El mundo de la fotografía riojano está de luto tras conocerse el fallecimiento de Carlos San José Calavia, uno de los profesionales más veteranos de La Rioja.
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San José Calavia, una de las personalidades más conocidas en el sector, estuvo ligado en mayor medida a las imágenes de carné. Atesoraba muchos años de trayectoria a sus espaldas: estaba instalado junto a la comisaría de Doctores Castroviejo y ya cuando la Jefatura Superior de Policía se trasladó a la calle Serradero, se mudó enfrente de su edificio, donde montó una tienda dedicada a las fotografías de carné, la única de este tipo por la zona de La Cava.
En una entrevista que concedió a Diario LA RIOJA hace casi dos años apuntaba que deseaba jubilarse y traspasar sus negocios, entre los que también se encontraba Fotos El Pasaje. «No hemos ganado mucho dinero pero hemos hecho algo peculiar, sobre todo antes, cuando los fotógrafos éramos muy demandados por la sociedad», explicaba. Ya tenía experiencia con la fotografía industrial, durante un tiempo puso en marcha un estudio especializado en fotografía publicitaria, así como trabajó durante unos años para el Gabinete del Gobierno de La Rioja en el área fotográfica.
«Si antes había 30 fotógrafos en Logroño, ahora quedamos cuatro y la gente sigue necesitando hacerse fotos para los carnés». A pesar de ello, reconocía que «de repente nos hemos visto muy mayores. Me da mucha pena y me gustaría no cerrar, mantenerlo, que se preste servicio».
El fotógrafo Jesús Rocandio (Casa de la Imagen) conocía bien a su compañero Carlos San José Calavia. En 1995, a raíz de una exposición colectiva en la que éste participaba comentaba con cariño de él que «a pesar de su juventud -poco más de 40 años-, es de esos fotógrafos de Logroño de toda la vida». «Cuando yo llegué, hace casi 15 años, él ya estaba. Tuvo la suerte de contar con un maestro como Jalón Ángel y de empezar a realizar fotografías de reportaje para el Diario LA RIOJA al lado de Teo -reportero de la Gaceta del Norte», recordaba. «Con maestros así, nos hubiera gustado empezar a todos», añadía.
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«Nunca abandonó sus ganas de opinar -fotográficamente- de las personas y las cosas que le rodeaban. Al cabo de unos años, ha vuelto al escenario con fuerzas recobradas y con las formas bien aprendidas en épocas anteriores; nos alegramos de ello», decía.
«Este señor de poblado bigote acostumbra a decir que 'mi profesión es la más bonita del mundo y estoy enamorado de ella'», destacaba, dejando claro entonces que San José Calavia amaba lo que hacía.
«Sus imágenes son respetuosas, llenas de secretos que cuando más te acercas a ellos menos los conoces, como decía Diane Arbus», decía de aquellas fotografías de la exposición. «Lo que trato de describir es la imposibilidad de meternos en su piel y abandonar la nuestra», destacaba de las fotografías para terminar pidiendo: «Carlos no nos vuelvas a abandonar».
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Hoy, sin querer, nos ha dejado.
Con el sonido que otorga una sonrisa en la voz, pero con tristeza, Jesús Rocandio ha hablado este miércoles con este diario sobre la marcha de su amigo Calavia, «una figura curiosa en Logroño». «El hizo miles de fotos de carné de identidad y decía algo que me encanta: 'Hago retratos pequeñitos'». «Y era cierto, porque así los cuidaba», recalca Jesús Rocandio. La realidad es que en numerosas ocasiones, recuerda, «venían a pedirle, por ejemplo, la copia de una fotografía de un ser querido que ya no estaba, y es que guardaba todos los negativos». «¿Dónde se van las imágenes que borramos de las cámaras digitales?», me preguntaba un día. Y es que Calavia era un hombre que «bordeaba las contradicciones». «Por un lado muy espiritual -le encantaban las piedras, la energía, la fotografía del aura de las cosas- y luego estaba su lado empresarial, el de sus tiendas, el mirar la Bolsa...», puntualiza.
«Carlos tenía un sentido estricto de su trabajo, es un fotógrafo de raza, hacía las mejores fotos de boda que he visto en mi vida, siempre echaba el resto, estaba muy unido a Teo y los dos tenían muchas cosas en común. Repetía una frase que él le decía: 'Hay que saber lo que estás mirando'. Era un bicho de fotógrafo. Haciendo retratos era increíble, sacaba la esencia de cada una de las personas», detalla. «Luego somos presos de ganarnos la vida y no podía dedicarse a la fotografía que le gustaba el cien por cien. Quiero reseñar que a su lado siempre ha estado Luisa, su mujer, llevándole esa parte de la dirección que a veces los fotógrafos perdemos», apunta.
Hombre de carácter, «tremendo discutidor, apasionado». «Está en el registro de todos los grandes fotógrafos de la ciudad, no le daba miedo nada y teniendo en cuenta que partía de aprendiz con Jalón Ángel, Foto Payá..», rememora. «Él, con sus fotos, sería una pieza indispensable para construir el rostro de la ciudad que somos, con todas esas fotografías pequeñas, una tras otra...la memoria de un lugar», imagina.
«Hoy he recibido una llamada, en la que me han dicho 'es un día triste, se nos ha ido un amigo'». «Es cierto, se van yendo, como hace un año Teo, pero estoy encantado de haber compartido mi tiempo y opiniones con ellos», ha terminado Rocandio.
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