La investigadora María Carmen García Gámez lo deja bastante claro en su libro 'La lengua de signos en la educación del alumnado con discapacidad auditiva' (Universidad de Almería, 2011): «A fray Pedro Ponce de León se le conoce como el primer educador de ... personas sordas en España. Una afirmación no del todo cierta, pues se le anticipó en varios años antes fray Vicente de Santo Domingo (Domingo de Zaldo), un fraile jerónimo del monasterio riojano de La Estrella que educó al pintor Juan Ximénez Fernández de Navarrete, 'El Mudo'. Puede ser que Ponce de León quizás conociese los intentos y logros de fray Vicente para enseñar a los niños sordos, pero se le puede considerar a Ponce como el primero en hacerlo de forma sistemática durante su estancia en el monasterio burgualés de Oña», no muy alejado de San Asensio, donde se asentaba el monasterio de Nuestra Señora de La Estrella.
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Sea o no, lo cierto es que Ponce de León es la figura que se ha llevado todo el mérito y su labor es conocida en medio mundo. Todo comenzó cuando hacia 1546 el marqués de Berlanga, Juan Sánchez de Tovar, le llevó a dos hijos mudos, llamados Pedro y Francisco, y según las leyes de entonces su mudez les hacía incapaces de heredar.
'Pedro Ponce de León', de Joaquín Olmedilla (1912), en: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000083942&page=1·
'Historia de la Educación de los sordos en España', de Gascón Ricao y Storch de Gracia: Editorial Universitaria Ramón Areces, Madrid (2004)
Con el paso del tiempo, el método de Ponce de León tuvo éxito y a Oña fue enviado el licenciado en Derecho Lasso, quien observando el método seguido por fray Pedro escribió un 'Tratado legal sobre los mudos' que confirmaba: «Ni Pedro ni Francisco oyeron nunca, ni hasta venir a su poder de su maestro hablaron palabra alguna».
Muy pocos años antes había ingresado en el monasterio de la Estrella el niño Juan Fernández de Navarrete (Logroño, 1538), que había quedado sordo y mudo a los tres años por una grave enfermedad. Dado que dibujaba bien –era su único medio de expresión– y de cuna acomodada, fue llevado a San Asensio desde muy pequeño para profundizar en la pintura.
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Y allí encontró como maestro al calceatense Domingo Zaldo, fray Vicente de Santo Domingo al tomar los hábitos jerónimos. Zaldo no solo le enseñó a pintar –el maestro también era diestro (dos cuadros suyos pueden contemplarse en el Museo de La Rioja)–, sino también a leer, a escribir a entenderse con los números.
Posiblemente su tutor empleo la lengua de signos que desde siglos atrás se empleaba en monasterios obligados al voto de silencio. Fueron tales los progresos de 'El Mudo', que Zaldo aconsejó a su familia que viajara solo a Italia para empaparse del arte de Tiziano, Miguel Ángel o Rafael. Al regresar a España (1565), entró en El Escorial y, poco después, fue nombrado pintor de Cámara por Felipe II. Navarrete sí pudo heredar y hacer testamento cuando murió, muy joven, en Toledo (1579).
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