La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando es la segunda pinacoteca de Madrid por la relevancia de sus fondos de pintura histórica. Pero apenas suma 50.000 visitantes al año cuando un museo como el Sorolla, interesante como pocos pero alejado del triángulo ... dorado que forma el Prado el Thyssen y el Reina Sofía, roza los 250.000. Con más de 1.400 pinturas, 1.300 esculturas y 15.000 dibujos, en San Fernando se guardan tesoros como las estampas y planchas de los grabados goyescos, pinturas del Greco, Zurbarán, Murillo, Arcimboldo, Picasso o Juan Gris. Pero la fotografía es aún una suerte de hermana pobre en la centenaria institución creada en 1752.
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Y eso que tiene quien vele por ella: el académico e historiador Publio López Mondéjar, una autoridad en el género, reputado comisario, gran coleccionista y secretario de la sección de Nuevas Artes de la Imagen, la más joven de la casa. Pero López Mondéjar afronta notables dificultades para exhibir los fondos fotográficos de la institución. Un archivo con miles de imágenes que está en proceso de catalogación «que espero que podamos presentar pronto».
En la casa hay tradición de académicos fotógrafos, la última disciplina en incorporarse junto con el cine. Lo fueron Juan Gyenes y Alberto Schommer, y de ambos atesora imágenes la academia, en la que tienen hoy acomodo maestras de la fotografía como Cristina García Rodero -electa, y a al espera de leer su discurso de ingreso- o Isabel Muñoz que leerá su discurso este domingo 29 de enero. Pero hay poco dinero para adquirir obras de terceros e incluso para incorporar las de estas geniales fotógrafas. «Le pedí a García Rodero algunas de sus imágenes y nos dijo que podíamos disponer de los negativos sin coste alguno. Pero resulta que si tenemos que hacer la copia hay que pagarla, y apenas hay fondos», se duele López Mondéjar.
Cuenta con la colaboración desinteresada de Adolfo Autric, un abogado, filántropo y mecenas, amante de la fotografía y coleccionista, que paga los positivados que los magros presupuestos académicos no puede afrontar. Y eso que hablamos de apenas de un par de cientos de euros por copia.
«Sigue habiendo problemas, pero tenemos una colección importante. La Academia tiene enormes potencialidades que no aprovechamos. Tenemos un cuarto de los visitantes de la Casa Museo Sorolla, que queda fuera del circuito museístico central, y eso es para hacérselo mirar», dice López Mondéjar.
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El experto ha escudriñado los fondos de la casa y entre los legajos del siglo XIX ha hallado imágenes de pioneros como Jean Laurent y Charles Clifford incorporadas ya al archivo en formación, pero que no estaban ni datadas ni catalogadas. Unos tesoros medio arrumbados que se incorporan a un archivo con imágenes de Gyenes, Schommer, García Rodero, Pérez Siquier, Virgilio Viéitez, Xavier Miserachs y un largo etcétera.
«La fotografía es fuente de memoria, como las imágenes de Catalá-Roca que ahora exponemos, que llegan donde no lo hace la literatura», asegura López Mondéjar, que ha donado algunas imágenes de su colección a la academia. Lo explica ante la pequeña y coqueta sala de fotografía del Museo de la Academia que acoge hasta julio una selección de obras de Francesc Català-Roca (Valls, 1922-Barcelona, 1998). Una docena de imágenes en copias actuales de los fondos académicos que se exponen junto a otras obras del fotógrafo catalán procedentes de colecciones privadas. «Son la obra de un humanista de la fotografía documental con una destreza infinita y un sólido dominio de su oficio».
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Se quiere que la fotografía y el resto de las bellas artes, la pintura y la escultura, se ayuden para atraer más espectadores a este fascinante museo. La muestra de cámara de Català-Roca se enmarca en el contexto del primer centenario del nacimiento del fotógrafo, «considerado unánimemente como el gran maestro de su generación, y que constituyó el puente decisivo entre la vanguardia de la anteguerra representada por su padre Pere Català Pic (1889-1971) y la nueva vanguardia documental, que él mismo encabezó en la frontera de los años cuarenta y cincuenta», explica López Mondéjar.
El fotógrafo catalán aprendió desde niño en el laboratorio familiar. «Del padre heredó su talento y la audacia formal para componer sus imágenes. Sus numerosos libros, que comenzó a publicar en los años cincuenta, muestran a un profesional riguroso, que supo aunar un profundo conocimiento de la técnica y una inabarcable capacidad creativa, en una obra en la que parece primar el poderoso instinto visual, la vehemencia y la certera percepción de lo real sobre cualquier veleidad o voluntad de estilo», resume López Mondéjar.
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Català-Roca dirigió «su mirada segura hacia los detalles decisivos de las cosas, con la pretensión de comunicar su propia visión de la realidad». «Sólidamente instalado en las gradas de la certeza, siempre sintió una profunda seguridad en la validez de sus propias percepciones, y ésta fue, probablemente, la característica esencial de su fotografía; la que le permitió colocar la cámara en lugares nunca antes frecuentados y alcanzar la eficacia formal de sus prodigiosos picados y contrapicados, que aprendió a dominar desde niño. Una fotografía que marcó el definitivo final de la puerilidad tardopictorialista de aquellos años oscuros, que supo fijar como nadie en la edad eterna de sus fotografías, llenas de sabiduría y de humanidad» escribe el experto.
Entre quienes ha pasado por el pequeño espacio de exhibición permanente del museo académico figuran grandes de la fotografía española, como Charles Clifford, Ramón Masats, Paco Gómez, Gabriel Cualladó, Castro Prieto, García Álix, Isabel Muñoz, Ouka Leele, Manuel Outumuro, Chema Madoz o Carlos Pérez Siquier.
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Distinguida dos veces con el World Press Photo, el máximo galardón de la fotografía, Isabel Muñoz (Barcelona, 72 años) lleva mucho tiempo en la cima como una de las grandes de su oficio. Según Publio López Mondéjar, que la recibe este domingo 29 de enero en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, es la autora de la mejor colección de retratos de la fotografía española de las últimas décadas. ‘Una antropología de los sentimientos’ se titula el discurso de ingreso que Muñoz leerá en la docta y tricentenaria casa, en la que será la sexta académica de número.
Se define como «contadora de historias» y ofrece en este texto su personal visión de la evolución de la fotografía en España «en todos estos años a través de mi bibliografía». Jamás imaginó que sería académica pero con medio siglo de carrera y un prestigio bien ganado, cree llegado «un momento importante de mi vida» en el que quiere «devolver a la fotografía algo de lo mucho que me ha dado».
Fotógrafa tardía, Muñoz realizó en 1986 su primera exposición, ‘Toques’. Desde entonces ha recorrido casi todo el mundo y ha expuesto en las mejores galerías y museos. Buscando «la belleza en el sufrimiento y sufrimiento en la belleza», el reflejo del dolor corporal es una constante en su labor. Ha dedicado buena parte de su trabajo en los últimos años a mostrar las consecuencias del cambio climático. Antes realizó ensayos en imágenes sobre la subcultura de la violencia, con su estremecedora serie de retratos de las maras, conmovió con sus fotos de las niñas prostituidas de Camboya o la devastación de los terremotos de Bam en Irán.
Sus imágenes, casi siempre en blanco y negro, están en colecciones privadas e instituciones como la Maison Européenne de la Photographie de París, el New Museum of Contemporary Art, de Nueva York o el Contemporary Arts Museum de Houston. Es Premio Nacional de Fotografía (2016) y Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.
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