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La vida de los coros aficionados es siempre complicada y más con la llegada del huracán covid, que arrasó muy especialmente la música coral por ... la terrible incidencia de contagios. Por eso es una gran alegría ver resurgir con fuerza la actividad coral, con especial predilección por este admirado Coro Sinfónico de La Rioja, que es el único de nuestra región que defiende desde su creación el gran repertorio sinfónico-coral clásico, que han ido recorriendo sin complejos: Requiem de Mozart, de Verdi, de Rutter, el Carmina Burana de Carl Orff, Stabat Mater de Rossini, Chichester's Psalms de Bernstein, para rematar el año pasado con la Petite Messe Solennelle de Rossini y ahora con la Misa de Dvorak que hoy les comento. Nuevamente puedo decir que tenemos coro para este exigente repertorio, aunque aún les falta completar una plantilla más numerosa y equilibrada, sobre todo las cuerdas masculinas. Para esta ocasión tenían algún refuerzo de corales vascas amigas y el resultado fue muy brillante.
La parte orquestal estuvo encomendada a la Joven Orquesta de Pamplona, una entusiasta agrupación de reciente fundación, que promete. Cumplió con lustre su amplio papel a pesar del tiempo algo justo que han dispuesto para prepararlo. Se plegaron con disciplina a la batuta de José Luis Barrio en la Suite Checa Op. 39 que abría el concierto, dando vida a las cinco danzas populares bohemias, con algún ligero desajuste en el Minuetto, pero luciendo muy buenos modales en general y muy especialmente las maderas y el grupo de violas, en la Romanza. En la segunda obra del programa, la Misa en Re Mayor Op. 39, se incorporaban los cuatro solistas vocales y el Coro Sinfónico de La Rioja, para ofrecer una lectura intensa de esta peculiar obra, que no fue escrita para grandes conmemoraciones ni vistosos conciertos, sino para un ilustre amigo que quería inaugurar con ella la pequeña capilla que había construido en su recién adquirido castillo, lógicamente con un pequeño coro, los cuatro solistas y órgano. La composición de esta misa despertó un fervor religioso y una inspiración tan intensa en Dvorak, como lo atestiguan sus cartas, que decidió posteriormente publicarla, para lo que su editor le pidió un arreglo para gran coro y orquesta, que es la versión que escuchamos en esta ocasión.
No había grandes voces entre los cuatro solistas y sobre todo las voces masculinas adolecían de escasa proyección, siendo casi inaudibles, especialmente el barítono, en los concertantes con coro y orquesta. Defendió muy bien su papel la soprano Cristina Igea con una voz bonita y un canto depurado, así como la mezzo Leticia Vergara, que destacó brillantemente en su hermosa intervención solista al comienzo del Credo. El coro salió limpio y claro en el Kyrie y mantuvo la talla a lo largo de los intensos cuarenta minutos de la obra. Superó con nota el comprometido breve pasaje del Gloria, 'Et in terra pax', de compleja textura y más aún en las dos fugas 'Adoramus te' y 'Cum sancto spirito' que fueron brillantemente diseccionadas. Otro momento complicado dentro del Credo que estuvo muy bien resuelto fue la gran fuga 'Et iterum venturus est cum gloria' con soberbia precisión, así como el bellísimo pasaje del Benedictus con delicadísima textura de voces y con subdivisiones complejas. ¡Bendito coro!
José Luis Barrio volvió a demostrar su talla como director, consiguiendo una altura interpretativa fuera de serie y un trabajo de excelente calidad. Por si fuera poco, ante los aplausos y aclamaciones del público, nos obsequiaron todos los intérpretes con un 'Tantum ergo' de Franz Schubert –creo que el D 962–, redondeando una brillante velada coral.
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