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Judith Sáenz de Tejada asumió el proyecto de esta exposición con mucha ilusión y con responsabilidad, sobre todo ante su familia. Además de su carácter didáctico, la muestra encierra un homenaje y una reivindicación de la figura de su abuelo, Carlos Sáenz de Tejada, pero ... también del arte de la ilustración y del oficio de grabador.
– Aunque no llegó a conocer a su abuelo, ¿reconoce en su obra los lazos de sangre que les unen?
– Yo he convivido con obra de mi abuelo desde que nací y, sobre todo, me reconozco en la última parte de sus trabajos, en ese 'Platero y yo' que estaba haciendo cuando se encontraba ya muy enfermo y no llegó a terminar. Platero es un burro humanizado y yo también humanizo a mis animales. El comisario de la exposición, Enrique Martínez Glera, también dice que mi abuelo y yo tenemos el mismo sentido del humor.
– ¿Alguna conexión artística entre ambos?
– Lo nuestro es la ilustración aplicada a todo; al papel, la ropa, la cerámica,... porque mi abuelo también diseñaba figurines, hizo naipes, el jabón Lux... En aquella época vivir solo de los libros era muy difícil, a pesar de ser un ilustrador valoradísimo.
– ¿Considera que en este momento está suficientemente valorado?
– Es un gran desconocido. Murió con 60 años, los mismos con los que yo comencé este proyecto, y se le ha encasillado mucho –en temas de guerra, de moda,...– pero hacía de todo y lo hacía muy bien. Trabajó para dos Premios Nobel (Juan Ramón Jiménez y Jacinto Benavente), y la mujer de Juan Ramón, Zenobia, se empeñó en que fuera mi abuelo quien ilustrara 'Platero y yo' porque sabía que era el único capaz de hacer algo tan tierno. Yo es que estoy enamorada de Platero.
– ¿Es la obra de su abuelo por la que siente especial debilidad?
– Sí, porque además él lo hizo cuando se estaba muriendo y yo, tras terminar con el tratamiento por una difícil enfermedad por la que pasé, hice 'La historia secreta de mi familia', que es su historia, la de mi padre y la mía.
– Y ahí aparecéis los tres.
– Sí, y todo tiene su punto porque los tres sufrimos un momento difícil.
– Aunque no conoció a su abuelo, ¿se podría decir que nunca han estado tan próximos como hasta ahora?
– Absolutamente. Además conservo sus libros ilustrados y siempre redescubro cosas nuevas. Era un obseso de la perfección.
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