Rosenvinge está en proceso de creación de nuevas canciones. R. C.

Christina Rosenvinge | Cantautora y actriz

«Hay muchas fuerzas involucradas en debilitar la democracia»

La entrevista ·

Sin complejos: 60 años y sigue con su guitarra eléctrica al hombro, dando conciertos y cruzando océanos. Tiene carisma, vive a su aire, se ha enamorado perdidamente de los versos de Safo y está inmersa y feliz en la gestación de su nuevo disco

Sábado, 20 de julio 2024, 13:04

Le encanta Tracy Chapman interpretando 'Fast car', y podría escuchar todos los días este tema hasta el fin de su vida. Pero a Cristina Rosenvinge, madrileña de 60 años, cantante, compositora y actriz, le encantan los descubrimientos, reinventarse, retarse y llevar al límite su imaginación. ... Referente rock, pop e indie, dulce y guerrera según toque caricias o batalla, está en proceso de creación de nuevas canciones y sigue con dos giras por España y Latinoamérica, las de 'Los versos sáficos' y 'Que me parta un rayo', nombre de un disco legendario del rock español. Ha compuesto la banda sonora de la película mexicana 'Hombres íntegros', de Alejandro Andrade, en la que también participa como intérprete.

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–¿Qué empezó a tener pronto?

–Muchas ganas de aventura. Jugaba con mi hermano, que tenía año y medio más que yo, y las cosas que me gustaban tenían que ver con su mundo: los héroes, los caballeros de la Tabla Redonda, los superhéroes como Spiderman...; muy fantasiosa y muy dada a dejarme llevar por las historias, a volar con ellas.

–Su primera pasión fue el ballet, ¿por qué terminó volcándose en la música?

–Se interpuso en mi camino por casualidad. Era la época de la movida [madrileña] y mi hermana mayor andaba con músicos. Empecé a moverme en esos ambientes muy pronto, iba a conciertos con mis hermanos y sus amigos. De repente, sentí por la música la misma pasión que había sentido por la danza, y se convirtió en parte esencial de mi vida.

–¿Ha ido consiguiendo lo que se proponía?

–A fuerza de perseverar, pero no ha sido fácil en absoluto, no lo he tenido nada fácil. No ha sido un camino de rosas [sonríe].

–¿Ha podido llevar la vida que ha querido?

–Al menos, tengo la sensación de que la historia ha tenido un final feliz, digamos, porque conseguí cumplir los 50 años, y ahora los 60, con la guitarra eléctrica al hombro y recorriendo escenarios, algo que es muy excepcional en el caso de las mujeres; de hecho, hay muy pocas en el mundo, y en España menos. He tenido un final feliz, pero sin seguir en absoluto una línea recta. Ha habido muchos años en los que no he vivido de la música, pero siempre he tenido la sensación de que no podía dejar de componer. Podía trabajar en otras cosas para ganar dinero, pero nunca podía dejar de hacer música.

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–¿Tanto la necesita?

–Es que sería como plantearme que tengo que dejar de respirar, o de estar en el mundo. Si no hiciera canciones no sabría qué hacer con todas esas ansias y ensoñaciones mías, ¿sabes?

«No es que haya que vivir el día a día, es que hay que vivir el segundo a segundo»

–El momento presente.

–Hay que estar muy alerta, porque puede ser todavía peor lo que vendrá. Estamos viviendo situaciones que parecen de ciencia ficción, no sólo con todo lo relacionado con el planeta, sino también con los peligros que acechan a la democracia, a derechos que ahora peligran que ha costado mucho tiempo y esfuerzo conseguir, a libertades que se ponen en entredicho. Están produciéndose retrocesos en batallas que ya creíamos ganadas, se están poniendo en cuestión y maltratando valores que eran sólidos, como la libertad y la verdad.

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–¿Qué está pasando?

–Hay muchas fuerzas involucradas en debilitar la democracia y en hacer uso de la mentira; fuerzas que siempre han estado ahí, pero que ahora, con las nuevas tecnologías, han sabido hacerse mucho más presentes. Dominan todos los vericuetos de Internet, saben cómo hacer que ideas ya trasnochadas vuelvan a ser consideradas válidas. Están ayudando mucho a que a que se vuelvan a cuestionar los derechos de las mujeres y de toda la comunidad LGTBIQ+, por ejemplo.

–El poder del dinero.

–El monstruo del capitalismo ha tomado un papel y una relevancia en nuestras vidas que no debería tener. Sabe cómo condicionar nuestras decisiones e intenta manipular nuestro día a día. Y, mientras tanto, los humanos corremos el riesgo de autodestruirnos, por nuestras torpezas y nuestra dejadez, mientras que el planeta sobrevivirá; la naturaleza sobrevivirá, los animales sobrevivirán, seremos los humanos los que desapareceremos si no tomamos conciencia de que somos parte de un todo, no el todo.

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–Pues, de momento, no parece que mucho.

–Cierto, pero yo tengo fe en que esta situación cambie, y la tengo atendiendo al hecho de que en el pasado ha prevalecido la razón en momentos clave en los que la sinrazón parecía invencible; por ejemplo, en cuanto a la industria tabaquera, que se hacía cada vez más rica envenenando a la gente. Hubo un momento en que tuvieron que retroceder; tengo fe en ese tipo de victorias del pasado en las que el sentido común ha vencido al ansia capitalista de dominar las vidas de los demás. Finalmente, pienso que hay mucha más gente con un alto sentido moral del equilibrio, que lo contrario. Hay más voluntad que ambición, y al final creo que prevalecerá la razón.

«Si no hiciera canciones no sabría qué hacer con todas esas ansias y ensoñaciones mías»

–¿Qué no deberíamos perder de vista?

–Lo importante son las personas, no las cosas. Cuando mis hijos [Willem y Kay] eran pequeños, y se peleaban por algún juguete o por lo que fuese, yo les decía esta frase: 'Lo importante son las personas, no las cosas'. Luego, ellos, que son muy listos [risas], me decían a mí lo mismo cuando me rompían algo de la casa, el azucarero de mi bisabuela o algo así, y yo me enfadaba un poco, '¡mamá, es que lo importante son las personas, no las cosas!'. [Risas] Lo importante es cuidarnos, lo importante es querernos, lo importante son siempre las personas que tienes a tu alrededor, incluidas las que no conoces personalmente.

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Perversión sexual

–¿Qué últimas cosas ha descubierto sobre la poeta Safo? [Safo, conocida como Safo de Lesbos; siglo VII antes de Cristo]

–He utilizado sus versos para construir canciones, y he descubierto que debajo de su figura hay todo un culto que traspasa los siglos. Unos la convierten en una poeta romántica, otros en una figura que encarna la perversión sexual...; yo la veo como una antepasada cuya poesía nos invita a disfrutar de los sentidos; es decir, a no olvidar que el ser humano es mente, pero también sentidos. Somos animales que sienten, animales cuyos sentidos nos provocan los placeres que, realmente, nos hacen sentirnos vivos. No hay que quitarle importancia a una buena tarde con tus amigos debajo de una parra, bebiendo vino y disfrutando de la brisa de verano; son momentos así los que construyen lo mejor de una vida.

–¿Qué más?

–Dentro de la poesía safírica es muy importante el aquí y ahora, la importancia de la piel y de la sexualidad. La vida se construye por unidades muy pequeñas. Nos la pasamos angustiados por el futuro y despreciando el día que tenemos por delante o el mañana.

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–¿Por qué molestan tanto otras orientaciones sexuales que no sean la heterosexual?

–Lo que se rechaza es la no vergüenza, que no se avergüencen de ello. Durante siglos, lo que los poderes morales vinculados a la religión han pretendido no es tanto que la gente no fuera heterosexual como que no lo hicieran público. Es una cuestión, sobre todo, de mantener inmóvil, sea como sea, el estrato de la familia tradicional. Se trata de que esas sexualidades permanezcan ocultas, eso es lo que se les reclama. O sea, que una pareja gay no exponga su amor y su libertad sexual ante los demás. Tan absurdo y tan imposible como eso, que una pulsión vital imparable.

«Lo importante son siempre las personas que tienes a tu alrededor, incluidas las que no conoces personalmente»

–¿Qué ha decidido?

–Llevo unos meses en los que, muy deliberadamente, estoy manteniéndome al margen de la actualidad. Lo necesito para poder hacer las otras cosas que estoy haciendo; me absorbían y me producían mucha desazón situaciones como las violaciones de derechos humanos en Gaza.

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–Sobre la cancelación, ¿cree que debemos separar la vida del artista de su obra?

–No creo que debamos separarla, pero tampoco creo que haya que censurar la obra en base a la baja altura moral del artista. También le digo que no creo que esa cultura de la cancelación tenga un seguimiento mayoritario. A veces, ciertos medios hacen parecer que la cultura de la cancelación es más poderosa de lo que es. Realmente, no creo que nadie haya decidido dejar de ir a ver exposiciones de Picasso, si bien no está mal que se haya incorporado a su biografía la cuestión de que, en la intimidad, era una persona cruel y muy destructiva con los que tenía alrededor, con las mujeres en especial. Creo que eso forma parte de su biografía y está bien que se incorpore. Y también creo que la sociedad es suficientemente adulta e inteligente como para no necesitar héroes absolutos, impolutos. Que admires a Picasso como artista no quiere decir que tengas que pensar, al mismo tiempo, que es un ejemplo moral como hombre. El arte es complicado y las personas son complicadas, y muchas veces lo mejor y lo peor conviven en la misma persona. Ahora, por ejemplo, acaba de salir el caso de Alice Munro [su biógrafo admite que ocultó los abusos que sufría una de las hijas de la escritora a manos de su padrastro]. Claro que ese hecho tiene que estar dentro de su biografía, incluso se pueden leer sus libros desde la perspectiva de saber que dentro de su propia familia había un secreto terrorífico. Lo que me parece que no tiene ningún sentido es dejar de leer a Alice Munro.

–¿Muy consciente de qué es?

–La nostalgia debería servir para ser consciente de que, ahora mismo, estás también viviendo momentos que vas a echar de menos en el futuro, y también para saber que el futuro te deparará momentos tan felices como los del pasado. La nostalgia te la puedes permitir cuando sirve para renovar tu fe en el futuro. No es que haya que vivir el día a día, es que hay que vivir el segundo a segundo. El tiempo pasa absolutamente demasiado rápido. En vez de plantearse llegar a Marte, algo a lo que no le veo utilidad, habría que dedicarse a estudiar cómo ralentizar el tiempo que estamos aquí [ríe].

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Ideas

–¿En qué anda enredada?

–Estoy componiendo, y sigo con la gira de 'Los versos sáficos' y con viajes pendientes a Latinoamérica para conciertos, todavía, de la gira de 'Que me parta un rayo', que se ha extendido muchísimo y sobre la que se está haciendo un documental. También he participado en una película mexicana, para la que he compuesto la música y en la que he interpretado un papel secundario, que se estrenará el año que viene. Estoy ahora mismo en ese momento maravilloso de la composición, que es cuando has encontrado la diana y sabes a dónde quieres apuntar. Estoy en la fase de acumular ideas, que es una fase muy bonita; muchos días me levanto y ni siquiera salgo de casa. Hace en Madrid un calor horroroso. Dejo la casa lo más oscura posible y me quedo leyendo, tocando, investigando y acumulando ideas para luego empezar a destilar. Dentro de muy poco empezarán ya a salir canciones, ideas, poemas, escritos, y luego ya vendrá la época de cribar, de ver con qué me quedo y con qué no. Aunque a veces parto de sitios oscuros para empezar a componer, tengo la convicción de que siempre hay que ir hacia la luz, hacia lo luminoso; creo que esa es la función del arte.

«Somos animales cuyos sentidos nos provocan los placeres que, realmente, nos hacen sentirnos vivos»

–¿Qué capricho se está permitiendo?

–Estuve tocando en San Sebastián y un fan me regaló una caja de bombones muy ricos, de praliné, de una pastelería de allí. Cada día, cuando creo que me lo merezco por algo que he hecho especialmente bien [ríe], me como uno. En general soy muy espartana, pero me gusta premiarme de vez en cuando con pequeñas recompensas.

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