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Como feliz síntoma de la mejoría sanitaria, Alfaro vive hoy una noche de rock n' roll. Organizado por el Ayuntamiento, la plaza de toros acoge el mayor concierto en Alfaro en casi 2 años: recibe a El Drogas, la banda de Enrique Villarreal, referente mayúsculo ... de la música estatal. Desde las 22 horas y con aforo limitado, pero con algunos billetes aún en alfarocultura.sacatuentrada.es, el navarro llega tras publicar un quíntuple disco, 'Solo quiero brujas en esta noche sin compañía'.
– Los seguidores ya no le llaman El Drogas, sino don Enrique. ¿Siente reconocido el prestigio a su carrera?
– Cada vez lo veo más. Se puede entender que El Drogas está relacionado con la banda con la que me muevo. Y siempre que el 'don' sea con respeto, no está mal.
– Hemos pasado de conciertos sudorosos a estar sentados por la pandemia. ¿Qué tiene la música para emocionar siempre?
– Por todo lo que pones desde dentro para crear una canción, se trata de algo casi espiritual. La magia que nos aguarda en la música es que la canción pasa a ser de quien la escucha. Esa persona es quien le da sentido. Nos emocionamos porque las canciones son una correa de sentimientos. Es bonito no poder ni explicarlo.
– Hay quien es reticente a asistir a un concierto sentado. ¿No es igual pero se siente lo mismo? ¿Cómo se adapta desde escena a la relación con el público?
– Para mí es otra forma de ver y de sentir un espectáculo. A mí, que me gusta pelear en todo tipo de terrenos, desde estar delante de miles de personas a tocar delante de 25 en la calle, meterte en esta situación tan extraña para el nuestro y para tantos oficios me carga las pilas porque tengo que pensar en qué tipo de repertorios hacer, cómo conducir el espectáculo... Me gusta que no sea siempre lo mismo. Por ejemplo, una vez que has tocado en un teatro ya no quieres dejar de hacerlo, pues el objetivo de las miradas y de la atención es el propio escenario. Es muy interesante. Son retos bonitos para el artista.
– Llega a Alfaro con un disco de cinco discos, con diversos estilos y sonoridades. ¿De dónde surge tanta creatividad?
– Siempre me he divertido mucho con mi oficio. Haberme dedicado a esto es el acierto de mi vida. No sé si la familia piensa lo mismo... Me he encontrado tan a gusto escuchando canciones de gente tan dispar como los Slade cuando era un adolescente a los Cure o Lords of the New Church en la explosión de sabores de los 80, descubrir a los Clash, a los Pistols, degustar el rhythm n' blues de los Stones... Eso hace que disfrutes probando distintas ambientaciones. Son influencias que me apetece llevar a cabo con la gente con la que me junto. Con unos puedo trabajar una visión más punk; con otros, recorrer la historia del rhythm n' blues con el lujo de meter coristas, teclas, vientos... Eso me supone mover el cerebro y no dejarme llevar por la comodidad de composiciones aceptadas por el público y quedarte ahí para siempre.
– ¿Siente que, a pesar de los nombres que la componen, El Drogas como banda ha seguido el mismo camino lógico que una principiante, de pequeñas salas a grandes escenarios?
– Sí, y así tiene que ser. Es bonito colgar el 'entradas agotadas', pero salimos a muerte también a una sala donde haya 150 personas. Va a seguir pasando. Es la constante en la carrera de un músico. Y no hay que olvidarlo, aunque no toda la gente está preparada para esto, para la realidad.
– El concierto de Alfaro coincide casi con el solsticio de verano, una noche perfecta para brujas. ¿Cómo va a ser?
– El repertorio es un recorrido por toda mi carrera. No nos centramos en el quíntuple, sino que hay un poco de todo. Tienen que estar las canciones de siempre y, a la vez, meter otras con la acústica para tener a la gente con el culo en el asiento. Eso sí, en general, y aunque estamos cansados, el público está respondiendo muy bien a esta situación. Porque tenemos que pensar en nuestros sanitarios, que ellos sí están cansados del trabajo en primera línea. Y agradezco en cada bolo al público que asiste, a la organización que lo hace posible y a todo el equipo técnico, que también lo están pasando muy mal.
– El artista ya se expone en las canciones. El documental sobre su trayectoria fue más explícito, pero le ha permitido llegar a más gente. ¿Cómo lo valora?
– La sensación de verse a uno mismo es rara. Me costó hacerme a la idea de que no era mi visión la que tenía que estar ahí, sino la del director, Nacho Leuza. Cuando me di cuenta de eso, descansé mentalmente: es la visión íntima de una persona sobre un personaje. Y he tenido la suerte de que mi familia, que no es muy dada a aparecer en mis alrededores, me apoyó. Ha sido una experiencia bonita.
– Le caracteriza el compromiso: con la memoria histórica, con la memoria contra el Alzheimer, por la integración con Motxila 21... ¿Es su misión dar voz a quienes no la tienen?
– La vida es un camino de aprendizaje. Y lo hago por egoísmo, por aprendizaje puro y duro. Por egoísmo he aprendido de conversaciones que fueron un bálsamo con gente que, antes que yo, ha tenido un familiar con Alzheimer; por egoísmo, me he ido a funcionar con Motxila 21 y no lo he podido dejar durante 8 años alucinantes, llenando el depósito de cariño cada vez que estaba con ellos; reconocer mi ignorancia ante la memoria histórica me permitió empezar a escuchar. Tenemos dos orejas y una boca; las matemáticas son sencillas de entender: escuchemos el doble de lo que hablamos. Aprenderíamos bastante más. Si mover una canción sobre estos temas hace que alguien se pare a pensar o le suponga un bálsamo, ¡bienvenida sea!
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