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Gerardo Cuadra, en una imagen de archivo Justo Rodríguez
Fallece Gerardo Cuadra, gran renovador de la arquitectura riojana

Fallece Gerardo Cuadra, gran renovador de la arquitectura riojana

El sacerdote, que cambió el lenguaje de la edificación religiosa en la segunda mitad del siglo XX, ha fallecido hoy a los 97 años

Pablo Álvarez

Logroño

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Lunes, 16 de septiembre 2024

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Gerardo Cuadra, arquitecto, sacerdote, gran renovador de la arquitectura riojana de la segunda mitad del siglo XX, ha fallecido hoy en Logroño. Con él se pierde una figura clave en las artes riojanas, un hombre que llevó adelante casi en solitario, y no sin dificultades, un cambio en la manera de relacionarse con los edificios religiosos en La Rioja durante una carrera que duró más de medio siglo.

Cuadra (Logroño, 1926), medalla de oro de las Bellas Artes de La Rioja 2004, deja obras pequeñas y grandes, de una belleza arrebatadora como la ermita de Los Arcos o de más calado (y polémica) como la reforma de la catedral de Santo Domingo de La Calzada.

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Arquitecto antes que fraile, Agapito del Valle le animó a ir a Madrid a estudiar y allí, en los primeros años 40, convivió en el mismo ambiente de grandes nombres del siglo XX español, como Sáenz de Oiza o Fisac. La suya fue una vocación religiosa sobrevenida a un joven estudiante de la universidad. «Sentí la vocación sacerdotal, pero me costó aceptarla. ¡Podría contar muchas anécdotas! Hasta que una vez, caminando por el barrio de Argüelles (Madrid), me dije: Gerardo, no te engañes», contó después.

Por Europa

Pero tanto como arquitecto como en el sacerdocio, Cuadra dio desde el principio muestras de un espíritu adelantado, incómodo con la iglesia nacional del franquismo. «Recuerdo que una vez, en una reunión en Lyon, pensé: «Gerardo, una de dos, o estos no son católicos o a ti te están engañando».

Viajaba como joven aspirante a sacerdote, pero visitaba a la vez congresos eucarísticos y arquitectura de vanguardia, y también topó con congregaciones religiosas que veían en el lenguaje arquitectónico del siglo XX la forma adecuada para construir casas de dios en el siglo XX. La influencia, por ejemplo, del maestro finés Aalvar Alto en su obra sería definitiva, tanto en el lenguaje como en el cuidado de los detalles, desde la fachada a la más pequeña de las piezas de mobiliario.

Gerardo Cuadra. Justo Rodríguez

En 1965 proyectó y construyó un pequeño templo, casi una ermita, en la pedanía de La Unión, en Clavijo. El templo de Santiago, con su piel de cemento, su cubierta curvada y su expresivo lucernario sobre el altar, acabó por convertirse en un símbolo de una nueva arquitectura que se estrenaba en La Rioja.

De su mano fue naciendo un puñado de edificios casi siempre religiosos (aunque no exclusivamente) que han marcado el paisaje riojano. Como las iglesias de San Pablo, San Ignacio o el Espíritu Santo, o el hogar sacerdotal, todas en Logroño. O la casa de descanso de las Teresianas en El Rasillo. Curiosamente, fueron sus intervenciones en el interior de los edificios religiosos las que más disgustos le causaron: ocurrió en su reforma en los presbiterios de Santiago en Logroño o en el de San Martín de Cenicero. Y es que, además de sus edificios completos, su firma fue cayendo en muchos otros templos que restauró, parcial o casi totalmente, siempre con la idea de dejar caer entre las piedras de siglos el lenguaje que corresponde al hombre actual.

Gerardo Cuadra. Justo Rodríguez

«Me he encontrado muy cómodo en el tiempo que me ha tocado vivir», decía en 2015. Tiempo había tenido ya entonces para recoger los frutos, en forma de reconocimientos públicos pero también del respeto de sus compañeros. Pero en el camino hacia ese buen final, el de una carrera que no dejó atrás hasta los 84 años, hubo momentos complicados y algunos rayanos en lo chusco. Como aquella vez en la que, en plena reforma de la Catedral calceatense, una grupo de bienintencionados beatos rezaban para que se convirtiera. Fue esa intervención, la de la retirada a un lado del retablo de Damián Forment para dejar al descubierto una restaurada cabecera románica, objeto de una polémica que se enconó y se extendió bien fuera de los ámbitos arquitectónicos y religiosos.

Pero Cuadra atesoró siempre una entereza y una fiera defensa de lo que creía conveniente en cada proyecto. «Yo comprendo que haya gente a la que no le guste mi manera de entender la arquitectura, pero también tengo claro que entonces no puedo trabajar con ellas. Si yo tenía un proyecto y estaba aprobado, lo defendía. Me podré equivocar, pero tengo que defender en lo que creo».

Hace ya más de 20 años, la sala Amós Salvador le dedicó una amplia retrospectiva en la que, haciendo gala de un buen humor de los que alargan la vida, Cuadra incluyó hasta algunos de los anónimos que le llegaban en los 60, con motivo de alguna de sus intervenciones. Uno decía: «¿Por qué no se dedica usted a ser astronauta para que le envíen a la Luna y allí pueda continuar sus obras en estilo cerril (sic)?».

Cuadra ha viajado ya, si no a la luna, al menos a otra parte. Lo habrá hecho sin duda fiel a ese estilo, el suyo.

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