Cuando el centollo fue una insignia bélica
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Ideado como insulto contra los gallegos del bando nacional, el término «marisco» acabó siendo adoptado por los soldados del Cuerpo de Ejército de GaliciaGASTROHISTORIAS ·
Ideado como insulto contra los gallegos del bando nacional, el término «marisco» acabó siendo adoptado por los soldados del Cuerpo de Ejército de GaliciaAna Vega Pérez de Arlucea
Viernes, 3 de febrero 2023, 00:39
Algunas representan claramente un centollo, otras un buey de mar o un bogavante. La mayoría son de humilde chapa de latón, hechas en serie, mientras que otras pocas lucen plata y delicado esmalte. Ahora son piezas de museo u objeto de coleccionismo, pero originalmente fueron ... fabricadas para servir como insignia de las tropas gallegas durante la Guerra Civil. Los rojos cangrejos identificaron a los soldados que, ya fuese de forma voluntaria o por reclutamiento forzoso, integraban el Cuerpo del Ejército de Galicia en el bando sublevado. Los lucían bordados en el capote o la guerrera, pintados en el casco o prendidos en la solapa. Acompañado casi siempre de una cruz de Santiago, el marisco sirvió para distinguir a los combatientes nacionales procedentes de A Coruña, Lugo, Ourense o Pontevedra que participaron en las campañas de Aragón y Levante.
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El centollo como símbolo militar nació en respuesta al uso despectivo que durante los primeros meses de la guerra dio la propaganda republicana a la palabra «marisco». Galicia había caído enseguida en manos de los insurgentes y prácticamente desde el inicio de la contienda sirvió como región suministradora de hombres y víveres para los nacionales. En las zonas aún controladas por la República surgió cierto resquemor contra los gallegos por creerse que no habían luchado lo suficiente contra el golpe del 18 de julio. Esa actitud se exacerbó en agosto de 1936, cuando se supo que una columna gallega avanzaba hacia Oviedo para defender la ciudad de las milicias obreras. Aunque el imaginario popular adjudicó la invención a personajes tan icónicos como Pasionaria o Indalecio Prieto, parece ser que la utilización peyorativa del término «marisco» fue obra de una mente anónima.
El escritor lucense Luis Moure Mariño contó en su libro 'Galicia en la guerra' (1939) que la primera vez que esta palabra se usó como insulto fue el 11 de agosto de 1936, y en la radio. «La emisora roja de onda corta 2 F.P. de Bilbao, sostenía una conversación con otra estación radicada en Madrid», explicaba Moure. «El locutor madrileño preguntaba a Bilbao noticias sobre la situación de Asturias, y Bilbao respondía, con cierta displicencia, que no se preocupasen por la situación de dicha provincia. —Es cierto —le explicaba el locutor de Bilbao a su compañero de Madrid— que han salido fuerzas gallegas hacia Asturias; pero no debéis preocuparos— añadía textualmente—, porque en Galicia no hay más que «mariscos», pero no hombres...»
Aquel arrebato tuvo un efecto bumerán. Según Moure Mariño «el humorismo y la ironía de los soldados de Galicia les llevó a adoptar el marisco como insignia y mascota de la guerra», y con el centollo prendido asaltaron ya a los pocos días los montes que rodean San Sebastián. «Se vivió entonces un período en el que no había nada más fácil de distinguir en los frentes, y aun en la retaguardia, que los soldados de Galicia. Aquel que ostentaba un marisco cosido en la guerrera, en el gorro o en el capote, no cabía duda que era un gallego». Aquella fiebre de orgullo marisquero caló incluso entre la sociedad civil: tal y como relató el autor lucense, los gallegos de la retaguardia también demostraban su solidaridad con sus paisanos del frente luciendo langostas, vieiras o cangrejos sobre la ropa.
La obra 'La Guerra Civil en Galicia' (Carlos Fernández, 1988) explica que por entonces la insignia no tenía una forma única y definida. Respondiendo a la variedad de la especie y a la riqueza marisquera de Galicia se veían en los uniformes toda clase de frutos de mar: cigalas, percebes, ostras, almejas, bogavantes, nécoras... Todos bordados a mano en vivo color rojo, hasta que su culto se popularizó de tal modo que comenzaron a fabricarse en serie, hechos de metal y con prendedor incorporado.
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