«No se trata de renunciar a los grandes beneficios que aportan nuestros avances científicos y tecnológicos, sino de no olvidar que el progreso se convirtió en catástrofe cada vez que fue separado de su conciencia y su pacto con la dignidad humana». Desde esa ... postura profundamente humanista no ajena a las prosaicas exigencias del siglo XXI, el poeta Luis García Montero (Granada, 1958) participa el miércoles junto a la escritora Elvira Lindo en Futuro en Español, el foro que organiza Diario LA RIOJA para reflexionar sobre el potencial del castellano y desafíos como la inteligencia artificial. El también director del Instituto Cervantes defiende impulsar el español en los terrenos tecnológico y económico, pero antepone siempre su identidad cultural y la defensa de los valores democráticos que podrían verse en peligro.
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– La clave es el factor humano.
– Es fundamental. El progreso es una ilusión legítima de cualquier tiempo. Lo que hay que hacer es vigilar que lo que se llama progreso sea en realidad un avance para los seres humanos y no una nueva forma de desigualdad y de opresión. No hay nada más extranjero que una máquina. Y, si hablamos de inteligencia artificial y del lenguaje de las máquinas, tenemos que conseguir que sea una convivencia y una ayuda al servicio del ser humano y no un nuevo mecanismo de manipulación.
– ¿En qué sentido?
– En el sentido de que todo el avance de la inteligencia artificial y de las máquinas estará muy bien si nos permite vivir en sociedades democráticas y libres. Y muchas veces la máquina se programa –porque ellas no nacen de la nada– para imponer patrones en las respuestas o en las reflexiones. Yo reivindico evitar patrones que no contengan valores democráticos.
– ¿Es el español una lengua de tecnología?
– A mí me interesa defenderlo así porque no me gustaría que el patrón fuese anglosajón. Un patrón de 'hombre blanco anglosajón' excluye a muchas personas porque genera sesgo, y hay que evitar los sesgos machistas, racistas, clasistas...
– ¿Explíqueme, por favor, el Observatorio del Español?
– Es un órgano pensado para analizar las posibilidades de la lengua española y de la enseñanza del español, desde analizar cómo se trabajan las bases de datos que después sirven para poner en marcha el lenguaje de las máquinas. Cuando una máquina habla lo hace a partir de una base de datos en la que se han metido miles de entradas de distintas palabras y expresiones... Uno de los trabajos del Observatorio será ir enriqueciendo y analizando esas bases de datos. Otro, indagar en las posibilidades turísticas junto a la enseñanza de la cultura y la lengua españolas, como por ejemplo las posibilidades del turismo del vino y del turismo idiomático.
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INTELIGENCIA ARTIFICIAL
OBSERVATORIO DEL ESPAÑOL
– ¿Qué papel va a jugar el Cervantes?
– El Cervantes se ha responsabilizado de poner en marcha este Observatorio del Español en el Valle de la Lengua en colaboración con el Gobierno de La Rioja. Hemos creado ya a través de los presupuestos la posibilidad de siete puestos de trabajo que se instalen en La Rioja para organizar los trabajos de coordinación. Y queremos extender también una vigilancia ética para que el lenguaje de las máquinas responda a valores democráticos y no genere sesgos ni machistas ni racistas ni de desprecio hacia determinados acentos; que se respete la diversidad cultural dentro de la unidad.
– Es advertencia suya que «el español no funciona como una lengua de 'lobbies' para hacer negocio». ¿Qué le da más miedo: que se pretenda mercantilizar la lengua o que se politice?
– Las dos cosas me parecen preocupantes porque muchas veces las discusiones lingüísticas sirven para ofender. Cuando se politiza una lengua se ofende en lo más íntimo a los hablantes de esa lengua. No comprendo cómo hay gente a la que ofende el uso del catalán o del euskera, porque las dos son lenguas maternas y merecen respeto. Y tampoco puedo entender que se desprecie el español en territorios que son bilingües, donde una parte muy importante de la población tiene el español como lengua materna. Siempre me parece, además de antipática, muy ofensiva la politización manipuladora de las lenguas.
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– ¿Y económicamente?
– Ahí entra otro matiz. Yo sé que el español abre un paso fundamental de comunicación en el mundo de los negocios. Entre empresas que hablan el mismo idioma se multiplican por cuatro las inversiones y por siete los tratos comerciales. La importancia económica del español es muy relevante, pero me gusta defender de una manera cervantina que un idioma es un conjunto de valores y, frente a aprender un idioma solo para cerrar un trato comercial, es importante intentar que la enseñanza del idioma sirva también para comunicar valores.
RIESGO DE POLITIZACIÓN
LA LENGUA Y LOS NEGOCIOS
– Hoy en día el español tiene gran presencia literaria y cultural, pero no tanto económica.
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– Ahora abrimos el Cervantes de Los Ángeles y abrimos en Hollywood porque queremos aprovechar el poder de la cultura hispana en el nuevo cine y la nueva música. Pero al mismo tiempo ahí es donde está la industria tecnológica. Me parece fundamental poder desarrollar una lengua, no solo como la de Cervantes, sino una lengua con un potencial de tecnología y de nueva economía. El español es la segunda lengua en hablantes nativos y es una lengua de carácter internacional porque se abre a más de veinte países que se relacionan entre sí. Eso está haciendo que se enseñe en los colegios e institutos porque saber español ahora mismo abre unas posibilidades laborales y económicas más fuertes que otros idiomas.
– ¿Estados Unidos es ahora mismo el objetivo del español?
– Ahora mismo el segundo país en hablantes nativos de español empieza a ser Estados Unidos. La comunidad hispana en Estados Unidos aislada podría representar la octava economía del mundo. Y hay que combatir algunas tendencias que quieren hacer del español una lengua de pobres en Estados Unidos porque hay numerosísimos hispanos que ya están instalados de manera muy próspera.
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EL ESPAÑOL EN ESTADOS UNIDOS
– ¿Hay otros horizontes geográficos y otras metas?
– Sí. El poder económico del español en estos momentos se ha debido al crecimiento demográfico de Latinoamérica, pero eso es algo que puede empezar a bajar a partir de mitad de siglo. La demografía ahora crece en el África subsahariana, donde el francés tiene ventaja por tradición colonial. Conviene empezar a extender una relación cultural hispana con esa región del planeta para aprovechar su explosión demográfica, que va a ser una revolución. Pero a mí no me gustaría que nuestra relación con el África subsahariana fuera la de las pateras y la migración violenta, sino que haya unos vínculos culturales que nos hagan conocernos y comprendernos unos a otros.
– Ha mencionado 'las nuevas músicas'. ¿Qué impresión tiene del efecto del lenguaje de esas tendencias idiomáticamente tan mestizas y tan influyentes, especialmente entre la juventud?
– La influencia latina es muy fuerte y es muy interesante. Los idiomas conviven entre ellos cuando se trata de realidades fronterizas. Del mismo modo que el español nació por la confluencia del latín con el euskera en un territorio como La Rioja ahora también hay una convivencia de idiomas que va generando palabras y expresiones, algunas de las cuales son modas y otras pueden ser asumidas por un idioma tan fuerte como el español sin que supongan un peligro. También creo que es una tontería aceptar una palabra en inglés cuando la tenemos en español, pero si sirve para denominar una nueva realidad no hay problema en integrarla. Y, desde un punto de vista cultural, si vemos que una inercia cultural lleva a un vocabulario de tipo machista o denigratorio, siempre habrá que reivindicar una cultura que defienda los valores democráticos.
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– ¿Peligra la cultura clásica de los libros frente al dominio tecnológico y audiovisual?
– Ya hemos visto que no se han cumplido otras profecías de aniquilación del libro de papel frente a otros dispositivos. En la pandemia las librerías y las editoriales vivieron momentos brillantes porque la gente cuando se queda en casa encuentra una buena amistad en la literatura. Lo bueno será establecer un diálogo entre las herencias del pasado y los compromisos con el futuro. Las herencias sirven para intentar sacar lo mejor de la experiencia y llevarnos a un futuro más digno, y el futuro ha de servirnos para avanzar evitando los errores del pasado a través de un presente cada vez mejor. Entre los viejos cascarrabias, que hay muchos, y los jóvenes adánicos, que piensan que lo están inventando todo, el periodismo, la poesía, la medicina... está el diálogo generacional, que es lo mejor que aporta la cultura. A mí me dan mucho miedo tanto los que quieren anquilosarse en el pasado como los que quieren despreciarlo.
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– ¿Cambia el papel de la poesía en este tiempo?
– La poesía siempre ha servido para poner en público lo más profundo e íntimo del ser humano. Hay mucho poema en el espacio digital que se parece a una campaña de insultos o a una campaña de una gran superficie el día de los enamorados. Pero los jóvenes que han leído a Rosalía de Castro o a Lorca encuentran una forma de dialogar muy digna desde su intimidad. Eso va en la senda de la reflexión constante sobre lo que significa el ser humano; ese es siempre el papel de la poesía: reflexionar sobre el amor, la muerte y el paso del tiempo.
LA CULTURA CLÁSICA
UNA PALABRA
– Amor, muerte y tiempo... ¿Ha cambiado su poesía desde que falta Almudena [su compañera, la escritora Almudena Grandes]?
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– Yo necesité escribir el libro más difícil de mi vida ['Un año y tres meses'] para encontrar respuesta a lo que supuso para mí la pérdida de Almudena. Me dejó en el absoluto vacío. Desde adolescente he utilizado la poesía para preguntarme qué digo cuando digo 'soy yo', y en este vacío he necesitado escribir este libro para buscarle un nuevo sentido a la vida, al sentimiento de pérdida, al amor, al recuerdo de la enfermedad y los cuidados, a recuperar la voluntad de vivir y el sentido de la esperanza después de una catástrofe. Más que cambiar mi poesía, he intentado volver a una experiencia colectiva, que es la experiencia de la poesía desde la vida y la muerte a lo largo de los siglos, desde Gonzalo de Berceo y el Arcipreste de Hita hasta los poetas más contemporáneos, como Joan Margarit. Y he dialogado con Góngora, con Rosalía de Castro, con Gloria Fuertes, con Jaime Gil de Biedma, con Quevedo... para contestarme qué me estaba pasando y de qué manera, desde una voluntad de vida, se puede aceptar una conciencia tan profunda de la muerte que acaba destruyendo el nosotros que uno había construido.
– ¿Qué impresión le ha causado ver publicada su última novela?
– Mucha emoción. Ella estaba escribiéndola a raíz de la pandemia. Sus primeras anotaciones son de abril de 2020. Le detectaron la enfermedad en una revisión en septiembre. A partir de ahí, lo mismo que de manera muy disciplinada seguía la ruta médica para convivir con la enfermedad e intentar superarla, encontró en la literatura uno de los apoyos más fuertes, porque era su vocación. La vi escribir la novela hasta los primeros días de noviembre del 21. Ella murió el 27 de noviembre. Así que mucha emoción y mucha alegría de ver la novela como ella quiso dejarla cuando ya vio que la muerte se le acercaba.
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– ¿Tiene una palabra para seguir adelante cuanto todo parece perdido?
– Una palabra muy de Almudena, la palabra resistencia. Hay veces que la vida no te deja elegir entre el optimismo y la renuncia. A veces el optimismo resulta ingenuo y la renuncia, un abismo, la negación de todo lo que has creído en la vida. Los resistentes, que eran los protagonistas de Almudena, aprenden a seguir mirando al futuro sin renunciar a sus convicciones aunque se esté perdiendo la esperanza. La palabra que más me ha acompañado en este tiempo no ha sido ni optimismo ni pesimismo; hay cosas que no tienen arreglo, pero hay cosas a las que no quiero renunciar y es la capacidad de resistencia. Resistencia es la palabra que me acompaña.
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