Escalada social

Ganadora de la Concha de Oro a la mejor película en el festival de cine de San Sebastián, esta pieza reúne muchas de las características de la temática y estilo del realizador cántabro que hicieron de su obra una de las trayectorias más sólidas y atractivas de nuestro panorama.

La historia que cuenta se urde, en los primeros compases, entre valles y montañas cántabras. Aquí, por los años 60, vive Rosa (Ángela Molina), una humilde mujer que se casa con un afilador y a la muerte de éste migra a Madrid a trabajar de sirvienta.

La abuela del personaje, encarnada por Margarita Lozano, le anticipa algunos flecos de su futuro. El toque mágico, de cuento, como si de un relato de hadas se tratara expresado como una fábula, es uno de los elementos creativos muy queridos por Gutiérrez Aragón.

Este tono perdura como aliento para Rosa pero una vez en la capital el enfoque, ayudado por la fotografía de Alcaine, se torna cronista y el realismo social aparece para acuñar la inmediatez de un entorno todavía triste y con oportunidades para los más vivos y pillos.

En este ambiente de gente currante y avispados corruptos, Rosa consigue escalar posiciones. Con la ayuda de uno de los señores ventajistas de la ciudad, Pedro, impresionante Fernando F. Gómez, consigue su parte del cielo al frente de un restaurante. La comida, factor esencial en las tramas de Aragón, es un empuje para el éxito. Sin duda, un largometraje estupendo que bien vale ser recordado.