La esperada sección 'Película de culto' que todos los meses programa la Filmoteca Rafael Azcona acoge el emblemático título de cine negro 'Ángeles con caras sucias' (1938), de Michael Curtiz, que se podrá ver a partir de las 19.30.

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La productora Warner Bross se ... había especializado en 'thrillers' con mucha acción, aroma turbio, poso social y notable repercusión. Jack Warner, el mandamás del estudio, edificó un género y puso todo su furor artístico en retratar la criminalidad en la pantalla. De sus platós salieron grandes relatos en los que se oponían el bien y el mal, adornados con mucha sangre, carismáticos villanos, grandes tiroteos, chicas y algo de amor. 'Hampa dorada' (1931) y 'The public enemy' (1931) forjaron una tendencia áspera que se fue suavizando por la implantación del Código Hays. La estricta moralidad afectó a 'Ángeles con caras sucias', que sorteó, en relato y estética, las férreas restricciones. Trazó una intensa historia de amistad sobre un trasfondo de hampa y corrupción manejado con el aplomo narrativo y visual del húngaro Curtiz.

Dos pillos de la infancia, Rocky Sullivan (James Cagney) y Jerry Connolly (Pat O'Brien), se vuelven a ver en el barrio quince años después de sus fechorías iniciales. El primero es un reputado gángster y el segundo se ha convertido en sacerdote. Rocky ha sido traicionado por su antiguo compinche, James Franzier (Humphrey Bogart), y mientras soluciona las cuentas pendientes ejerce de líder en una pandilla de pillos que lo consideran una influencia ante las reticencias de Jerry, cuya misión consiste evitar que los jóvenes se descarríen.

Cagney era una imagen suprema de la casa y actor afilado. Aquí compone una figura mítica de gángster. Su ley de la calle es útil para combatir a los felones pero pésimo ejemplo para la juventud. Lo único que le puede doblegar es el amigo y la conciencia, porque la película es un drama moral.

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