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Un auténtico vendaval de energía juvenil nos pasó por encima en este concierto de la Joven Orquesta Nacional de España (Jonde). Pero también fue un ... vendaval de talento, de esfuerzo, de disciplina, de calidad musical, de excelencia técnica, de entusiasmo y de disfrute de la música. Una demostración evidente del altísimo nivel de esta nueva generación de músicos españoles, cada vez más buscados por las grandes orquestas mundiales. Deslumbrante fue también el magnífico trabajo del director Pablo Heras-Casado, cuya impresionante carrera internacional se ha catapultado últimamente a máximos niveles, al que se le veía disfrutando de trabajar con estos jóvenes artistas, haciendo música de muchísimos quilates.
La primera obra, 'Unda maris' (2022) de Javier Quislant, no es desde luego la que me llevaría a una isla abandonada, pero me pareció muy atractiva por las originales combinaciones tímbricas que explora y las evocaciones y atmósferas que consigue. Era una dura prueba para director y orquesta que fue ampliamente superada con suma concentración; muy brillante la cuerda tocando en armónicos y excelentes los vientos y los numerosos instrumentos de percusión. Bastante más relajados se les veía en la Obertura-Fantasía 'Romeo y Julieta' de Tchaikovsky, ya en terreno conocido, en la que brilló especialmente la cuerda en esos pasajes rápidos y agitados del tema del odio de las dos familias, con una compenetración límpida, como si fueran un solo instrumento (y eran cincuenta las cuerdas), así como los solistas de viento, con intervenciones de gran belleza.
Pero la prueba suprema era la colosal Sinfonía nº 10 de Shostakovich, repleta de pasajes comprometidos para todos los instrumentos y especialmente para el director, que debe dar sentido a los numerosos temas lúgubres y angustiosos (reflejo de la propia vida del autor, señalado por Stalin), junto con los «desmadres orquestales» que son su seña de identidad. Heras-Casado hizo un trabajo descomunal, agotador, dando vida a esta compleja obra y conduciendo por el camino de la excelencia a unos músicos entregados a él sin condiciones. Fue asombroso el lucimiento de todos los solistas en sus numerosas intervenciones: fagot, flauta, flautines, clarinete, oboe, corno inglés, trompa, trompeta, trombones y todos y cada uno de los instrumentistas, implicados al cien por cien. Los grupos de la cuerda sonaron a la perfección, sedosos, ácidos o agresivos, según los innumerables registros que pide el autor, mientras los esforzados percusionistas protagonizaban vistosos pasajes de la sinfonía.
Fue una experiencia extraordinaria, a la que el público respondió con una intensa ovación y sonoras aclamaciones, que terminaron por arrancar dos preciosas propinas: el 'Vals de las flores' del Cascanueces de Tchaikovsky, en el que tuvo un lucimiento especial la excelente arpista de la orquesta, y el intermedio de 'La boda de Luis Alonso' de Gerónimo Giménez, una de las más preciadas joyas de toda la música española, que levantó al público de los asientos. Sin duda asistimos a un concierto impagable.
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