baratas) y la carne de vacuno, si la había, como 'funa', ya que así conocían a la vaca las tropas moras y quienes habían servido en Marruecos. Les dejo con una última perla gastro-bélica, la del cohete propagandístico que lanzaba sobre el contrario folletos inflamatorios, noticias falsas y, a veces, trozos de pan blanco o muestras del envidiable rancho del enemigo. Eso sí que es crueldad.
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