«¿Cuántos Velázquez femeninos nos hemos perdido?, me planteé al escribir la novela»

Óscar Soto Colás (Villamediana, 1973) presenta su nueva novela en la librería Santos Ochoa de Calvo Sotelo (19.30 horas), acompañado por la escritora Mar Aisa.

– Tras dos novelas en clave de intriga –'El diablo en Florencia' (2017)– y sobre el mundo del vino –'La sangre de la tierra' (2019)–, ahora presenta un tercer libro que nada tiene que ver con los anteriores. ¿De dónde parte?

– Yo curso Historia del Arte en la UNED y mientras estudiaba el periodo barroco se me ocurrió la historia de un pintor que viaja de España a Italia para formarse. Pero cuando llegué a la pequeña sección dedicada a las mujeres, me pareció mucho más interesante enfocar la historia desde el punto de vista de una mujer, que entonces podía pintar como divertimento pero no podía formarse en una academia. Me planteé ¿qué pasaría si una mujer hubiera tenido acceso a la formación?, ¿cuántos Velázquez femeninos hemos perdido? Y ahí se me ocurrió esta vida novelada de Juana de Castro.

– Ella es un personaje ficticio. ¿Pero inspirado en alguna pintora de la época, quizá en Sofonisba Anguissola?

– No, he cogido referencias de todas, de una estructura de vida en la que todas ellas pasaban por las mismas fases. Solían ser hijas, hermanas o esposas de pintores, cuyo trabajo se ceñía al taller familiar.

– ¿Y llega a triunfar como artista?

– No, pero sí que llega a tener cierto reconocimiento con la figura de Velázquez. Me pareció muy interesante codearlos porque el talento reconoce al talento, y Velázquez reconoce el talento de Juana y la trata como una igual desde el principio. Eso me parece básico para entender la historia.

– ¿Qué pinta Juana de Arco?

– Pintaba lo que le daba la gana y, aunque como mujer no podía hacer ciertas cosas, se las ingenia para hacerlas. Pintaba a escondidas, en los áticos. Su primer cuadro es un retrato de su madre, que no conoció porque murió durante su alumbramiento, y lo pinta a partir de un boceto que le hizo el esposo estando embarazada. Es el cuadro con el que se inicia y que le acompaña toda la vida. Es una pintora de la época, pero le he dado algunas dotes de adivinación sobre cómo será la pintura en el futuro, en el siglo XX.

– 'Rojo veneciano' es un título muy pictórico.

– Es un rojo fuerte que ella utiliza para reivindicarse; es como su firma.

– El personaje o la historia, ¿qué ha mimado más?

– Primero tienes que tener el personaje, luego recreas lo mejor posible el momento en el que vive y finalmente todo lo que hay alrededor. La historia tiene que entretener pero también que instruir. En ese sentido, he intentado ser muy pulcro y, por ejemplo, no me invento que cuando aplicaban sobre el lienzo una capa de cola de conejo es porque realmente hervían la cola de un conejo para obtener un barniz.

– Como estudioso del Arte, ¿tiene predilección por este periodo barroco?

– No, a mí me gustan mucho las vanguardias del siglo XX.

–Curiosamente, todos sus libros se ubican en siglos anteriores.

– No es algo premeditado. Me gusta mucho la labor de documentación y quizá por eso recurro a otras épocas. Me gusta la idea de conocer y transmitir cómo eran entonces las cosas.

– En esta ocasión se estrena nada menos que con la editorial Espasa.

– Mandé el manuscrito a finales de verano de 2020, pero durante un año y pico estuvo en una especie de limbo, hasta que Espasa se interesó por él. La escritura como tal se prolongó durante los meses de confinamiento. Soy muy rápido y muy metódico escribiendo, y antes de ponerme a ello tengo muy claro qué va a suceder, cuáles son y hacia dónde van los personajes. Comparto editorial con Andrés Pascual, a quien respeto y admiro mucho, y cuyas palabras aparecen en la 'faja' de mi libro.

– ¿Cómo diría que es su escritura?

– En cada momento escribo lo que realmente me apetece e intento hacerlo de una manera ágil, algo que tiene que ver con la edad. Cuando eres joven quieres muchas cosas y eres muy barroco, lo adornas todo, pero ese lenguaje lo vas puliendo con los años.