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Un tomate de apariencia normal y corriente tiene una sorpresa en su interior. Al abrirlo hay algo parecido a una carne molida preparada, que creció allí en vez de las semillas y la pulpa. Se trata de una carne artificial, que se suele cultivar en laboratorio, y que da un paso más allá en la experimentación científica y la IA aplicada a la comida. «En vez de crecer en matrices, se ha puesto dentro de un tomate, porque en el laboratorio la carne crece plana y no volumétrica», explica Cecilia Tham, responsable de Futurity System, en su ponencia 'Oportunidades y desafíos de la IA en la gastronomía', en Madrid Fusión Alimentos de España. «Parece una locura pero los científicos ya lo están haciendo. Y si se puede cultivar carne, también puede hacerse con verduras, como ajo y cebolla, para tener una comida completa dentro del tomate».
En el sector gastronómico se trabaja con la IA para encontrar «nuevas recetas, metodologías e incluso sabores para hallar más combinaciones y nuevos sabores», dice Tham, que reconoce que no ha probado la carne del tomate o experimentos como las frutas inventadas por la IA y construidas en 3D. «Se hace más en Asia porque la regulación es menor y tengo un viaje pendiente a Singapur. Ahora la diferencia es que, por primera vez, las tecnologías están creando cosas que nunca hemos visto. Antes sólo mejoraba, optimizaba, ampliaba lo que ya existía. El rol de los humanos está cambiando».
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Otro ejemplo de lo que puede ocurrir al incorporar las innovaciones más recientes a la cocina cotidiana partiría del uso de los «gemelos digitales» (avatares que se nutren de la información propia). «Al replicar mi perfil, sabe todo lo que me gusta, mis asuntos médicos, las recetas de mi abuela, mi manera de cocinar... y ese gemelo digital puede vivir dentro de mi robot de cocina. Se transforma en un «alma digital» para los artefactos», avizora Tham, que proyecta los resultados obtenidos del análisis de las plataformas de redes sociales. El objetivo es orientar a las empresas «a dónde vamos a ir» para que encuentren nuevas líneas de negocio.
También se puede recrear el placer de comer, pero sin comida. Hay experimentos que aplican impulsos eléctricos en la lengua, y «saca sabores digitalizados». La degustación sin comida tiene un fin, que se relaciona con la salud. «Se puede separar el placer de comer y la nutrición que necesitamos», predice Tham, cuya empresa monitorea los últimos avances científicos que se publican. «Serían dos maneras de comer distintas. Podemos comer lo que nos gusta, saborearlo, sin que nos aporte calorías o engordemos». Los viajes al espacio serían más confortables así.
Todavía más futurista es la idea de «plantas autónomas», que conducen sus propios coches en busca de agua o iluminación, mediante sensores en el vehículo. «Le damos una autonomía similar a la que tenemos los humanos para cubrir nuestras necesidades», señala Tham. «Al desarrollar una autonomía para las plantas, y convertirlas en 'energy-trees', apuntamos a un mundo más sostenible, que tiene en cuenta cómo vive el vegetal. Y eso se puede trasladar al campo, a la producción de alimentos. Imaginad si en el futuro la comida, las granjas, las plantas tienen autonomía y un nuevo tipo de relaciones entre ellas y nosotros para que nos provean la comida primaria». Imaginad pronto, que en cinco minutos la IA encontrará algo todavía más espectacular.
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