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Estos días hemos gozado de la presencia de la Guardia Real en La Rioja. Yo no sé los demás, pero en lo que a mí hace sabía que la existencia de esta institución militar se debe al servicio y esplendor de la Corona. Poco más. ... La veía algo parecido a la Guardia Suiza del Papa o a la Guardia Real británica. Algo simpático. Muy vistoso. De mucho colorido.
Pero ¡claro!, todo tiene su aquel. Para que en un desfile los caballos marquen el paso, no se desparejen, no marche cada uno por su cuenta, hay muchas horas de entrenamiento, de empezar y volver a empezar. De paciencia y de tenacidad. Alguien tiene que preocuparse de la limpieza de los potros, de presentarlos con elegancia. Lo mismo con los perros, los camiones y los cañones. ¡Anda y que no dieron un buen susto a mis monjas con los cañonazos que se dispararon la mañana del domingo frente al Servicio Doméstico! (Nada grave ni motivo de queja).
La verdad es que apenas pude disfrutar del desfile en la Avda. de La paz. Pero me encantan los desfiles en general por la música, la coordinación y la belleza de los movimientos. Si hay caballos, perros y otras mascotas, con más razón. Agradezco a la Guardia Real esta visita y esta exhibición.
Nunca he desfilado ni he participado en ninguna manifestación de protesta callejera, donde se gritan vivas y mueras, y donde siempre se va contra algo o contra alguien. Sí estuve en la calle –y no podría haber sido de otro modo– cuando, en junio del 97, ETA asesinó con toda la indignidad del mundo al joven Miguel Ángel Blanco. También he asistido a infinidad de procesiones, sobre todo en los pueblos. Pero estas distan mucho de ser protestas callejeras. Son, siempre, un canto al amor y a la paz. De la presencia y desfiles de la Guardia Real pillé dos momentos a cual más significativo: la ofrenda a la Virgen de la Esperanza (en la parroquia de Santiago) y la revista militar en la plaza del Ayuntamiento de Logroño.
¿Qué destacaría de estos dos eventos? Lo que apenas se ve: el montar y el desmontar, el material reluciente, el paso rítmico y marcial. Todo eso no se hace solo, ¡hay que hacerlo! Cualquier iniciativa que suponga mover a millar y medio de personas y que todas y cada una cumpla su función, exige una serie de virtudes humanas bien vividas, bien requeridas. A eso se llama disciplina. Una virtud que hay que promover y/o exigir en todo. En un equipo de baloncesto, un grupo musical, en el trabajo profesional de cualquiera, en los centros docentes, en los hogares, etc. Porque supone la aplicación de la experiencia y la sistematización de las pautas conductuales que, se sabe, funcionan.
Otra gran lección que percibí en los movimientos de la Guardia Real es la de la responsabilidad personal: todos dependen de todos, todos apoyan a todos. El que se escaquea, distorsiona, desarmoniza, retrasa. ¡Como me gustaría ver esa actitud colaboradora y responsable en todos los ámbitos de la vida comunitaria!
Las metas grandes se consiguen por medios pequeños. Siempre constantes. Por ejemplo, detrás de la imagen que está mostrando el nuevo fenómeno del tenis mundial, Carlos Alcaraz, hay mucho entrenamiento, renuncia y sacrificio acompañando a la pasión por el deporte y al talento natural. Detrás de la belleza y la espectacularidad de la Guardia Real, hay mucha planificación, esfuerzo y abnegación.
A menudo la gente desestima lo pequeño llamándolo despectivamente 'pequeñez'. Pero toda actividad humana, el trabajo, la vida de familia, las relaciones sociales, el descanso (elementos constitutivos de la vida común y cimientos de las personas) está entretejida de hechos y situaciones aparentemente irrelevantes y costumbres reiteradas que, vividas con perspectiva artesana y disciplina militar (o deportiva), nos permiten mejorar, aprender y –llegado el momento– marcar la diferencia.
Hay que rescatar la vida ordinaria haciéndolo todo del mejor modo posible, sin hacer tantas concesiones al «así da el pego» o al «luego» o al «¿qué más da?». Hay que hacer la vida cada vez más humana evocando el potencial de grandeza y trascendencia que tiene lo pequeño o insignificante. Decía el papa Francisco en junio de 2017, «es posible cambiar el mundo con las cosas pequeñas de cada día». Jesús, el Maestro, quedó deslumbrado, no con lo que echaban los ricos en el cepillo, sino con la pequeña limosna de la pobre viuda.
Tú, da todo lo que puedas dar, aunque sea pequeño. Porque el mérito no está en lo poco o en lo mucho, sino en la voluntad con que das. O con que hagas. Esta es la pura verdad.
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