Quién nos iba a decir hace veinte años que tendríamos aquí, en Logroño, una ópera con una soprano coreana, un tenor japonés, una mezzo china, ... además de un bajo ucraniano e incluso algún miembro del Coro Lírico Siciliano con rasgos orientales! Hoy en día es normal ver orquestas y coros europeos, así como grandes concursos musicales y de canto, cuajados de miles de formidables músicos y cantantes de extremo oriente, en una admirable demostración de la capacidad de esos países para admirar, cultivar y defender nuestra cultura clásica europea con tanto afán, ellos que poseen tan potentes culturas milenarias propias. ¡Envidiable!

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Hoy hablamos de una ópera complicada de montar, de las que requieren cuatro, casi cinco, cantantes de enorme calidad para sacar a flote tanta riqueza de canto como tiene Il Trovatore y, por suerte, los hemos tenido. No creo que nadie me discuta que la verdadera protagonista y triunfadora de la noche fue la joven soprano surcoreana Yeonjoo Park, que nos cantó una Leonora de extraordinaria calidad, con una voz muy bella y poderosa que controla con suma inteligencia: sus agudos son brillantes y sus graves sonoros y bien proyectados (¡vaya Miserere tan soberbio!), además de toda la zona central, que es la que más se utiliza en la ópera, de un timbre precioso. Cantó sus dos arias en pura excelencia y estuvo implicada en el personaje toda la ópera. A su lado, no desentonó el tenor japonés Haruo Kawakami, que nos ofreció un Manrico magnífico, con una voz bonita y bien timbrada, que corre muy bien por el teatro y que le permitió frasear en plena belleza su hermosa aria del acto tercero y rematar con brillantez la temible cabaletta 'Di quella pira' con el consabido do de pecho (que Verdi no escribió, pero que el público espera sin remisión). Tuvimos otra excelente cantante, la mezzosoprano china Jiujie Jin, afrontando uno de los papeles de mezzo más importantes de todo el género, Azucena, la alucinada gitana madre de Manrico, que superó con nota bien alta: su registro grave es rotundo y precioso y también brilla por arriba en los agudos, además de poseer un canto muy expresivo en los momentos más dramáticos. Otra cosa fue el barítono italiano Paolo Ruggiero como el antipático Conde de Luna, con su pedazo de voz, que vuela orgullosa por el teatro, pero a veces con una ostentación de dudoso gusto y fraseos bastante ordinarios. Sabemos que es el malo de la obra, pero no conviene exagerar. También sabemos que puede hacerlo mucho mejor, por anteriores visitas con esta compañía. Hay todavía un quinto papel grande en esta ópera, Ferrando, que tiene una gran intervención en el primer cuadro de la obra, y que el bajo ucraniano Viacheslav Strelkov cantó adecuadamente sin mucho refinamiento. De los comprimarios merece un especial elogio el tenor Federico Parisi que ofreció un Ruiz al máximo nivel que permite el papel. ¡Qué les voy a decir del fantástico Coro Lírico Siciliano! me parece un milagro que con tan pocas voces suene tan grandioso. Sus intervenciones son continuas y fue especialmente ovacionado en el célebre coro de gitanos y el de soldados. La orquesta, también con pocos músicos, cada vez suena mejor y redondeó una preciosa actuación, con el gran director Martin Mázik, que ya es como de casa, al mando de todo, pendiente del más mínimo detalle en escena y foso. Qué quieren que les diga, pues ¡bendita sea esta Compañía Lírica 2001, que nos proporciona a los logroñeses espectáculos de ópera tan valiosos como éste! Y que dure.

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